Alegría. Uno de los grupos musicales más emblemáticos del país se instaló, café de por medio, a compartir sus historias
La música es su vida y la mejor prueba es que apenas se sientan a la mesa del Café de la siesta no hay conversación que no gire en torno a ese tema. ¡Privilegio el nuestro de compartir una tarde con Savia Andina! Entre cuñapeses y roscas empieza el viaje a través de una historia musical que comenzó con estos compañeros de colegio potosinos y que este 15 de julio celebran 40 años, con el desafío de reunir a los integrantes originales de la agrupación.
La tarea no se plantea nada sencilla, porque Alcides Mejía vive en Estados Unidos, igual que Eddy Navia. Sin embargo, el desafío está en marcha y el plan es recorrer Bolivia y, sobre todo, presentarse en su añorado Potosí que los vio nacer.
A la mesa también se sentó la única mujer de ese privilegiado club: Noemí Uriarte, su mánayer, alguien que durante 20 años ha organizado cada cita y por eso, ahora que ella reside en Santa Cruz, la gira comienza en estas tierras. Es ella quien se ha ocupado de organizar sus viajes por el mundo, esos que los llevaron a recorrer Europa y Oriente Medio, siempre tocando para esas comunidades latinas que valoran los ritmos andinos y para el público amante de estos ritmos. “A Estados Unidos fuimos poco, es uno de los públicos más difíciles, no les atrae nuestra música y culturalmente no hay conocimiento”, dice Óscar Castro.
Y entonces se torna inevitable hablar del charango, ese instrumento omnipresente y tan propio en sus creaciones. El director de opinión de EL DEBER, Juan Carlos Rivero, se inclina por hablar sobre la técnica para conseguir esos sonidos. Una vez más aflora la pasión y los grandes charanguistas dominan la conversación, que luego gira hacia la historia, matizada con un: “¿Quieren más café?” Aceptada la invitación hay tiempo para bromas, para anécdotas y para recordar que hasta en Japón siempre encontrarás a un cochabambino.
El tiempo avanza y Óscar Castro, Gerardo Arias, Edwin Herrera, Julio Rocabado, Rafael Arias y Alfonso Arias quisieran tener una guitarra a mano, para hacer de las suyas. No hay ninguna a la mano, pero sí un fantástico piano de cola y ganas. Con tremendos músicos, con eso es suficiente. Pronto se escucha Minero y los que estamos ahí tenemos el privilegio de ver en vivo lo que es talento
Fuente: sociales.com.bo