Incertidumbre frente a la crisis

Editorial El Nuevo Día.

En el informe de su tercer año de gestión, el presidente Morales ha reconocido que pese a los logros económicos y sociales de su gobierno, aún falta mucho por hacer en el tema de la corrupción, la burocracia y la eliminación de la producción de la cocaína. Su sinceridad ha puesto al descubierto, sin embargo, que su gestión ha priorizado la agenda política sobre la económica, al punto de omitir decirle al país qué hará para enfrentar los duros efectos del sismo financiero que ha puesto a la economía planetaria al borde del abismo. Mientras otros países toman sus recaudos, Bolivia vive la incertidumbre.

Por otra parte, en vez de emplear un tono conciliatorio, quizás propicio para que la población acuda en paz a las urnas mañana domingo 25, ha vuelto a fustigar a quienes considera no acompañan su proyecto, sino que también lo combaten. En su discurso en el Parlamento, también ha vertido duras críticas a Estados Unidos y la Unión Europea que no sólo distancian la posibilidad del acercamiento diplomático y comercial, que es tan importante, sino que crean un ambiente de rechazo que a duras penas se resuelve después. Y lo ha hecho cuando la situación aconsejaba no enemistarse con nadie.



Para la mayor parte de los analistas políticos y la población atenta a los acontecimientos, ha sido una decepción que el Presidente haya omitido explicar al país cómo enfrentará la crisis financiera mundial, cuyas secuelas han obligado a gran parte de los países a tomar medidas extremas. Quizás haya considerado, en un alarde de suficiencia y confianza, que Bolivia no sufrirá como se piensa los efectos que se anuncian. Pero hasta en ese grado de confianza, resulta prudente tener a mano un plan de contingencia anti-crisis, por eso reza el refrán: “Más vale prevenir que lamentar”.

Brasil por ejemplo, ha dispuesto una línea de crédito de 20.000 millones de dólares para ayudar a las empresas en dificultades para frenar el inminente desplome de la oferta laboral y el aumento pavoroso del desempleo. Lo mismo Ecuador, que comulga similitudes ideológicas con Bolivia, anunció una serie de acuerdos con el sector empresarial para restringir importaciones, mientras que Argentina prevé una serie de beneficios impositivos para las empresas que contraten trabajadores, condonación de deudas de pequeñas y medianas empresas, obras públicas y ambicioso plan de creación de empleos.

Al contrario, Bolivia está perdiendo mercados externos para sus productos, la producción agropecuaria está amenazada, la declinación de la producción de los recursos hidrocarburíferos aparece como la más evidente señal de la imprevisión económica. Con tantos problemas encima, el tono gubernamental sigue agresivo y contestatario, tanto con el sector productivo empresarial, la Iglesia y los gobiernos antes considerados amigos. En medio de tanto conflicto, no hay mención de un plan anticrisis que pueda tener el efecto beneficioso de evitar mayores sufrimientos a la población. ¿O no hay ningún plan?

Quizás haya considerado, en un alarde de suficiencia y confianza que Bolivia no sufrirá como se piensa los efectos que se anuncian. Pero hasta en ese grado de confianza, resulta prudente tener a mano un plan de contingencia anticrisis, como lo están haciendo los demás países de la región.