La caída de la máscara democrática

Víctor Hugo CárdenasVHCEl reciente gabinete ampliado reconoció su descuido en la gestión pública por la distracción electoral. Los ministros fueron jefes de campaña electoral, los bienes del Estado, utilizados en provecho de las candidaturas oficialistas, el tiempo de los funcionarios públicos dividido entre las tareas burocráticas y los requerimientos electorales.Los medios de comunicación, estatales y paraestatales, se convirtieron en medios del partido de Gobierno y desataron una masiva y cara propaganda electoral. Los tribunales electorales, nacional y departamentales, fueron utilizados para frenar candidaturas emergentes, armar segundas vueltas ilegales y distorsionar el principio de preclusión.El Gobierno reconoció su ‘distracción electoral’, pero no viró hacia la gestión pública ni la construcción de políticas públicas. Las múltiples inauguraciones de obras, por más llamativas y efectistas, nunca sustituyen a la necesidad de serenas y serias políticas públicas.Cuando se abandona el desafío de una gestión ordenada y con prioridades concertadas, los gastos millonarios en diversos proyectos pueden acabar en ilusiones descomunales. Los sueños de empresas estatales pueden acabar en escándalos financieros. Cada semana surgen denuncias de dichas tragedias. El Fondo Indígena o las barcazas chinas no son las únicas.En lugar de promover políticas públicas, se empeñaron en de-satar otra aventura electoral: la tercera reelección presidencial, acicateada por la desesperación y angurria caudillista. ¿Recuerdan el “Les desafío a encontrar otra líder”? La propaganda oficial intentó ocultar, con la complicidad del Tribunal Constitucional, la inconstitucionalidad y la ilegalidad de la segunda reelección. ¿Y vamos a la tercera?Ahora se empeñaron en la renovación de rostros del Tribunal Electoral para garantizar los referendos autonómicos y la tercera reelección.Por lo visto, la ‘banda de los siete’ será renovada con ex operadores políticos, exfuncionarios de los tribunales electorales e incluso con los autores directos e indirectos del desbarajuste de la institución electoral.Al parecer, están dispuestos a todo.Postergan medidas económicas y sociales hasta después de la consagración de la tercera reelección. Intentan incendiar el asalto a las áreas protegidas para distraer la atención pública de la selección oficialista de vocales sumisos al poder de turno.La angurria caudillista no teme pisotear la Constitución, ni las leyes ni la ética para satisfacer sus instintos prorroguistas. Su visión instrumental de la democracia significa el desgarramiento de su máscara democrática. Simularon el juego democrático mientras ocultaban sus fusiles debajo el poncho. Nunca fueron demócratas en serio.El proceso de cambio hoy repite un comportamiento autoritario y caprichoso del siglo XIX: cambiar la Constitución a gusto del caudillo de turno. Por eso tenemos tantas constituciones. ¿Qué decida el pueblo? ¡Qué lindo! ¿Y dónde estaba ese amor por el pueblo cuando más de dos tercios rechazaron el 2011 a los jueces y magistrados que hundieron la justicia?En fin, tiempos de la descomposición ética, ideológica y política. Adiós la ilusión de un proyecto poscapitalista, posneoliberal y descolonizador. El gasolinazo arrancó al Gobierno su máscara popular; Chaparina, la máscara indígena; el fracaso de la reforma judicial, la máscara institucional; ahora, la reelección, la máscara democrática.El Deber – Santa Cruz