¿Es el socialismo un trastorno mental?

mansuetiAlberto MansuetiDe entrada: no tengo la respuesta a la pregunta. No soy psiquiatra ni psicólogo. Pero comparto la respuesta del Dr. Lyle H. Rossiter, psiquiatra por la Universidad de Chicago, con más de 40 años de experiencia en su profesión. El año 2011 publicó su libro de 432 páginas titulado “La mente de izquierda: causas psicológicas de la locura política”, que resume sus muchos escritos sobre el tema, todos en Internet. Dice que el socialismo es una enfermedad mental. Y expone las razones:Porque embiste contra todo lo bueno de la civilización occidental: Gobiernos limitados, mercados libres y propiedad privada, tres principios que han traído una prosperidad, un confort y una libertad nunca antes vistos en la historia, a las naciones que los practicaron. Y en cambio propone, o mejor dicho “impone”, a los países que lo sufren, un esquema de vida que causa escasez, pobreza, tiranía, dolor y muerte. ¿Alguna mente normal alentaría tal despropósito?Hoy el “Socialismo del siglo XXI” promueve además el aborto, la promiscuidad sexual y la abolición de la familia, de la ética y de los valores, del conocimiento verdadero, y hasta de la idea de verdad objetiva, que hace posible la ciencia y la tecnología que hoy todos disfrutamos. ¿Quién en su sano juicio impulsaría este salvajismo?Y si a un socialista le dan las evidencias y argumentos en contra de esta irracionalidad, hace “negación” (denial): se cierra, no quiere oír, repite consignas de memoria, y con frecuencia ridiculiza y se burla, como dando pataletas infantiles.¿Y cuál es ese “ideal socialista”, que muchos suponen “noble y elevado”? pregunta el Dr. Rossiter. Vea Ud.:(1) Un Gobierno paternal poderoso, dando afecto a todos con su presencia cariñosa, dirigido por líderes ilustrados y honestos, que manejan las vidas de “todo el pueblo”, que “distribuyen la riqueza” en partes iguales, como padres sustitutos que velan por sus hijos postizos.(2) ¿Qué espera un niño de sus padres? Una garantía de seguridad completa, para satisfacer todos sus requerimientos; a salvo de todo riesgo. Como en el vientre materno, pero afuera; y tratando a todos los hermanitos por igual, sin “contrastes” que resultan de odiosas preferencias y favoritismos.(3) Y no basta. Hay miembros de la familia con desventajas y condiciones especiales, por eso exigen los socialistas “justicia social”: padres que remedian o mitigan amorosamente toda privación, real o supuesta.La mente de izquierda pretende eso mismo del Estado; y destruye la familia para que éste tome su lugar.(4) El socialista se ve muy inseguro: a cada rato y en cada caso pide al Gobierno instrucciones y órdenes, cuando no encargarse de empresas productivas, así como los expertos padres a sus hijos les determinan conductas y tareas, y asumen ellos la obligación de trabajar y ganar el dinero.(5) Pero las reglas tampoco deben ser tan estrictas, sino permisivas, facilitando resultados placenteros, reduciendo exigencias contractuales, y relajando las responsabilidades y cargas propias de las realidades e instituciones sociales, tal como deben hacer los padres “bondadosos” e indulgentes con sus criaturas.(6) A nivel internacional el “niño grande” socialista quiere “armonía en la familia de naciones”, con suma tolerancia a los elementos agresivos, y simpatía hacia los criminales, para llevarlos de ese modo a la mesa de negociaciones, tal como los buenos padres resuelven las querellas familiares.Y en vez de todo eso, nos pregunta el Dr. Rossiter, ¿qué cosas espera del Gobierno una persona adulta y madura? Mucho menos: sólo seguridad y justicia contra los crímenes, para manejarse uno por sí mismo, realizar sus potenciales y velar por sus necesidades, según sus prioridades, con sus recursos, mediante tratos y acuerdos con sus prójimos. Para correr sus propios riesgos, y pagar por sus propios errores.¡Pero ese es “el Estado vigilante nocturno”! dice el socialista. ¡Son “derechos negativos”! Quiere derechos “positivos” y “acciones afirmativas”, para nivelar disparidades; como los padres balancean las prestaciones a sus hijos para igualarles. Exige leyes niveladoras, que castiguen a los «que tienen» por su “consumismo”, compensando a las “víctimas”, los «que no tienen»; así les ahorran la amargura que crea la envidia.Estas metas no son para necesidades de adultos sanos, sino de la infancia, cuya satisfacción parece que fue negada o postergada en la niñez. El socialista quiere tener con el Estado la relación de un niño con su padre, comprensivo pero firme si debe serlo, con su madre complaciente, y en el seno de su “gran familia” proveedora y afectuosa. Reclama un Gobierno omnisciente y todopoderoso.Y si se le explica que ese “sueño” es una locura siempre fracasada, no razona: se refugia en mil excusas y pretextos, y en su “pensamiento ilusorio” (wishful thinking), que confunde deseos con realidades.Concluye el Dr. Rossiter que esto no es sano; “el socialismo es una patología”. Sólo que no se clasifica como tal, ni hay fórmula terapéutica o farmacológica; la ciencia médica es impotente. Pero los enfermos son la mayoría. Y como todos los neuróticos y psicóticos, nos hacen daño, al escoger unos “gobernantes” con el mismo síndrome, pero en plan narcisista: listos a “actuar los roles” (acting out) de papá y mamá.El Día – Santa Cruz