A un año de “noviembre negro”

Un año después de la Calancha, cabe preguntarse: ¿qué ganó y qué perdió Sucre tras haber movilizado a todas sus fuerzas cívicas y morales en torno de la demanda de la capitalidad?

Los Tiempos



Editorial

Hace un año, el 24 de noviembre de 2007, la ciudad de Sucre vivía uno de los momentos más dolorosos e intensos de las últimas décadas. Después de al menos tres meses de una movilización continua, originada en la arbitraria exclusión del debate constituyente sobre la sede de los poderes del Estado, un manto de luto, dolor, furia e impotencia envolvía a los habitantes de la Capital de la República.

Mientras el oficialismo de la Asamblea Constituyente, cobijado en un recinto militar, procedía a aprobar en grande su proyecto de Constitución, en los alrededores del Liceo Militar se libraba una verdadera batalla entre las fuerzas del orden y las milicias sociales desplegadas por el gobierno y la población capitalina movilizada.

La inclemente represión ordenada por el Poder Ejecutivo se cobró la vida de tres jóvenes chuquisaqueños y dejó heridas de distinta gravedad en más de trescientas personas. El objetivo del MAS era claro: aprobar a cualquier precio y pese a quien pese su proyecto de Carta Magna; proyecto que, está demás recordarlo, es fruto de una cadena de arbitrariedades e ilegalidades cometidas a lo largo del malhadado proceso constituyente.

Un año después, las heridas abiertas en el ya tristemente célebre «noviembre negro» no han sanado, así como tampoco se ha disipado el recuerdo de las aciagas jornadas que marcaron la crisis de la capitalidad.

La sangre de chuquisaqueños derramada en La Calancha, el lugar donde se libraron los más duros enfrentamientos, continúa impune. Y las vidas ofrendadas por el pueblo sucrense, en el marco de su centenaria demanda de recuperar su condición real de Capital de la República de Bolivia, parecen haber tenido poca o ninguna significación.

Al recordar esos momentos que marcarán definitivamente la vida de muchas generaciones de chuquisaqueños, y cuando nos encontramos a las puertas de un referéndum nacional que deberá aprobar o rechazar el proyecto de nueva Constitución, surge de manera ineludible una interrogante: ¿Qué ganó y qué perdió Sucre tras haber movilizado a todas sus fuerzas cívicas y morales en torno a la demanda de la capitalidad?

Habrá que dejar que sean el tiempo y la historia los que determinen si Sucre dio los pasos acertados. Por ahora, sólo es posible afirmar que esa ciudad dejó pasar una inmejorable posición –que probablemente no habrá de repetirse en años, si no en décadas– para negociar y lograr acuerdos en beneficio propio, como de hecho estaba a punto de suceder de no haber mediado la actuación de sectores radicales afincados en torno de su Comité Interinstitucional.