El mito de Sísifo de la investigación científica

zarattiFrancesco Zaratti*En un reciente seminario sobre los retos de la educación presenté la ponencia «La investigación y su relación con las empresas”, un tema sobre el que he venido reflexionando durante los últimos años de mi actividad universitaria. Como decía un amigo «tuitero”, estos eventos suelen caracterizarse por desarrollarse en aulas del siglo XIX, con docentes del siglo XX, en presencia de alumnos del siglo XXI y (¡ojalá que no!) con ideas del siglo XVIII.No cabe la menor duda que en investigación, como país y región, estamos mal. Pero, para saber «cuán mal” estamos, acudí a los indicadores para América Latina publicados en Science Report 2015 de la Unesco. En resumen, ese informe evidencia la baja productividad y su relación con la pobre gobernanza; presupuestos bajos para la investigación (gracias al IDH Bolivia es una excepción);  deficiente formación de recursos humanos y falta de «masa crítica” para alcanzar resultados (Bolivia sigue con menos de 1.600 investigadores); poca o nula interacción con las empresas (con la excepción de Brasil y México).Como consecuencia tenemos un reducido número de publicaciones científicas (América Latina pasó del 4% al 5% de total mundial en 10 años), muchas veces en coautoría internacional; áreas de investigación centradas en la ciencia de la vida (lo más obvio en países de reducido desarrollo); escasa relevancia de la producción científica (las citaciones apenas pasan del 1%) e insignificante  número de patentes registradas, un indicador de la innovación.La razón de este desolador panorama ha sido descrita acertadamente por el investigador peruano Francisco Sagasti mediante el mito de Sísifo, el infeliz condenado por los dioses a empujar un enorme macizo por una escarpada montaña sólo para verlo rodar de nuevo hacia abajo. Y a empezar de nuevo la faena. Por tanto la pregunta es: ¿cómo salir de la impotencia de Sísifo?En el caso de Bolivia -país en el que la investigación se desarrolla casi exclusivamente en las universidades, y especialmente en dos de ellas-, dejando de lado las famosas cumbres (eventos que se han revelado inútiles y costosos, incluyendo el realizado en Cochabamba para científicos expatriados), sin duda que algo sencillo pero efectivo se puede hacer para impedir que el macizo de Sísifo vuelva a rodar hacia abajo.En el tema de recursos humanos hay que fomentar la formación dirigida hacia áreas prioritarias para el país, en las que ya existen tradiciones y resultados. Toda especialización es buena, pero no todas son útiles.En relación a los fondos, más allá de los destinados a través del IDH, necesarios pero insuficientes y dispersivos, se deberían promover concursos nacionales de proyectos de largo alcance, asignándoles fondos relevantes (más de un millón de dólares), en cooperación con empresas y fundaciones interesadas. ¿Por qué no organizar «ferias al revés” de la investigación para conocer las necesidades de empresas públicas y privadas al respecto? Toda inversión es buena, pero no todas son eficaces.Adicionalmente, Bolivia tiene «laboratorios naturales” y «ventajas comparativas” que no son adecuadamente aprovechados (la altura, energías alternativas, medicamentos naturales). Teniendo en mente la obsesión gubernamental por la energía nuclear, me atrevo a afirmar que toda investigación es buena, pero no toda es prioritaria.Finalmente, a las universidades les toca mejorar la formación de investigadores (tarea de todo el sistema educativo, apoyada en las nuevas tecnologías), reformar las ayudantías de cátedra y aprovechar la cooperación «horizontal” con institutos del exterior, empezando por los países de la región, en temas como cambio climático, hidrología y energías renovables.*Físico y analistaPágina Siete – La Paz