Obras y política

Editorial El Deber

Como si el ciudadano de a pie no tuviera suficiente con el clima de tensiones e incertidumbre que con una largueza ya inaguantable predomina en el país, encima tiene que soportar los perjuicios derivados de la cerrada pugna política entre moros y cristianos, por llamarlos de algún modo.



De tal forma se ha truncado la ejecución de importantes trabajos que debían beneficiar a varias comunidades.

Para muestra del serio perjuicio, en 2008 en el departamento de Santa Cruz se dejó de encarar cien obras contra los desastres naturales como las inundaciones que por esta época del año suelen provocar destrucción y muerte.

Dramáticamente entonces, la amenaza que representa el desborde de las aguas se cierne sobre miles de familias.

Se ha informado de que el Gobierno nacional no cumplió con el desembolso de $us 135 millones y la falta de ejecución de obras pone en riesgo a por lo menos 70 comunidades asentadas en las riberas de los ríos Grande y Piraí.

Por efecto de las diferencias políticas se llega hasta lo irracional. En San Julián, el municipio de esa localidad que es feudo del masismo, encaró la ejecución de 9 kilómetros de defensivos para evitar que las aguas del río Grande afecten a un centenar de comunidades. Loable inquietud de autoridades y vecinos, pero inquietante, por decir lo menos, que su iniciativa se encarara fuera del control del Searpi dependiente de la Prefectura cruceña y que se encarga de supervisar técnicamente ese tipo de obras. El alcalde de San Julián descartó trabajar con la Prefectura y lo hizo directamente con el Gobierno central para evitar que los proyectos ‘se burocraticen’.

Los defensivos de San Julián dejan sin protección a puerto Pacay y a otras comunidades aledañas, según se ha hecho notar públicamente.

Las desinteligencias de este orden resultan de las disputas políticas entre municipios y de la ausencia de coordinación prefectural.

De recursos disponibles para obras de emergencia que corresponden a desastres naturales no andamos nada bien, peor aún si a causa de las hondas brechas políticas las autoridades no coinciden en cuanto a lo que se debe hacer y recelan recíprocamente. Estamos, en la presente coyuntura, para que ‘nos coma el tigre’, sin atinar a una defensa racional.

  Tres en uno  

No se salvan ni los árboles

El caos vehicular que se vive en Santa Cruz llega a extremos inimaginables. Tanto así que ni los árboles se salvan de los accidentes de tránsito. El mejor ejemplo fue lo que sucedió el pasado fin de semana, cuando dos conductores se subieron a los  camellones del segundo anillo y arrasaron con varios arbustos de paichachís y palmeras que adornaban la zona. Entre las ‘víctimas’ de los automovilistas, algunos de ellos con complejos de corredores de Fórmula Uno, también se encuentran los postes de alumbrado público, los protectores de las jardineras y las barras de contención de los canales de drenaje. Lo peor de todo es que cuando el responsable se da a la fuga, el costo del daño lo cargan a los ciudadanos.

El ABC de los desastres…

Si año tras años el país viene sufriendo por los embates de las lluvias y crecidas de los ríos, lo mínimo que se puede esperar de las autoridades es que realicen tareas de prevención y que se reparen las obras y tramos afectados por el desastre del año pasado. Pero ni lo uno ni lo otro ha ocurrido y una nota de aplazo merece la Administradora Boliviana de Carreteras (ABC), que no movió un ladrillo para reponer, entre otras cosas, el puente en la localidad de Puerto Rico. Los funcionarios de Gobierno no han comprado los helicópteros prometidos y no faltan los caminos provinciales que la Prefectura de Santa Cruz también tiene desatendidos.

Una franja que ‘chorrea’ muerte

El décimo día de conflicto bélico en la Franja de Gaza, donde el ejército israelí somete bajo un fuego intenso a los 1,5 millones de habitantes palestinos, se mantiene bajo el sonido más mustio de las víctimas. Esta guerra, que Israel lleva adelante contra el grupo islámico radical Hamas, no puede ser contada por la prensa internacional ni puede recibir ayuda humanitaria externa. Los ingresos a la franja, ahora partida en dos, han sido cerrados y sólo ellos, quienes están dentro, saben parcialmente lo que allí ocurre.

La Organización de Nacionaes Unidas y potencias mundiales, entre otras, han pedido el cese del fuego, han instado al diálogo racional y negociador ante la vehemencia del ruidos de las armas. Pero la radicalidad va ganando terreno y la esperanza se debilita al escuchar, por ejemplo, al líder de Hamas en Gaza, Mahmoud Zahar, exhortar a los palestinos a aplastar a las fuerzas israelíes y a comenzar a atacar a civiles israelíes en represalia por la muerte de civiles palestinos. Y del otro lado, el ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, que afirmó que la ofensiva será ampliada e intensificada todo lo que sea necesario.