Hacia una nueva educación

Los Tiempos

Hay motivos suficientes para ver con preocupación el futuro de la educación boliviana y es lamentable que cuestión tan importante sea decidida prácticamente de espaldas a la sociedad



Con una ceremonia encabezada por un yatiri que mediante rogativas en aymara invocó la iluminación de los achachilas para que inspiren a los participantes, hace unos días se inauguró el Primer Encuentro Pedagógico del Sistema Educativo Plurinacional para “socializar” la nueva malla curricular que guiará la formación de los niños y jóvenes de Bolivia a partir del próximo año.

La propuesta, elaborada por un selecto grupo de “sabios indígenas”, tiene el propósito principal de incluir en el plan de estudios los “saberes originarios” para que los estudiantes adquieran otra visión de la historia, del país y del mundo, diferente a la occidental. La nueva visión deberá estar basada en la “cosmovisión andino-amazónica” y dirigida a una “educación productiva”, para lo que los estudiantes deberán asimilar las creencias y tradiciones orales de los pueblos originarios.

Otro de los objetivos de la reforma es terminar con la educación “excluyente y discriminadora”, por lo que todas las escuelas y colegios del país deberán compartir un mismo plan de estudios. La educación pública y privada, urbana y rural, deberá uniformarse de modo que nadie aprenda más ni menos que los demás, pues se aspira a la plena igualdad.

Como puede observarse, se trata de profundos cambios que, en caso de llevarse a la práctica, tendrán un gran impacto en la formación del más valioso de los recursos con que cuenta un país, que es su capital humano. Es pues un asunto cuya trascendencia no guarda relación con la poco menos que nula atención que mereció de parte de toda la sociedad.

El que sea así es por demás preocupante si se toma nota de que la mayor parte de los participantes en el encuentro ya anunció su disconformidad con el proyecto gubernamental. De manera poco menos que unánime los representantes del magisterio nacional han expresado su decisión de oponerse a la aplicación de la reforma propuesta, con argumentos que no merecen ser soslayados.

Entre ellos, el principal es que el nuevo plan, en lugar de preparar a los niños y jóvenes para afrontar los desafíos del siglo XXI, vuelca su mirada hacia un pasado mitificado cuya utilidad para desenvolverse en una sociedad moderna es muy cuestionable. Consideran que el “nuevo paradigma educativo sociocomunitario productivo” va a contramano de la historia y significará un enorme salto hacia atrás.

Hay pues motivos suficientes para ver con preocupación el futuro de la educación boliviana y es lamentable que cuestión tan importante sea decidida prácticamente de espaldas a la sociedad. Bueno sería, por eso, que se preste algo de atención a los docentes que temen que los cambios sean funestos.