Contraste discursivo de Evo y Allende

Winston Estremadoiro*

En las tenidas en que es obligatorio mantener ritmo acelerado de ingestión de alcohol, rige la expresión “mucho blablá y poco gluglú” cuando la cháchara domina el saludable ejercicio de llevar vasos a los labios. Evoca el discurso en que el presidente Morales asevera que no le preocupan ni el referéndum dirimidor ni las elecciones de diciembre 2009, que resolverán tanto su constitución aún defectuosa de origen fulero, como su prórroga en el poder hasta 2014. ¡Caray!, si a tres años de Evo ya cantamos con Azul Azul Mamá no quiero comer más huevo.



Se está bamboleando la estantería económica del mundo. Es crisis que ya se siente en el sector minero. Que repercute en merma de ingresos del gas natural, sin haber fomentado inversiones para extraerle de la profundidad, ni honrar contratos existentes ni la demanda interna subvencionada (y la de un vecino, cubierta por una claque de matuteros aymara, impune por ‘originaria’).

El oficialismo se concentrará en lograr victoria en el referéndum de enero 2009, para luego movilizar sus huestes para voto consigna en la reelección de diciembre. Continuarán la negligencia de la economía, los atentados a los que producen, las cortapisas a los que exportan. Lo único en auge serán el narcotráfico, el contrabando y la charlatanería que emborracha a ignorantes aviados por viáticos caribeños. ¿Darán cinco años de prórroga del gobierno de Morales para enderezar el país de su derrotero para atrás, cual cangrejo?

Evoco discursos de Salvador Allende, así se revuelque en la tumba comparado con Evo Morales y el trabajador chileno se rebaje en cotejo con el parasitismo de los gremios llamados “movimientos sociales” en Bolivia. Allende reflexionaba a su pueblo, de que lo movía al defender a Chile “poder impulsar el desarrollo económico de la patria… elevar el nivel de vida de los chilenos”.

Miren al país, que en los 90 ya no era el de los barones del estaño. Con la argucia discutible de la capitalización, había logrado insuflar cantidades enormes de inversión en el sector petrolero, traducidas en reservas de gas natural inimaginables hasta entonces. Una “nacionalización” tan chuta como su constitución y pletórica de pose y arenga a la Mussolini, ha logrado reducir a gotas la inversión necesaria que haga realidad la Bolivia del gas, ahuyentando capitales a países vecinos, incentivando a mercados que eran nuestros a proveerse de gas de fuentes alternativas. La escasez de gas, diesel y hasta gasolina es hito actual del Gobierno, mientras Evo Morales, dale que dale en engrupir a la gente con el mito de la nacionalización.

Un Evo que solivianta con arengas basadas en inquinas étnicas, que corrompe con talegazos venezolanos o del endeudamiento público en franco ascenso, ¿puede comparar con un Allende que instaba a los trabajadores a producir más, a trabajar más, aseverando que “creemos que los pueblos sólo progresan trabajando más y produciendo más”?

Si a Allende le pedían que “termine con la aristocracia obrera”, ¿acaso pagan impuestos los lechones aristócratas cooperativistas mineros, cocaleros, panaderos, transportistas y contrabandistas en Bolivia? Allende se quejaba de “dos flagelos brutales” en Chile: el desempleo y la inflación. En nuestro país el uno se anestesia con la emigración; la inflación no le quita el sueño al régimen, porque soluciona el alza de precios y la merma de salarios con sortilegios de aprendiz de brujo, tan ridículos como el Ministro de Hidrocarburos negando carestía de energéticos, y el arlequín que soluciona carencias con casco y chaleco de YPFB para visitar colas de gente que esperan una garrafa de gas.

Lo dijo Allende y es válido para Bolivia: “el pueblo debe entender estas cosas”, que el progreso sólo será posible si se “rompe el atraso, la miseria y la incultura; sólo así será posible que el niño tenga el alimento necesario”, que el joven “posea un oficio, una carrera, y se prepare para trabajar”. Que la mujer “se incorpore al esfuerzo común y colectivo y emplee su capacidad en igualdad de condiciones con el hombre”. Que tenga perspectivas de trabajo “el adulto, hombre o mujer, para ganarse la vida con dignidad y tenga derecho a la vivienda, a la salud y al descanso. Que el anciano, al término de su vida, no deba tender la mano en actitud mendicante”.

Urge concentrarse en temas económicos. Sensibles en el boxeo político previo a diciembre 2009 serán el plexo solar del aumento de la deuda pública y el hígado del endeudamiento con Venezuela. Uno ya es casi de fábula: ¡cuenten los expertos sobre el peso de pagarlo en el futuro, más aún cuando los ingresos del gas serán sólo alharaca pasada! El otro, la deuda a Hugo Chávez, empezará a doler porque el petróleo está en baja y el padrino vociferante la cobrará tarde o temprano.

No soy ducho en la política mañosa que campea en el país, pero el golpe a la jeta será que la clase política opositora del país entienda que los políticos desgastados no son alternativas viables. Contrarrestar la hegemonía actual requerirá concentrar los esfuerzos en una candidatura progresista, de uno de origen popular, efectivo administrador y superado en cacumen, en pareja con otro reconocido en los procesos autonomistas. Colla y camba.

Mucho blablá y poco gluglú resume la administración de Evo Morales, centrada en proyecto político populista en ritmo de joropo chavista, pero yesca, en vez de atender la economía. Allende decía “por eso a mí no me gustan los que hablan a cada rato de la revolución y son incapaces de medir el alto y profundo sentido moral que tienen estas palabras”. Por ello, en ritmo que aborrezco, recito con Azul Azul “ya estoy podrido de tanto huevo, yo tengo pesadilla me sueño comiendo huevo, yo tengo pesadilla sueño que como tortilla, mamá no quiero comer más huevo. ¡Qué huevada, qué huevada!”.

*Winston Estremadoiro
es antropólogo.

La Razón