¿Afán de revancha contra Amalia?, la periodista no avaló expresiones de Cardona pero el gobierno la enjuicia

El viceministro de Descolonización, Félix Cárdenas, anunció un proceso legal contra la periodista de Radio Erbol, por una entrevista que tuvo con el coronel Germán Cardona, y de cuya conversación salió un improperio en contra de la presidenta de la Cámara de Diputados, Gabriela Montaño.

Gobierno amenaza con juicio a periodista Amalia Pando

ANF, La Paz

Por Freddy Vargas



imageLa periodista Amalia Pando y el coronel Germán Cardona. Foto: Composición ANF.

La amenaza de un proceso por racismo y discriminación contra la periodista Amalia Pando de radio Erbol nuevamente pone en cuestión algo fundamental: qué es lo que debe considerarse como racismo o discriminación. Es decir, cuáles son los límites de un gesto de este tipo. Además de ello, está una cuestión adicional: qué niveles de responsabilidad se pueden atribuir a quienes intervienen (activa o pasivamente) en un evento de este tipo.

La declaración motivo del eventual juicio se registró en una entrevista que sostuvo Pando con el coronel Germán Cardona, quien reveló que el Gobierno y la Policía presentaron supuestamente armas del Ejército en el caso Terrorismo. La periodista consultó al oficial del Ejército sobre el nombre de una delegada presidencial que estaba involucrada en el hecho.

“¿Quién es esa delegada presidencial, es doña Gabriela Montaño?”, pregunta Pando. A lo que responde Cardona: “Estaba en la oficina, cuando yo le pregunté al sargento que estaba entregando las armas, él me dice ‘la delegada presidencial, esa flaquita, con cara de, así todavía me dijo, con cara de (un animal), así me dijo’, a ya más o menos. Disculpe que le diga esas cosas, pero así dijo el sargento”.

La reacción de Amalia Pando es obvia: “…yo lamento que usted haya hecho esa citación, lo único que quería saber es de dónde sacó el nombre”. Como se puede observar, la periodista no autoriza ni avala tal expresión (menos la fomenta), sino que reprocha que se dijera tal cosa cuando su pregunta estaba orientada en otro sentido: la identidad de las personas que habrían retirado algunas armas de la Octava División.

Este breve detalle de la conversación evidencia que sería muy complicado atribuírsele responsabilidad alguna a la periodista en la situación. Es más: ante la desafortunada expresión, ella reacciona rechazando el comentario.

Lo que queda claro en la amenaza de proceso que lanzó el viceministro de Descolonización, Félix Cárdenas, es que de nuevo se apela a la excusa del racismo y la discriminación para procurar amedrentar a los periodistas y, en última instancia, a los medios de comunicación. Porque bien vistas las cosas, quien emite el juicio es el coronel Cardona, en medio de una entrevista en vivo. El proceso, si hubiera alguno, debería orientarse contra él. Sin embargo, estrictamente hablando, él tampoco piensa tal cosa, sólo se le ocurrió reproducir algo que dijo un tercero.

Al respecto, las sanciones que la ley contra el racismo y la discriminación establecen son las siguientes. En el caso de los medios de comunicación, señala que “el medio de comunicación  que  autorizare  y  publicare  ideas  racistas  y  discriminatorias  será  pasible  de sanciones económicas y de suspensión de licencia de funcionamiento, sujeto a reglamentación”. A propósito de esto, el decreto supremo N° 0762, que reglamenta la ley, establece dos tipos de sanciones, diferenciadas por el grado de la infracción: por un lado están las sanciones económicas, que van desde los 10 hasta los 300 días de multa y, por otro, la inhabilitación temporal de funcionamiento del medio de 150 hasta 360 días calendario, constituyéndose ésta en la máxima sanción vigente.

Sin embargo, es precisamente en este ámbito donde se complican las cosas, pues este mismo reglamento, en su artículo 21, señala que existen conductas que no generan responsabilidad directa para los medios de comunicación (y, por extensión, para los periodistas que trabajan en éstos). Esta dispensa se aplica cuando la publicación o difusión de tales expresiones sean resultado de la “cobertura informativa o de las tareas propias de la comunicación”. La entrevista a la que se hace referencia está enmarcada en este criterio. Es más, el mismo artículo señala específicamente que tampoco existe responsabilidad cuando se trata de “expresiones de terceras personas difundidas en programas en directo o con participación de la audiencia”.

Así mismo, en casos de este tipo, establece que pueden darse salidas alternativas al proceso: “el Ministerio Público buscará en el marco de la  legalidad  la  solución del conflicto  penal,  mediante  la  aplicación  de  las  salidas  alternativas previstas por ley”.

Por lo demás, este asunto debería empujarnos a mirar qué tipo de transformaciones se han producido a partir de la vigencia de la norma. Está claro que ni la discriminación ni el racismo han dejado de estar presentes en nuestras vidas cotidianas –el ejemplo de estos dos militares hablando en esos términos lo prueba de forma contundente–. Quizás lo que ha sucedido es que ahora disfrazamos mejor muestro lenguaje o más grave aún, hemos restringido ese uso al ámbito de lo estrictamente privado, donde disparamos sin medida contra toda diferencia. O, en el otro extremo, no queda claro cómo diferenciar con precisión la gravedad de una frase. Por ejemplo, si alguien señala que otro tiene la cola de paja, a qué se refiere: a la falta de moral, a la falta de ética o quizás a la ausencia de estética en esa específica parte del cuerpo. Quién hace esa distinción. Parece más bien que la discriminación y el racismo se torna en un asunto relevante y merece procesos es cuando un medio de comunicación está de por medio.

Al respecto, un ejemplo viene a cuento: en 2013 Álvaro García Linera –en primera persona– sugería que los violadores, asesinos y golpeadores de mujeres deben ser tratados como a “sidosos”. A pesar de que la ley ya estaba vigente, una disculpa fue suficiente.

En muchos casos la lucha contra la discriminación y el racismo ha devenido en un simple afán de revancha política. Ese parece ser el caso de Amalia Pando. Se aprovecha una situación en la que ella es sorprendida por las declaraciones de otra persona y, a pesar de esto, se busca su procesamiento. La única responsabilidad de Amalia Pando –y por la que quizá debiera disculparse– es no haber anticipado lo que diría su entrevistado. Es decir, por no haber adivinado el futuro.