Estados Unidos, una democracia inmadura

image Titulo original: Un país y un gobierno que no parecen estar en manos de adultos

Thomas l. Friedman – The New York Times – Lunes 23 de marzo de 2009

NUEVA YORK.- La semana pasada, me encontré con un empresario indio amigo mío que me dijo algo que realmente me llegó: "Es la primera vez que estoy en Estados Unidos y siento que están actuando como una democracia inmadura".



Sabemos a lo que se refería: atravesamos una crisis financiera de las que se dan una vez cada 100 años y, así y todo, seguimos hundidos en la política más que nunca. No parece haber adultos a cargo, nadie que esté a las alturas de las circunstancias, nadie a quien lo impulse algo más profundo que el ciclo de las últimas noticias.

Por el contrario, el Congreso saca leyes impositivas punitorias de la noche a la mañana como en una república bananera, nuestro presidente hace chistes de dudoso gusto en el programa de Jay Leno, al comparar sus habilidades para el bowling con las de un deportista de las Olimpiadas Especiales, y la oposición se comporta como si la única prioridad fuera hacer caer la popularidad del presidente Obama.

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El otro día vi a Eric Cantor, líder del bloque republicano en la Cámara de Representantes, en una entrevista con la CNBC, durante la cual se dedicó por completo a tratar de sacar provecho partidario de la situación en AIG, sin aportar ni una sola idea constructiva. Yo lo miraba y no podía dejar de pensar: "Pero ¿este hombre no tiene hijos? ¿No tiene una jubilación que lo preocupa? ¿Vive en una comunidad cerrada en la que todos los bancos van a estar bien, aunque nuestros principales bancos se caigan? ¿Creerá que, si el país pierde, su partido gana automáticamente? ¿En qué está pensando?".

Si quieren asegurarse de que Estados Unidos se convierta en una nación mediocre, sigan vilipendiando a cada figura pública que tiene un traspié en sus esfuerzos por encontrar una salida a esta crisis, como el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, o Ed Liddy, el presidente ejecutivo suplente de AIG, que aceptó trabajar por un sueldo de un dólar al año. Entonces, lograremos que ninguna persona capaz se enliste en la función pública.

Así lograremos que cada banco que ha recibido ayuda del Estado se deshaga de ella lo más pronto posible para no ser objeto de escrutinio, aunque eso debilite sus balances y los vuelva aún más incapaces de prestar dinero. Y así también lograremos no salir nunca de esta crisis bancaria, porque la solución depende de conseguir fondos privados que se acoplen a los del gobierno para comprar los activos tóxicos. Y a los administradores de esos fondos, hoy por hoy, los aterra cualquier tipo de colaboración con el gobierno.

El presidente Barack Obama desperdició una gran oportunidad con el escándalo de AIG. La bronca popular era justificada. Pero más que avivar esas llamas y permitir que el Congreso se amotinara, el presidente debería haber dicho: "Yo me ocuparé".

Debería haber salido por cadena nacional para tener esa charla informal que el país estaba esperando. Una charla en la que explique qué tan profunda es en realidad esta crisis, exactamente cuánto sacrificio se espera de nosotros para salir de ella. Y después tendría que llamar a esos ejecutivos de AIG -y a todos esos otros que en nuestra urgencia por sanear el sistema bancario hayan recibido bonificaciones inmerecidas- y decirles que su presidente les pide que devuelvan la plata "por el bien de su país".

El presidente, por encima

Si Obama les hubiera dado a los ejecutivos de AIG un motivo para sentirse orgullosos, una gran misión nacional a la que sumarse, apuesto lo que sea a que nos habrían devuelto la mayor parte de nuestro dinero voluntariamente.

Inspirar en los demás buenas conductas da mucho mejores resultados que imponerlas. Y habría elevado al presidente al lugar en el que debe estar: por encima de las reyertas parlamentarias.

"No hay nada más poderoso que un liderazgo que inspira en los demás el despertar de los principios en pos de una gran causa", dijo Dov Seidman, presidente ejecutivo de LRN, que ayuda a las empresas a fomentar la cultura de la ética, y autor del libro How .

Lo que hace que una empresa o un gobierno sean sustentables, agregó, no es agregar más leyes coercitivas y regulaciones para controlar el comportamiento. "Cuando a los empleados o a los ciudadanos los mueven sus valores y principios, harán lo correcto, sin importar lo difícil que sea la situación," dijo Seidman. "Las leyes dicen lo que podemos hacer. Los valores nos inspiran a hacer lo que debemos hacer. La tarea de un líder es inspirar esos valores."

En este momento, no tenemos un liderazgo muy inspirador. Del lado de las empresas, escuchamos hablar de instituciones demasiado grandes para caer, sin importar lo imprudentes que sean. De parte de los banqueros, escuchamos que hay contratos sagrados que no se pueden romper, sin importar lo injustos que sean. Y de parte de nuestros inmaduros y flamantes funcionarios, escuchamos que todo es culpa "del gobierno anterior". Nunca antes había hablado con tanta gente en una misma semana que me dijera: "No sabés, escucho las noticias y me deprimo".

Bueno, quizá la ayuda ya esté en camino: hemos desviado nuestra atención hacia las bonificaciones porque el gran tema -el verdadero tema-, el plan integral del presidente para sacar los activos tóxicos del tambaleante sistema bancario, punto clave de nuestra recuperación económica, ha tardado demasiado.

Así que toda clase de temas menores y payasos han crecido en importancia para confundir a la gente. Ojalá el plan esté listo hoy, y ojalá el presidente logre encolumnar al país detrás de él, y ojalá que los legisladores que deben aprobarlo recuerden que no son momentos para la política de siempre, y que nuestro país, lamentablemente, no es demasiado grande para caer. Ojalá…