Corea del Norte supuestamente quiere un McDonald’s y eso podría suponer algo grande para el país

Por Caitlin Dewey

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Es poco más que una nota a pie de página sobre la planeada cumbre de Corea del Norte, pero el rumor de que haya un McDonald’s en Pyongyang es más jugoso que un Big Mac de tres hamburguesas.



El líder norcoreano Kim Jong Un podría permitir una «franquicia de hamburguesas occidentales» en el país como una muestra de buena voluntad hacia Estados Unidos, según un informe de inteligencia descrito por funcionarios estadounidenses a NBC. Eso sigue a los comentarios del asesor surcoreano Chung-in Moon a finales de abril, que dijo que Corea del Norte podría estar interesada en dar la bienvenida a McDonald’s a medida que las tensiones se alivian.

En comparación con la amenaza de la guerra nuclear, por supuesto, tener un McDonald’s en Pyongyang es como comer patatas fritas. Pero los expertos y la historia sugieren que hay mucho más en juego que una simple franquicia simbólica.

McDonald’s ha sido visto durante mucho tiempo como un símbolo de la cultura occidental y el capitalismo, particularmente en países comunistas. Y su expansión a China y Rusia fue vista como un hito en la década de los noventa.

«Esto ha sucedido con varias culturas comunistas diferentes», dijo Jenny Town, analista de investigación en Stimson Center y editora en jefe de 38 North, un sitio de noticias académicas sobre Corea del Norte. «Una vez que empiezan a tener diferentes puntos de contacto con Occidente, cambia su punto de vista. Generalmente comienza con McDonald’s o con Coca-Cola».

Vendiendo más que hamburguesas y patatas fritas

Desde sus inicios, McDonald’s ha sido más que un restaurante de comida rápida. También es un vector de la cultura estadounidense y un poderoso símbolo de la globalización. En la década de los setenta, cuando la cadena se expandió a Europa, utilizó el eslogan «United Tastes of America» («Sabores Unidos de América») en sus campañas publicitarias. También prometió llevar los valores comerciales de todos los estadounidenses (velocidad, estandarización y eficiencia despiadada) a los países en los que operaba.

Esa promesa ha funcionado bastante bien. McDonald’s ahora opera en 37.241 ubicaciones más o menos idénticas y altamente rentables en 120 países. En su libro Grinding it Out: The Making of McDonald’s, el fundador Ray Krok llama a la compañía «mi monumento personal al capitalismo».

Eso puede explicar por qué la expansión de la compañía en los países comunistas se ha tratado como un hito en el pasado. Cuando Moscú obtuvo su primera franquicia en 1990, los rusos estuvieron haciendo cola durante horas para comer en lo que USA Today llamó «el nuevo símbolo del capitalismo de esta ciudad» (incluso el capítulo final de The Americans de FXI, una serie sobre espías rusos en Estados Unidos, incluye una visita a un McDonald’s).

No mucho después de su debut en Rusia, McDonald’s comenzó a aparecer en Beijing y Shenzhen. El etnógrafo Yunxiang Yan descubrió que los clientes chinos odiaban la comida, pero amaban el aura de prosperidad y progreso.

«A los ojos de los residentes de Beijing, McDonald’s representa el estilo de vida americano y la promesa de la modernización», escribió en 1997.

Cuando los Big Macs detenían las balas

Pero, ¿podría McDonald’s representar aún más que eso? En 1996, el columnista del New York Times Thomas Friedman publicó por primera vez lo que se convertiría en una teoría bastante bastante sólida: dos países con McDonald’s nunca irían a la guerra porque compartían economías globalizadas de clase media.

La predicción llegó en un momento apropiado: McDonald’s estaba en medio de lo que un analista describió como una expansión global «alucinante». Entre 1967 y 1987, la cadena se expandió a un ritmo promedio de dos países por año. A mediados de los años noventa, el ritmo se había acelerado a 10 países, la mayoría de ellos «comunistas, excomunistas y en desarrollo», según The Economist.

Pero orgullosos de que McDonald’s haya tenido su crecimiento vertiginoso: en 1996, Bielorrusia se convirtió en la centésima conquista de la cadena, la teoría de Friedman sobre los poderes pacificadores de los Golden Arches no se ha mantenido en todos los casos. Los críticos señalaron que McDonald’s no había impedido que Estados Unidos invadiera Panamá en 1989. Otros países también han tenido sus disputas desde entonces, incluyendo a la India y Pakistán (1999), Israel y Líbano (2006), Rusia y Georgia (2008) y Rusia y Ucrania (2014).

«Si bien ha habido algunos casos en los últimos 20 años donde se ha violado esta premisa, se ha mantenido en la gran mayoría«, subrayó Friedman.

Es revelador que McDonald’s se convirtiera en el blanco de la ira política durante el último conflicto entre Rusia y Ucrania. Después de que el país liderado por Putin anexara Crimea, obligando a cerrar tres McDonald’s, un político nacionalista pidió el cierre de todos los establecimientos que la cadena tenía en Rusia.

«Quiero que desaparezcan de mi vista, y después iremos a por Pepsi-Cola», otra marca muy simbólica, según aseveró Vladimir Zhirinovsky.

El caso de un McDonald’s en Pyongyang

A pesar de que la teoría de Friedman no se ha mantenido en todos los casos, los expertos dicen que hay algo en la idea de que los mayores vínculos culturales y económicos entre los países pueden reducir el conflicto. La idea de Friedman concuerda de alguna manera con una teoría popular en las relaciones internacionales, que sostiene que el capitalismo promueve la paz, en parte, porque los países comparten objetivos de política exterior cuando compiten en el mismo mercado abierto (el propio Friedman dice que ese fue su verdadero argumento: a medida que los países se integran más económicamente, el costo del conflicto aumenta para ellos).

Aparte de eso, Town, de 38 North, subrayó que un McDonald’s puede exponer a las personas a un aspecto de Estados Unidos con el que no están familiarizados. Eso puede ayudar a moderar puntos de vista negativos en lugares como Corea del Norte, donde la propaganda antiamericana está muy extendida.

Town afirmó que cree que tendría sentido que McDonald’s abriera en Pyongyang. Probablemente sea popular: Corea del Norte se ha acercado a McDonald’s en los últimos tiempos, pero ha tenido que recurrir a las imitaciones de las hamburguesas de Singapur (un portavoz de McDonald’s no respondió a una solicitud de comentarios).

También se cree que a Kim Jong Un le gustan las hamburguesas: en 2011, un periódico de Corea del Sur informó que su padre hacía volar hamburguesas de los establecimientos de McDonald’s en China mediante aviones de Air Koryo. Y el presidente Trump también es, por supuesto, un gran fanático de la comida rápida. Según NBC, Kim espera abrir una franquicia en Pyongyang, en parte, para atender las peticiones de comida para futuras conferencias bilaterales.

Pero Kayla Orta, analista del Programa de Historia y Políticas Públicas en Wilson Center dijo que no podía imaginar que eso pudiera pasar.

«Quizás el día en que veamos restaurantes de comida rápida al estilo estadounidense en Corea del Norte será el día en que triunfe la diplomacia cultural. Pero estamos muy lejos de ese día».

Fuente: infobae.com