Franckenstein y Helena Rubinstein

Jimena Costa Benavides*

La Razón



Hasta hace unos días unos decían que la CPE-MAS era la panacea que resolvía todos los males nacionales, aún conteniendo algunas “contradicciones” o errores de “forma”. Los otros decían que era una aberración constitucional, un engendro. Yo dije en más de una oportunidad que los diversos diálogos para “compatibilizarla” eran cosmética, más o menos un Frankenstein pasando por el salón de belleza de Helena Rubinstein, ya que el Gobierno no iba a aceptar modificaciones de fondo, sino de forma para tener el argumento de que “ahora sí” es buena y así seducir a la población de las regiones opositoras y autonomistas.

Se firmó un pacto en el tan venido a menos Parlamento, se modificó un trabajo que venía de una Asamblea Constituyente pero que era en un 70% distinta a los informes de mayoría y minoría de sus comisiones, que se modificó en el edificio de la Lotería y que en el mejor de los casos era conocida por el 30% de la población, y eso exagerando. Hoy hay una fecha para el referéndum y lo que viene es un trimestre de intensas campañas que le ayudarán al Gobierno a disimular los problemas del mal manejo de la economía, que le ayudarán a dispersar la atención que la gente pone en los bolsillos a fin de año como en ninguna otra época.

Podemos, UN y el MNR han sido funcionales al MAS porque se necesitan mutuamente para sobrevivir a la transición hacia un nuevo Estado que será democrático, autonómico e incluyente, y en el que desaparecerán quienes nacieron en el viejo sistema e intentan reproducirlo. Todos juntos, hasta el MAS, necesitan el centralismo, personalismo, presidencialismo, rentismo y otros ismos para seguir en la política. Pero ¿el país necesita de ellos? Me atrevo a pensar que lo que pasó en el Congreso tiene una sola función, que no era modificar la CPE ni aprobar la ley de convocatoria al referéndum, sino evitar la violencia. La violencia que se generaría en La Paz si la oposición decía que no. Algo similar pasó en Cochabamba con los prefectos: ese diálogo no era para “consensuar” estatutos con CPE sino para evitar los muertos en Santa Cruz. Ojalá hubiera habido uno que evite los muertos de Pando, o los de Sucre.

La Constituyente cumplió una función de “contención”: contener a los perros y a nuestras peores miserias para que no se desate la violencia. Terminó la Asamblea y los “diálogos” se convirtieron en la única forma de evitar muertos. Ahora es el Parlamento el que cumple —provisionalmente— esa tarea.

En los hechos, el rechazo o la aprobación de la propuesta de Constitución pactada no resuelve la crisis nacional, y creo que tampoco será una Constitución para mucho tiempo; le doy dos o tres años, y ya estaremos convocando a una nueva Constituyente, porque los problemas de fondo no están resueltos: la pobreza, el narcotráfico, la dependencia externa, la corrupción, la discriminación.

Sólo construiremos un Estado permanente cuando el movimiento indígena se reencuentre con el movimiento autonomista, y, dadas las características del proceso, estoy segura de que quienes unan a ambos no será el MAS ni Podemos, sino nuevos liderazgos más democráticos y tolerantes. Mientras, nos queda desear que la crisis mundial no nos deje sin aliento y que sigan existiendo “factores de contención” para evitar los muertos, y claro, desear que se sanee el Padrón Electoral, el Registro Civil e Identificaciones para creer en cualquiera de los resultados de las elecciones de los próximos años.

*Jimena Costa B.

es analista .