Con disfraz de autonomista

En las regiones de la que se  denominara ‘media luna’,  la campaña gubernamental por el Sí para la Constitución Política del Estado de la Glorieta,  apuesta todas sus cartas a lo que proclama ‘oferta de autonomía  real’, calificando de autonomía  meramente ‘discursiva’ a la que plantean los respectivos movimientos cívicos. 

Se  percibe  ya  un intenso bombardeo  publicitario en tal dirección. El Canal 7, que dejó de ser  estatal para convertirse en gubernamental al servicio del MAS,   junto a las radioemisoras del área rural, tratará de convencer a la opinión pública de que la verdadera autonomía es la que diseñó  el Gobierno en su propuesta de  Constitución y no la que postulan las regiones. Sin duda  que apuntarán a lo mismo con la difusión  de un plan propagandístico en espacios pagados de los medios privados de comunicación social.

Pero cualquiera que  lea de Ley Fundamental del Gobierno y repase las competencias ‘privativas’  y ‘exclusivas’ (sic) del ‘nivel central del Estado’ comprobará que las  de los gobiernos  departamentales autonómicos quedan reducidas al mínimo. El Ejecutivo, en el marco de una suerte de capitalismo de Estado con galas de etnoculturalismo, rige casi sobre todo. Es no sólo el timonel exclusivo de la economía, sino también de políticas referidas a territorio, titulación de la tierra, recursos energéticos, forestales, hídricos, etc. Además,  asume el control de los servicios públicos de agua, comunicaciones y electricidad, toda vez que conforme a lo preceptivo  por el inciso 1)  del  art. 306 (capítulo I del título sobre Organización Económica del Estado) le corresponde la “dirección del desarrollo  económico nacional y sus procesos de planificación”.  



¿Qué les queda a las autonomías departamentales? Sólo meras facultades deliberativas, fiscalizadoras y legislativas que  no pueden exceder los límites  que les impone el referido centralismo en cada uno de estos espacios. La nueva CPE concede a las    ‘gobernaciones’ y ‘asambleas departamentales’ sólo una mayor  descentralización administrativa, pero de ninguna manera una autonomía de verdadero rango territorial, político y administrativo.

El centralismo aparece disfrazado de ‘autonomismo’, un atavío mendaz  que busca confundir a los bolivianos,   particularmente  a los cruceños, a fin de que voten  por el Sí en la consulta prevista para enero del año entrante.

Editorial. El Deber