Perspectiva de la minería boliviana

La última palabra respecto al negocio minero no está dicha, por lo que en Bolivia no debe bajarse los brazos en un sector que tiene bastante margen para crecer y, lo más importante, servir de fuente de trabajo para los sectores sociales más depauperados del país.

laRazon Subeditorial La Razón

La buena noticia de las dos últimas semanas es que el precio del zinc, que hasta octubre último sufrió fuertes caídas, al extremo de que algunas minas del sector privado y cooperativo optaron por suspender sus actividades, se ha recuperado de manera significativa, por lo que unas ocho cooperativas volvieron ya al trabajo, en los departamentos de Potosí y Oruro.



La cotización de este mineral en el mercado de Londres subió a $us 0,63 la libra fina, después que el 23 de octubre del 2008 había bajado a $us 0,48. El Ministerio de Minería informó entonces que entre el 2 de enero y el 21 de octubre del año pasado, se produjo una caída del 111%.

Al producirse aquel fenómeno, el Ejecutivo creó un fondo de $us 13 millones para la estabilización del precio del mineral, pero el dirigente cooperativista Andrés Villca informó a La Razón que, lamentablemente, este

sector no pudo acceder a este aporte, “porque algunas comercializadoras no han podido dar las garantías del caso”.

Otro importante mineral que también se está recuperando es el estaño. De los $us 4,49 la libra fina, que registró en diciembre último, hasta este lunes subió a $us 5,40.

Cabe anotar que en los seis años pasados (2003-2008), Bolivia multiplicó sus ingresos por la venta de minerales de $us 372 a $us 1.923 millones. Con ello, se colocó en el segundo lugar en las exportaciones del país, después del gas natural. El crecimiento se debió al aumento de la producción y de los precios.

Sobre la base de estos antecedentes, los proyectos mineros estatales están en trance de ser impulsados. Entre ellos se hallan la fundición de Karachipampa, la construcción de un nuevo ingenio para Huanuni, la fundición de Vinto y la explotación del yacimiento de cobre en Corocoro, a cielo abierto. En el pasado, su explotación era subterránea, llegaba a más de 80 metros de profundidad, donde el agua era caliente y los perforistas tenían que ser bañados con mangueras.