Los irreemplazables

RENZORenzo AbruzzeseLa re-re-elección de Evo Morales es, sin duda, una estrategia de poder largamente trabajada por el Gobierno. Parece, sin embargo, que la inminente crisis que se avecina ha obligado al régimen a adelantar en más de tres años la campaña en favor de Evo Morales; se trata de una necesidad imperiosa dado que plantearse la posibilidad de un gobierno vitalicio o una prolongación más allá de lo constitucionalmente establecido solo sería plausible en medio de una situación de estabilidad económica, de la que el Gobierno actual ha gozado hasta el derroche. Se añade a esto el control que el MAS posee a través de los dos tercios en el Congreso, lo que permite asegurar que su prolongación en el Gobierno es un hecho.Evo sin duda tiene asegurado el poder en el futuro inmediato, la pregunta es cuánto realmente podrá quedarse sin exponer al país entero, y aunque Morales goza de más del 60% de apoyo, este respaldo no está libre de condicionantes fuertemente arraigados en la conciencia democrática del pueblo boliviano, que nunca aceptó el ‘prorroguismo’ como parte de su ‘hábitus político’.Los ejemplos que da la historia nacional dejan ver que, independientemente del apoyo que un mandatario ha logrado, el ciudadano de a pie percibe que la pretensión de eternizarse en el poder es un claro signo de un apetito desmedido al que fácilmente se asocia el despotismo, la soberbia y la corrupción. Más aún, la experiencia muestra que aquellos gobernantes que tuvieron el privilegio de permanecer largos periodos, lo único que en realidad lograron fue poner en evidencia sus errores, la corrupción que los rodeaba y la aureola de engaños y mentiras de los que echaron mano para fabricar la imagen del caudillo irreemplazable.La lección que en todos los casos nos dejaron los prorrogados es que su poder disminuye con la misma velocidad con la que se construyó el mito de su ‘irreemplazabilidad’. La otra cara de la medalla (de la que no se habla mucho) deja ver que la caída arropada bajo el manto de los apetitos insaciables del irreemplazable, por lo general arrastra a la nación entera; ahí termina su gloria y empieza el via crucis de los de abajo.El Deber – Santa Cruz