Bajo las aguas del tiempo

Demetrio Reynolds* Unas cuantas cosas importantes contiene el fardo que se lleva el 2016. El relevo de posta no será con las manos vacías, hay lecciones que aprender y tareas por realizar. Creemos que sólo así tiene sentido el recogerlas para la agenda del nuevo. Los anuarios de la prensa se han referido con mayor cobertura; aquí sólo se puede mencionar lo que se ve desde la calle.Febrero sonó fuerte. Fue la cuarta de las derrotas sucesivas. La saga de las caídas empezó con los jueces “truchos”. Los “doctorcitos” desdeñados fueron reemplazados por los de indumento nativo, y no fue suficiente la apariencia. Después vino la apuesta por las autoridades regionales; el derrumbe del poder en la misma La Paz fue sintomático. La tercera en la cuenta fue la de los estatutos autonómicos; la visible marca masista contribuyó al rechazo. Y luego se dijo: “gracias por lo bueno que hicieron, pero váyanse”. Hay razón: el monopolio del poder genera corrupción y mediocridad.Gabriela Zapata no pensó nunca en ser tan famosa, pero se convirtió en arma de doble filo; ella –acaso sin querer– promovió el efecto más ominoso contra Morales. Se puede perder y ganar en política, pero la mácula ética es indeleble. No supo o no pudo actuar con independencia de varón; las contradicciones enturbiaron peor el caso, hasta transfigurarlo. Y a Gabriela le atribuyen ahora un supremo poder: dizque por ella se perdió. En torno a esa suposición falsa se planeó la trama de la conspiración. ¿Pero quién va a levantar el guante de Montero?Una oposición organizada y militante, con lucidez y coraje no existe. La carencia de liderazgo en ambos lados es un retroceso para la democracia. Por adicción al poder y por miedo a ser enjuiciados mañana, los oficialistas se aferran a él. Y en el llano hay un electorado potencial que actúa sin conductor; ganó varias veces por coincidir en la actitud de rechazo, pero sigue el vacío. Tanto los unos como los otros son incapaces de renunciar a sus ambiciones; cierran el paso al surgimiento de nuevos valores.La sequía desnudó la miseria del país. La realidad no se observa en la cúpula opulenta sino en la colectividad masiva urbana y rural. No hay como la sed cuando se restringe el agua; el mecanismo psicológico de la ansiedad se activa. En estos días parece que San Pedro se hubiera apiadado: empezó a llover un poco. Pero no podemos depender de la generosidad o indiferencia del cielo. ¿Por qué no se utilizó la plata para cubrir la necesidad elemental de los servicios básicos? Finalmente, en la tragedia acaecida cerca de Medellín, la acusación en Bolivia recayó en el piloto fallecido (los muertos no hablan) y una funcionaria de rango medio. Los capos de más arriba son indemnes e intocables, como sucedió con Chaparina y con Panduro. Ahora está más claro: la anomia institucional y la desinstitucionalización pasan por su mejor momento.*Escritor, miembro del PEN BoliviaLos Tiempos – Cochabamba