Hacia un triunfo de la democracia

Sea cual fuere el resultado habrá quedado claro que para nadie será fácil pasar por encima de la voluntad de una parte importante de la sociedad

Editorial Los Tiempos

Hoy es el último día en el que están permitidas las campañas previas al referéndum del próximo domingo. A partir de ahora, hasta que llegue el momento en que cada persona se enfrente con su propia consciencia para depositar su voto en las urnas, lo que cabe es una profunda y serena reflexión, pues lo que está en juego es nada menos que el futuro de nuestro país.



Hasta hoy, pese a muchas manifestaciones de intolerancia, lo que ha prevalecido, felizmente, es la libre confrontación de ideas. Tanto los partidarios de votar por el SI como los que lo harán por el NO han expuesto sus razones. El proyecto constitucional ha sido sometido a minuciosos análisis y la ciudadanía tiene los elementos de juicio necesarios para pronunciarse por una u otra opción.

El proceso que nos ha conducido a un punto del camino en el que éste se bifurca en dos vías entre las que tenemos que elegir, ha sido por demás escabroso. Han sido frecuentes las ocasiones en las que la democracia parecía ya herida de muerte y la violencia fratricida se perfilaba como la única manera de dirimir las múltiples discrepancias que por ahora nos dividen. Afortunadamente, una vez más se impuso la sensatez y la vocación democrática del pueblo boliviano.

Eso fue posible a pesar de varios factores adversos. Los intentos de diversos protagonistas de la actividad política para destruir la legitimidad y credibilidad de las Cortes Electorales a través del montaje de mecanismos para el fraude, en unos casos, y las majaderías autoexculpatorias en otros, causaron graves daños pero no los suficientes para destruir la institucionalidad tan arduamente construida durante los últimos veinticinco años.

Fueron numerosas y enormes las dificultades, y algunas de ellas no han sido aún despejadas; pero ni todas juntas pudieron vencer una voluntad colectiva que, sin rehuir los desafíos, se dio a la tarea de defender la libertad de opinar y elegir y actuó en consecuencia. Había una suma de motivos para la queja y el lamento, para el miedo y la tentación de la claudicación; empero, finalmente se impuso la esperanza y la fe en la posibilidad de que mediante procedimientos pacíficos se diriman las disputas.

Es probable, sin embargo, que el referéndum del domingo no sea el fin de una época signada por la extrema polarización, sino más bien el inicio de nuevas batallas entre la democracia y el totalitarismo, aunque el pueblo boliviano ha demostrado que tiene las reservas anímicas y morales para encarar el reto cuantas veces sea necesario.

Sea cual fuere el resultado que arrojen las urnas, habrá quedado claro que para nadie será fácil pasar por encima de la voluntad de una parte importante de la sociedad, y más temprano que tarde la democracia y los valores y principios que la sustentan nos conducirán a un auténtico pacto social.