Revoluciones cíclicas

Jose Luis BolivarJosé Luis Bolívar Aparicio*Nunca voy a olvidar las jornadas de octubre del 84, cuando hordas de mineros, uniformados de pardos guardatojos y armados con dinamita, hacían estremecer el corazón de los paceños que, con miedo y solidaridad, veían cómo más de 15.000 trabajadores sitiaban la hoyada paceña para reclamar a un gobierno incoherente, su incapacidad para solucionar la grave crisis económica que asoló la nación en la primera parte de los ochentas.No había duda que desde que el MNR había decidido hacer de los mineros la fuerza miliciana, solvente para sostener su gobierno ante cualquier intentona falangista, los hombres de interior mina, eran capaces de imponer líneas políticas y económicas a cualquiera, y dejar en claro que sus intereses particulares eran, de por sí, los de la clase obrera y campesina en general. No por nada estatutariamente, la dirección de la COB les pertenece por antonomasia.En ese tren, cuando el Dr. Siles no pudo más con la presión que Juan Lechín, Simón Reyes y la COB ejercieron sobre él, con una hiperinflación de récord mundial que ascendía minuto a minuto, asumió el mando de la nación el Dr. Víctor Paz quien va a dar un viraje a la historia del país volviendo sobre sus propios pasos, gambeteando sus principios y haciendo del pragmatismo coyuntural una cátedra política digna de analizar.Las medidas que tuvieron que ver con la conversión del Estado al neoliberalismo, se identificaron con una cifra histórica. El 21060 se grabaría en el alma de los bolivianos, como el acero caliente en el cuero de la res y tal cual lo diría su autor en una conferencia de prensa intitulada “Bolivia se nos muere”, esta medida es coyuntural, pero seguramente durará más de 20 años y fue exactamente así. Ya cumplió 30 años, y está más viva que nunca.Mientras aprendíamos a vivir con la nueva moneda, con libre oferta y demanda y con bolsín, desde Europa llega una noticia que explotaría como una bomba atómica en las entrañas del país. Bolivia fue eternamente un país minero, el metal y sus trabajadores forjaron la patria desde tiempos remotos, pero sin duda, a partir de que Patiño descubriera “La Salvadora” en 1900, el estaño fue la savia que recorrió nuestras venas y nos dio vida. Sostuvo la Guerra del Chaco, alimentó al Súper Estado, mantuvo la Revolución Nacional, y hasta que se empezó vender petróleo, fue el único sostén nacional. En octubre de 1986 el precio del estaño bajó de tal manera que directamente no cotizaba en la bolsa.Ya durante la UDP, mantener a la Comibol era una carga terrible para el TGN, burocracia parasitaria, supernumerarios, sistemas de extracción caducos e ineficientes y mucha corrupción generaban un producto que costaba 10 Dólares la Libra Fina. Cuando el mineral volvió a cotizar, su valor era 2,04 $us., insostenible. Una situación tan crítica necesitaba medidas extremas para resolverse o lo que se venía iba a terminar de horadar lo poco que quedaba de país en ese momento.El gobierno no podía esperar a que crezca el problema y decretó la “relocalización” de más de 27.000 mineros, generando la mayor tasa de desempleo de nuestra historia. La reacción fue inmediata, y aunque la dirigencia minera había tenido una remoción del liderazgo, los más experimentados Simón Reyes y Filemón Escobar no tenían la raigambre ni el peso sindical del ya retirado Maestro Lechín. Pese a ello, convocaron una asamblea general en la ciudad de Oruro, y como una medida desesperada decidieron marchar hacia La Paz, para que, repitiendo las jornadas de octubre, a punta de grito y dinamita, reviertan la medida y dobleguen al gobierno “vendido al FMI”.Los días siguientes fueron de incertidumbre absoluta, los paceños se preparaban para una guerra, estaban frescos los días de escasez absoluta y los mercados no daban abasto por la desesperanza de las amas de casa. No era una ciudad preparada para una guerra así y lo que se veía venir era sólo caos. Paz y Barthelemy, su Ministro del Interior, decidieron que esto se cortaba por lo sano y se terminaba antes que empiece.El 28 de agosto, Calamarca recibió un enorme contingente de militares que había llegado al punto con caimanes, tanquetas, tanques y pertrechados para una guerra que no tenía que empezar. El mensaje era claro, la marcha no da un paso más. La dirigencia minera se reunió con los emisarios del gobierno y entendió de lo que se trataba. Le costó mucho llegar a la decisión pero fue una medida acertada, y aunque fueron tachados de traidores por sus bases, evitar un baño de sangre fue lo más recomendable, puesto que la orden era única y directa, aquella angustiada muchedumbre, jamás llegaría a La Paz.Un minero decía en ese momento, que el actuar del gobierno sólo estaba echando en suelo fértil semillas de guerrilleros, y cuánta razón tenía. Ese ejército de desocupados fue a buscar nuevos derroteros en las ciudades, generando novedosas formas de empleos informales, llegaron los miles de minibuseros y otras astutas maneras de invertir los beneficios que tuvo que pagar el estado por la atrevida medida. Pero también se generaron otros nefastos resultados como el contrabando, la llegada de la ropa usada, la informalidad como fuente primaria de vida y en muchos casos delincuencia y narcotráfico.Otro gran contingente partió a nuevos horizontes en el corazón de Bolivia. En el Chapare todo este grupo humano tendría su catarsis y asumiendo una nueva forma de vida, su raíz sindical, su raigambre y su estilo de vida harían que la lucha se reencarne en diferentes actores pero en similares sistemas. Quién se hubiera imaginado, en aquel entonces, que les tomaría menos de 20 años llegar a ser poder, algo que quizás como mineros jamás habrían logrado.Sin embargo fue el discurso de la relocalización, el que izó las banderas de esta nueva clase política, su interconexión con el modelo desalmado del neoliberalismo les dio horas de parlamento para denostar a un sistema administrativo gubernamental que se caracterizó por la adoración de la estabilidad por encima del bolsillo de la población.El actual gobierno, populista, como pocos ha escarmentado a todos con su discurso de los derechos laborales y el respeto a los mismos. Sin embargo, cuando se expulsa a 1.000 fabriles, engañándolos con una fumigación de fin de semana y sorprendiéndolos el lunes con las puertas cerradas y el memorándum en la mano, genera mucha sorpresa. La vigente administración estatal se hizo cargo de la que fue, en su momento, la mayor fábrica de Bolivia y orgullo de los muchos que vimos sus productos en tiendas como Macy’s en Nueva York, exportando marcas como Polo o Lacoste. Sin embargo, debido a la ineficiencia, inexperiencia y exceso de palabrería la mandaron al desastre y la fundieron hasta hacerla inservible, demostrando una vez más lo que es capaz de hacer el estado cuando cree más en la ideología que en la ciencia y el conocimiento.Pero si encima de eso, uno de sus más mediáticos representantes, el actual presidente del Senado, Gringo Gonzáles, declara como el más pragmático banquero de Wall Street, que “empresa que no sea rentable debe cerrarse, así ésta se llame Huanuni”, sólo puede dejarnos con la boca abierta.Tal vez no está informado el Senador evista, pero si cierra Huanuni, desemplearía a más de 4.000 personas, incluidas sus familias. Vaya carga social que se echaría encima un gobierno que esputó tantas veces y de tantas maneras sobre la relocalización, sin siquiera aceptar que aquella fue, no una medida de estructura económica, sino una emergencia de coyuntura mundial. Claro que tampoco se dignaría en reconocer que aunque fue mala en ese momento, esa medida nefasta, le dio forma, origen y desarrollo al actual gobierno.La vida es cíclica y todo gira sobre un mismo eje, al parecer volveremos sobre nuestros pasos y, muchos deberán pisarse la lengua una y otra vez en los próximos meses y años.*Es paceño, stronguista y liberal