Refugiados pandinos entre el temor, la bronca y la esperanza

Cambios. Algunos ya consiguieron trabajo y no piensan en volver a nuestro país.

Hay 640 refugiados en Brasilea.

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Visita. La semana pasada, una comisión de la Cámara del Senado visitó a las personas que escaparon a Brasil

Christian Peña y Lillo. Cobija | [email protected]

A unas 10 cuadras del puente de la Amistad, ya en territorio brasileño, el coliseo deportivo Eduardo Lopes Pessoa se ha convertido en la casa de los refugiados pandinos. Los registros de la Policía Federal de Brasilea indican que hay 640 personas, pero al llegar al lugar la impresión que se tiene es que son más.
La mayoría de las personas se dan cuenta inmediatamente cuando alguien extraño está por el lugar. En las puertas del centro deportivo hay quienes son designados para cuidar el ingreso y los alrededores, los que observan celosamente a sus visitantes. Es que el miedo que tienen ya fue justificado por los mismos uniformados brasileños, que los resguardan con agentes vestidos de civil y que les pidieron que avisen cuando alguien que no es periodista o su familiar los esté fotografiando, filmando o inclusive preguntando aspectos de su presencia en esta población fronteriza.
“No tengo miedo de cruzar al otro lado (Bolivia) si a mi familia la llegan a molestar o hacer algo”, cuenta con los ojos a punto de derramar lágrimas Hugo Durán Salvatierra, un hombre que se dedica a alquilar vehículos y que fue testigo del asesinato del ingeniero Pedro Oshiro, una de las primeras víctimas de los enfrentamientos en Porvenir y Tres Barracas.
Durán, más conocido como ‘Boyé’, llegó alrededor del mediodía al coliseo luego de salir a ‘estirar las piernas’. Es hora de la comida, una de las tres que reciben al día por parte del Gobierno de Brasil y que el mismo ministro de Defensa de ese país, Nelson Jobin, aseguró se mantendrá sin alteraciones hasta que los refugiados decidan regresar a nuestro país o pedir asilo al Gobierno brasileño.
La rutina de los refugiados pandinos parece que ha empezado a golpear sus ánimos. El desayuno se sirve de 6:00 a 8:30, en una casa cercana al lugar, donde todos van. El almuerzo al mediodía y la cena pasadas las 19:00.
“Todo esta bien, nos dan seguridad, comida y nos tratan bien, pero extraño la sopa o un locro”, comentó uno de los refugiados, que al igual que muchos otros habla sin inconvenientes con los medios de comunicación, pero piden no publicar sus nombres para evitar perjudicar a sus familiares que aún se encuentran en Cobija.
Edil Flores, que trabajaba como director de un proyecto forestal de la Prefectura de Pando en la localidad de Porvenir, donde se registraron los enfrentamientos, comentó que es difícil pensar en regresar a Pando.
“Aunque se levante el estado de sitio, las cosas no serán igual nunca más. Pienso que es mejor reiniciar en este país”, explicó uno de los refugiados, que prefiere quedarse en el anonimato.
Pero no todos viven una situación adversa. Hay quienes han conseguido un trabajo y ya han reiniciado una nueva vida. Un ejemplo es el de un conductor de maquinaria pesada, que fue el encargado de hacer una de las dos zanjas para evitar que los campesinos lleguen a Cobija y que ahora ha conseguido trabajo en un empresa constructora. Algo similar ocurre con un médico boliviano que también escapó a Brasil y que consiguió trabajo en un hospital.
Estos dos ejemplos parecen haber animado a la mayoría de los otros refugiados, puesto que muy pocos piensa en retornar a Cobija y señalan que su vida deberá volver a comenzar, pero esta vez en el otro lado de la frontera.

  Desde la frontera  

Senadores, en Porvenir. La comisión de la Cámara del Senado visitó el sábado la comunidad de Porvenir. Los parlamentarios vieron los vehículos quemados, hablaron con algunas personas que viven en el lugar y fueron hasta el río Tahuamanu para verificar el escenario de las imágenes que el Gobierno asegura son de los campesinos cruzando el afluente y siendo perseguidos por sus captores armados.
Temor y dolor. Una de las mujeres que tienen su vivienda en la avenida donde ocurrieron los enfrentamientos en Porvenir, contó cómo tuvo fuertes dolores de estómago al escuchar los disparos y las explosiones. “No podía hacer nada y sólo atiné a escapar al otro frente del río, donde mi hermano tiene su chaco”, contó la señora, una mujer de edad que aclaró que el cruce de campesinos por el Tahuamu es real, pero negó que se hubieran escuchado disparos a lo largo del río.
Molestia y controversia. Los refugiados dicen haber quedado indignados por las imágenes que el Gobierno sigue emitiendo de una supuesta matanza en el río. Ellos aseguran que todo fue armado y que ese hecho no sucedió.