Convencer y no intimidar

Editorial de El Deber

Tanto para analistas políticos como para sociólogos e inclusive para antropólogos, sigue representando un verdadero reto dar con las claves de la actual y extrema intemperancia del Gobierno de Evo Morales frente a cualquiera que discrepe respecto a su visión de país o critique sus desaciertos o arbitrariedades en el ejercicio del poder.



Recurrentemente son los periodistas el blanco de tan ominoso talante. El propio jefe del Estado, desde que iniciara su mandato, se encargó de alimentar la furia de las bases del Movimiento al Socialismo (MAS) contra los reporteros y los propios medios de comunicación social, mediante ofensivas verbales y acciones vejatorias, como la que hace poco padeció un periodista de un matutino paceño en el mismísimo Palacio de Gobierno.

Intimidar a los adversarios de los frentes cívico-regionales y político partidario se agrega a tan censurables hechos. Se los enjuicia. Se los acorrala. Se los amenaza con detenciones y seguimientos físicos, en medio de declaraciones premonitorias de males mayores contra ellos.

Nos parece que todo lo anotado refleja en el Gobierno un ostensible déficit de apego a la democracia, reducida a simple estribillo en la retórica política de sus miembros. Creemos que dos factores determinan que así sea: a) la supervivencia, tanto en Morales como en algunos miembros de su Gobierno y dirigentes masistas, de las prácticas gremiales en el ejercicio del mando(El jefe que consulta a la comunidad o gremio que le facultan a hacer cuanto aquél les propone, sin que nada ni nadie pueda impedir la ejecución de lo decidido). b) La mentalidad de gente dogmatizada en el neopopulismo de tipo ultraindigenista que llegó al poder desde ciertas ONG, absolutamente opuesta a una democrática interacción política con el adversario, en el marco del diálogo y de la concertación.

Es así que Evo Morales y no pocos de su entorno confunden un país signado de pluralismo ideológico-político como Bolivia, con una estructura gremial ajustada a uniformidad sobre la cual regir a discreción. En tanto, el vicepresidente de la República aún sigue aferrado a la estrategia de la ‘bifurcación’, basada en la ofensiva permanente y agresiva contra el adversario y ex comunistas que ven en el neopopulismo de vocación etnocentrista, una alternativa de estrategia revolucionaria hacia ese tipo de sociedad que la terca realidad aplastara con el muro de Berlín en 1989.

Sí, hay también gente lúcida en el Gobierno, aunque no es mucha. Pero esos pocos debieran orientar a los demás respecto a la necesidad de tolerar y, en una de esas, persuadir en vez de intimidar y descalificar a quienes no piensan ni sienten igual.

¿Unasur o ‘Unazur’?

Dominicus

El Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) fue suscrito en Brasilia el 23 de mayo de 2008. Según su propia reglamentación, entrará plenamente en vigencia 30 días después del depósito en Ecuador del noveno Instrumento de Ratificación. Este requisito formal no ha sido cumplido hasta la fecha, tal como se lo recalcó el propio Congreso chileno a la presidenta Michelle Bachelet y lo reconoció el presidente Evo Morales hace poco. Sin embargo, he aquí que –de buenas a primeras– todo es Unasur por aquí y Unasur por allí, con este organismo aún no validado pero que ahora parece ser el dueño de la orquesta que desplaza a otros cuerpos internacionales sí plenamente validados, tales como la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Todo esto de la ilegalidad formal de una hoy hiperactiva Unasur no deja de ser un poco atrabiliario, muy al estilo de nuestros países, que –no en vano– son tomados en Europa y en el mundo desarrollado como poco serios. El entusiasmo por Unasur llega a límites intolerables. Ahora este pseudoorganismo mete la cuchara en todo lo que puede, particularmente en el ámbito de Bolivia, que ha pasado a ser casi un Estado tutelado por la comunidad internacional. Esto debido a una lamentable injerencia externa que se permite y se estimula, mientras paradójicamente por otro lado se habla de ‘dignidad’.

Una particularidad de Unasur la hace especialmente favorable para determinados gobiernos. Dicha particularidad es la ruta de izquierda que han tomado la mayoría de sus miembros. Es por eso que creo que Unazur (Unión de Naciones ‘Zurdamericanas’) sería un nombre más propicio que el actual. Al mismo tiempo, tal apelativo explicaría explícitamente los sesgos y parcialidades de este falaz organismo, de sus enviados especiales y de los que redactan sus informes plagados de ideologismo y subjetividades.

Mientras Unasur formalmente aún no existe –pues no se cumplieron hasta ahora los requisitos legales que sus propios miembros se auto impusieron para que entre en vigor–, vemos que lo que sí actúa en forma sobredimensionada, exagerada y distorsionada es una especie de ‘Unazur’, Unión de Naciones ‘Zurdamericanas’. ¿Qué le parece a usted amigo lector?