Del banco sus disparates

Francesco Zaratti

Mucha gente supone que el tratar con números hace a las personas o las instituciones más racionales. Los ejemplos que tenemos a mano en Bolivia me hacen recelar de esa creencia, aunque es con los bancos que se disipan todas mis dudas. En efecto, he visto tantas cosas absurdas en esas instituciones, que he resuelto convertir la espuma de mi boca en tinta de esta columna.



Para empezar, ni bien uno ingresa al banco, un policía armado ordena quitarse el sombrero, porque, como bien se sabe, el sombrero es un arma muy común para asaltar bancos. ¡Vaya manera de apoyar a la campaña que, desde hace 18 años, la UMSA y la OPS desarrollan para que el ciudadano se proteja de la radiación ultravioleta!

Desde luego en el banco no hay detectores de metal, si acaso a alguien se le ocurriera llevar un rifle Kalashnikov bajo su abrigo. Luego, ya  en la caja, uno descubre que no hay dónde apoyar el temible sombrero. Las manos -las dos únicas que, por un lamentable descuido, uno lleva consigo- no alcanzan para sostener el sombrero, manejar el dinero, firmar papeles y entregar/recibir la cédula de identidad.

Desde la implementación de las tarjetas de crédito/débito con chips, muchos usuarios han debido tropezar con la baja calidad de las nuevas tarjetas, que se rompen con una facilidad asombrosa. Reponerlas es fácil, pero cuesta.

Para colmo el banco comunica que la empresa que administra las tarjetas VISA no tiene plástico para reponerlas y no lo tendrá durante más de 50 días, tiempo en el cual, obviamente, el usuario seguirá pagando comisiones y mantenimiento, a pesar de no poder usar la tarjeta.

Incluso contando con el servicio, alguien (¿el regulador ASFI?) debería explicarnos por qué el usuario debe pagar mensualmente el «mantenimiento de cuenta (eliminado hace tiempo para cuentas corrientes),  si el comerciante ya paga al banco un porcentaje por la compra realizada.

O sea, el usuario le permite al banco ganar y en agradecimiento éste le cobra una comisión cada vez más onerosa (mensualmente asciende a 50 bolivianos por tarjeta, el costo de medio año de consumo de gas domiciliario).

Continuando con el tema, me pregunto por qué, cuando uno viaja al exterior, debe informar al banco  por cada tarjeta «internacional que lleva consigo, dónde viaja, cuándo viaja, por cuánto tiempo viaja (sólo falta que se le pida confesar con quién y para qué viaja), so pena de verse en apuros con sus tarjetas y su dinero bloqueados.

Para justificar esa fragrante violación de la «privacy, el banco arguye que se trata de medidas por el bien del cliente. Lo que el banco olvida mencionar es que los clientes pagamos mensualmente un seguro contra fraudes por cada tarjeta. Por tanto, la pretendida seguridad es en realidad para el banco y para las empresas de seguro, que suelen estar vinculadas a la propiedad del banco. ¿Qué espera la ASFI para proteger a los usuarios de este inexcusable abuso?

Finalmente, si un cliente precisa un crédito bancario, no es suficiente un impecable currículo en la «central de riesgos.  Entre los formularios que debe llenar destaca la declaración jurada de que desde que ha nacido no se ha enfermado nunca. Pero, si por su mala suerte, le operaron de uñero hace 10 años, tendrá que llevar su historia clínica al médico del seguro del banco  y enfrentar una traba más para obtener el crédito.

Para agilizar la operación, algunos funcionarios te insinúan, «sottovoce, que mientas descaradamente, como hacen los políticos curtidos cuando alaban la nacionalización. Sin embargo, ¡cuidado con enfermarte! porque entonces el banco -irracional pero no tonto- tendrá un buen pretexto para no aplicar el seguro.

 

Francesco Zaratti es físico.

  ¡Cuidado con enfermarte! porque entonces el banco -irracional pero no tonto- tendrá un buen pretexto para no aplicar el seguro.

Fuente: paginasiete.bo