Guerrilleros eran los de antes; el MAS solo recogió la escoria

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La lucha armada como mecanismo para oponerse al poder estatal o para llegar a él, no es una concepción nueva ni característica del siglo XX. Su génesis corre en forma paralela al surgimiento mismo del poder en cualquiera de sus formas, desde la más arcaica hasta las más evolucionadas.

Sin embargo es en la América Latina de los años 60 y parte de los 70 donde la lucha armada se convierte en una opción válida para una importante parte de la juventud que veían en este mecanismo la única posibilidad de plasmar sus ideales de justicia social. El ideal del “hombre nuevo” captó las simpatías de toda una generación que se lanzó a las montañas en algunos casos o a la lucha clandestina en las ciudades, en otros.



El escenario era el de dictaduras secantes que habían abolido todo vestigio de libertades y una pobreza lacerante que afectaba a una gran parte de la población. Ciertamente el caldo de cultivo no podía ser mejor.

Es así que surgen las figuras míticas del cura Camilo Torrez, del tupamaro uruguayo Raúl Sendic, de Inti Peredo pero particularmente del Che Guevara que resumió en su persona toda una visión de una juventud radicalizada y dispuesta a dejar su pellejo en la búsqueda de sus ideales de igualdad y justicia social.

Varias de estas personas se hicieron acreedores al respeto de sus propios adversarios debido a que, precisamente, estaban dispuestos a dar su vida por lo que consideraban justo.

Con el retorno de la democracia a la totalidad de América Latina, estas visiones guerrilleristas dejaron de tener vigencia y dejaron de captar la simpatía de una parte de la población, por lo que se incorporaron y aceptaron los métodos de lucha democráticos.

Sin embargo hubieron otros como Sendero Luminoso y el MRTA en el Perú, las FARC y el ELN en Colombia que insistieron en los métodos violentos y en muchos casos rompieron esa tenue y sutil diferencia entre lo que significan las acciones guerrilleras y las acciones terroristas. En la totalidad de los casos las acciones de estos grupos tienen que ver en la actualidad más con el narcotráfico que con los ideales de justicia social e igualdad.

Bolivia no fue la excepción y es así que en la década de los 90 fuimos testigos de tres grupos que proclamaban la lucha armada y cuya existencia fue efímera y que, a parte de un par de hechos sangrientos, podrían ser parte de las curiosidades de nuestra vida política.

Se trata del CNPZ, el FAL- Zárate Willka y el EGTK. Este último adquiere alguna relevancia una vez que varios de los miembros del actual gobierno pertenecieron a él, entre ellos el vicepresidente Alvaro García Linera y el senador Félix Rojas, conocido por su inclinación a hacer poco imaginativos jueguitos de palabras y que ahora está haciendo amplia campaña para ser presidente de la Cámara de Senadores.

Sin embargo el vicepresidente trató de desmarcarse de algunas acciones de este grupo, entre ellas el asalto a una remesa en pleno campus de la Universidad de San Simón y la voladura de una torre de alta tensión en Alto Lima de la ciudad de El Alto. En esta última acción murieron dos campesinos que evidentemente no tenían conocimiento del manejo de explosivos.

García Linera se reservó el papel de “ideólogo” de este grupo y dijo no haber participado en acciones violentas lo que hasta cierto punto es creíble porque para eso se requiere tenerlas bien puestas.

En el caso de Rojitas a pesar de todas las evidencias, sostiene que no fue parte de este grupo aunque dice que se hubiera sentido orgulloso de haberlo sido. Sin embargo se trata de dos versiones de un mismo argumento que disfrazan la cobardía. Uno que se dice “ideólogo” y considera que son otros los que tenían que arriesgar el cuero para aplicar sus ideas y otro que ahora disfruta de las canonjías que le brinda el poder y prefiere olvidar una etapa de su vida en la que tampoco fue capaz de dar la cara y dejaba que otros murieran por él. Esta es una realidad que ningún jueguito de palabras podrá ocultar.

No está demás, de pasada acordarnos de otro personajillo, el “Chato” Peredo aquel que asesinó a dos de sus compañeros por una lata de sardinas y cuando la aventura de Teoponte fracasó, fue el primero en poner los pies en polvorosa y buscar asilo en Chile mientras que jóvenes de gran valía como Benjo Cruz, Néstor Paz y los hermanos Quiroga Bonadona morían de inanición en el monte. Ciertamente las vertientes del masismo no son de las mejores.