Es entendible que el Gobierno desista del traslado de la planta de urea del Chapare a un lugar donde pueda ser algo más viable, pues donde se encuentra sólo puede arrojar pérdidas y terminará convertida en chatarra, como todos los emprendimientos estatales a lo largo de la historia de nuestro país. Eso tal vez no le moleste a nadie, aunque en diez o veinte años lo sigamos pagando en dolorosas cuotas. El menor atisbo de racionalidad surgido hacia unos días con la propuesta del traslado, generó fuertes posiciones chauvinistas en Cochabamba, donde autoridades de la gobernación salieron a defender “su patrimonio”, aunque en realidad la única herencia que están defendiendo es el despilfarro. Para evitarse conflictos, las autoridades prefieren mantener las cosas como están y es probable que suceda lo mismo con todo el rosario de empresas estatales que cada día desangran las arcas públicas. Cerrarlas o venderlas, que es la única opción inteligente, será tarea del próximo gobierno, aunque eso nadie podría asegurar. Tendremos que esperar siglos hasta que se produzca lo más difícil en una sociedad: el cambio de mentalidad.
Fuente: eldia.com.bo