Un conflicto anunciado

Es posible afirmar que el país vivirá momentos de máxima tensión política y regional antes y después del 7 de diciembre, fecha marcada por el decreto supremo para la realización del referéndum constitucional

Los Tiempos

Editorial



La decisión del presidente Evo Morales de convocar mediante decreto supremo al referéndum nacional constitucional del proyecto oficialista de Constitución Política era un paso previsible, al igual que la resistencia anunciada en los departamentos de la «media luna», regiones que han optado por las autonomías que se contraponen sin matices al proyecto del Movimiento al Socialismo.

Al promulgar, el día de ayer, el Decreto Supremo que convoca a una votación múltiple para aprobar la Constitución del MAS, además de elegir subprefectos y consejeros departamentales, en una sola jornada electoral a realizarse el próximo 7 de diciembre, parece quedar sepultada cualquier posibilidad de diálogo entre bloques que están en franco desacuerdo sobre la organización del Estado boliviano.

Pero además, se confirma una característica que había destacado al oficialismo durante la realización de la Asamblea Constituyente: que el MAS no es un partido que busque el consenso y los acuerdos, sino la imposición seca y descarnada de su proyecto político con el respaldo de los altos porcentajes obtenidos en las urnas, de tal forma que el aplastamiento de las corrientes minoritarias y de aquellos sectores disidentes sea considerado como una suerte de daño colateral necesario para constitucionalizar el esquema de poder que ha diseñado el partido de Gobierno.

Es evidente que la precipitación del referéndum constitucional se basa en los altos porcentajes obtenidos por Evo Morales en la consulta revocatoria, cuya ratificación como primera autoridad nacional ha servido para calibrar el cálculo político y dar luz verde a un proyecto que puede desembocar en el ejercicio indefinido de la presidencia del líder masista.

Sin embargo, está claro que la convocatoria por decreto al referéndum constitucional va a desatar resistencia que puede desbordarse e, incluso, hacerse violenta en regiones donde la autonomía departamental es una demanda con amplísimo respaldo y que, por voluntad del MAS, no ha sido recogida en el proyecto de Constitución Política elaborado y aprobado de manera por demás irregular en la Asamblea Constituyente

Con estos antecedentes es posible afirmar que el país vivirá momentos de máxima tensión política y regional antes y después del 7 de diciembre, fecha marcada por el decreto supremo para la realización del referéndum constitucional.

De esta manera, si se analizan los antecedentes de lo que propone la «refundación de Bolivia» con la aprobación y vigencia de una nueva Constitución Política, se puede identificar una línea de acción en el MAS que ha girado en torno a la dilación dialéctica como primera instancia de acercamiento, para luego ignorar las opiniones de las minorías con decisiones verticales y de hecho.

Con la sorpresiva decisión del Primer Mandatario, se está confirmando a la confrontación como política de gobierno y a la imposición como método para las decisiones. Tal como sucedió en la Asamblea Constituyente, el Gobierno está continuando un proceso que ha estado marcado por la verticalidad y el dogmatismo.

Con este panorama, el futuro político y social del país es cada más incierto por cuanto se desconoce hasta qué punto la acumulación de odios, rencores y enemistades pueda desencadenar una gran espiral de violencia que atente contra la vida de los propios bolivianos; más aún si se toma en cuenta que las regiones de la denominada Media Luna ya han anticipado que no permitirán la realización de dicho referéndum en sus departamentos.