Un día de silencio mediático

José Gramunt de Moragas, S.J.*

Hoy me propongo desempolvar una versión de la palabra “esquirol” que, en su sentido obvio, corresponde a la simpática ardilla, pero que se aplica también al obrero rompehuelgas, maldecido por los sindicatos que deciden un paro y los esquiroles se la perforan. A ellos me referiré después de comentar primero los improperios y golpizas que sufren numerosos periodistas. Las corporaciones de la prensa protestan e incluso publican las imágenes de los forajidos agresores consentidos por la autoridad (¿?) gubernamental. Pero el Sr. Ministro de Gobierno, al que se le paga para que se ocupe de preservar el orden público, se parapeta detrás de sus lentes oscuros que ocultan sentimientos e intenciones difíciles de interpretar.



Los delincuentes oficialistas injurian, patean, roban las grabadoras, las cámaras de los/las periodistas. Los sindicalistas que antes clamaban por cualquier empujoncito de un policía distraído, ahora tan sólo balbucean tímidos comunicados de protesta vaporosa. El ministro tristón no sabe, no contesta. Las protestas resbalan por la epidermis cueruda y grasienta de los gobernantes. ¿Hasta cuándo?

Conversando el otro día sobre el tema, alguien sugirió la idea de realizar un paro general por 24 horas, de todos los medios de comunicación independientes. Ni una palabra escrita ni mil palabras comprimidas en una imagen, ni una niña bonita en la pantalla ni un parlanchín comentando los últimos chismes deportivos, ni un sesudo politólogo dando soluciones infalibles ni una lacrimógena telenovela venezolana, ni una nota musical. Nada. Claro que los medios del Gobierno no se plegarían al paro. Sólo leeríamos, escucharíamos o veríamos los programas de los tendenciosos medios oficiales. Todo el tiempo y el espacio periodísticos vacíos serían invadidos por discursos empalagosos, promesas mentirosas, laudes serviles al “jefazo”; aumentarían los decibeles contra los 500 años de opresión y contra los modernos gringos invasores. Y así, hasta el hartazgo. He aquí los esquiroles, los serviles rompedores de huelgas. (¿Entiende Ud. ahora la palabra?). Aún así, este contraataque oficialista sería beneficioso para el público, porque, no teniendo otra opción que la de ver y oír los programas progubernamentales, comprenderían mejor la distancia que aleja a un periodismo libre, crítico y veraz, del otro periodismo chato y obsecuente del oficialismo.

Hasta aquí, todo parecería claro. Pero llegado el momento de comprobar algunas consecuencias económicas del paro, se descubriría que el pródigo Gobierno se hace el ciego, sordo y mudo cuando manda o consiente repartir badana a los reporteros y enseguida envía chorros de propaganda bien pagada a las empresas de comunicación social. Con lo que se pone en práctica ortodoxa neoliberal, imperialista y oligárquica y capitalista distribución del trabajo. En efecto, los reporteros cobran los garrotazos y sus empresas le comen la zanahoria. Tal vez por esto, resultaría impracticable el paro total de los medios independientes, precisamente porque algunas empresas no estarían dispuestas a perderse el banquete de la vitamínica zanahoria. Tanto menos cuanto que estamos pasando por tiempos de vacas flacas. Buen pretexto para algunos esquiroles.

*José Gramunt

es sacerdote jesuita y director de ANF.

La Razón