Muerte de Chávez fue clave para reconciliación de Cuba y EEUU; la negociación secreta entre los herméticos muros del Vaticano

«El momento crucial fue la muerte de Hugo Chávez. Quedó claro que Venezuela no financiaría eternamente a Cuba con sus entregas de petróleo».

La muerte de Chávez fue clave para la reconciliación entre Cuba y EEUU

Así lo afirmó un ex representante de la Orden de Malta en La Habana, quien dijo que el episodio fue determinante para persuadir a los hermanos Castro de dar el paso para el acercamiento.

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La muerte el año pasado del presidente venezolano Hugo Chávez fue decisiva para convencer a los hermanos Castro de la utilidad de un acercamiento con Estados Unidos, según el ex representante de la Orden de Malta en La Habana Przemyslaw Hauser.

«El momento crucial fue la muerte de Hugo Chávez el año pasado. Quedó claro que Venezuela no financiaría eternamente a Cuba con sus entregas de petróleo prácticamente gratuitas y que había que prepararse para una gran crisis económica a través de una cooperación económica más estrecha con Estados Unidos», declaró Hauser en una entrevista publicada el viernes por el diario polaco Rzeczpospolita.

Este hombre de negocios polaco, que estuvo destacado en La Habana de 2007 a 2011, recordó los esfuerzos del Vaticano para obtener una liberalización del régimen de Fidel Castro después de la visita a Cuba del papa polaco Juan Pablo II, en 1998.

«Luego, la actividad de la diplomacia vaticana fue enorme, sobre todo la del nuncio apostólico en Cuba después de 2007, Giovanni Angelo Becciu, quien más tarde fue subsecretario de Estado de la Santa Sede», declaró Hauser, quien afirmó haber seguido de cerca las negociaciones.

«Las motivaciones de la Iglesia (católica) eran, sobre todo, de orden humanitario, (…) con la finalidad de obtener la liberación de los prisioneros» del régimen castrista, dijo.

El impactante anuncio el miércoles de los presidentes Raúl Castro y Barack Obama sobre la voluntad de normalizar sus relaciones diplomáticas después de medio siglo de ruptura estará seguida a partir de enero por las primeras conversaciones oficiales.

«Las motivaciones de la Iglesia eran, sobre todo, de orden humanitario, con la finalidad de obtener la liberación de los prisioneros»

El papa Francisco, artífice junto con Canadá de este acercamiento, habló de una «decisión histórica».

La Orden de Malta (orden soberana militar hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta), cuyos orígenes remontan al siglo XI, reivindica el título de la organización humanitaria más antigua del mundo. Tiene vínculos con el Vaticano y sus representantes tienen el título de embajador y son considerados en algunos países como miembros del cuerpo diplomático.

La negociación secreta de EEUU y Cuba entre los herméticos muros del Vaticano

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Crédito: AP

En poco menos de un año, los muros de San Pedro se convirtieron en un gran confesionario diplomático donde ningún secreto pudo filtrarse. Fue allí donde más rápidamente se avanzó en el tramo final de las negociaciones más importantes de la política regional del último cuarto de siglo: Estados Unidos y Cuba estaban poniendo fin a un largo congelamiento de sus relaciones bilaterales.

«Pequeños pasos para sembrar la fraternidad de los pueblos«. Así definió Francisco el trabajo realizado durante meses por los embajadores y emisarios norteamericanos, cubanos y vaticanos que fueron clave en la normalización diplomática. La participación del Papa en ese «deshielo» -como le gusta decir a la diplomacia vaticana- fue clave. Fue él quien empujó y motivó a ambas partes a concretar uno de los puntos más difíciles en las negociaciones: la liberación de prisioneros que purgaban largas condenas en sus países, acusados de espionaje.

El plenipotenciario de EEUU en el Vaticano, Kenneth Hackett, fue otro de los factores determinantes en el proceso. Fue él quien actuó de intermediario y quien abrió las puertas para el primer encuentro de alto nivel: John Kerry, secretario de Estado, mantuvo una cumbre secretísima en enero pasado con su par eclesiástico ante la Santa Sede, el cardenal Pietro Parolin, una de las figuras de mayor influencia en Roma.

Para entonces, las conversaciones con Cuba ya habían comenzado. Varias reuniones habían tenido lugar en la capital canadiense bajo riguroso secreto. Kerry puso al tanto a Parolin y comenzó a diseñarse la participación del Papa como intermediario válido. Estaban dadas las condiciones para que Francisco recibiera a Barack Obama y juntos hablaran sobre ese tema tan sensible para América Latina. El 27 de marzo fue la audiencia privada entre los líderes mundiales.

No hubo testigos, pero el embajador Hackett hizo una jugada de cortesía con el resto de sus colegas en el Vaticano a los pocos días: invitó a todos a un desayuno formal, donde intercambiarían opiniones sobre la presencia del hombre más poderoso del mundo en la capital cristiana. El emisario de Washington expresó la satisfacción que mostró Obama al retirarse en el Air Force One. Y deslizó una intriga: ambos jefes de Estado habían hablado sobre temas sensibles más allá de Medio Oriente y cuestiones formales de los católicos en EEUU. Cuba, Alan Gross y un posible intercambio de prisioneros. NInguna palabra más salió de la boca de Hackett.

Obama visita al papa Francisco

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Foto: AFP

Tras ese encuentro entre Obama y Francisco, fue el Papa quien tomó una iniciativa acorde con su filosofía de los «pequeños pasos«. Hacia junio, el Sumo Pontífice envió sendas cartas al presidente norteamericano y al dictador Raúl Castro en las que los empujaba a llegar a un buen puerto en las conversaciones. No sólo impulsaba el intercambio de prisioneros, sino que también los alentó a «progresar en la relación bilateral«, paralizadas desde 1961.

La información era manejada por escasísimas funcionarios. Y fue en octubre cuando se pautó la más importante de las reuniones bilaterales con presencia vaticana. Fue en la Santa Sede y estuvo compuesta por un grupo de técnicos de Estados Unidos y Cuba. Allí garabatearon los últimos detalles de lo que sería la hoja de ruta que seguirían ambos países hasta el anuncio formal. En esa cumbre hizo falta de la austucia y la inteligencia del cardenal Parolin. El secretario de Estado vaticano fue el factótum para que las naciones concretaran un acuerdo.