Los signos de la crisis

Habría que tener cuidado, porque hay otro tipo de crisis que está dañando la economía boliviana. Sin relación con la crisis financiera internacional ni con la caída del precio del petróleo y de los minerales que se da desde la segunda mitad del 2008, en Bolivia hay signos preocupantes.

laRazon Los indicadores internacionales coinciden, finalmente, en el diagnóstico de que la crisis ha tocado fondo y que ahora hay que esperar la recuperación.

En EEUU, el país que representa 25% de la economía mundial, la única duda es que quizá los bancos no tengan el dinero suficiente para respaldar la recuperación. En Europa, Alemania ha comenzado a recuperar los signos de una economía sana, aunque otros países se están demorando en dejar atrás la crisis. Desde el Asia, China alienta otra vez la recuperación de algunos sectores, por ejemplo el de la soya, con su enorme demanda.



Respecto de Bolivia, los organismos internacionales dicen que podría librarse de mayores impactos de la crisis internacional debido al nivel de sus reservas. A esto, el ministro de Economía, Luis Arce, añade el detalle de que este año no hará falta reformar el presupuesto por la caída de los ingresos por las exportaciones porque, sencillamente, las prefecturas y las alcaldías tienen todavía dinero para gastar del presupuesto del 2008.

Es decir que la baja ejecución de los presupuestos del año pasado termina siendo una fuente alternativa y que funciona como una previsión no programada por nadie sino creada por la poca capacidad de ejecución de las administraciones departamentales y municipales. Esto significa que Bolivia podría evitarse los peores efectos de la crisis internacional gracias a causas providenciales, como son los altos precios del petróleo (y del gas) y de los minerales que se registraron el año pasado, y la mencionada baja ejecución presupuestaria.

Quizá estos datos alienten a alguien a gritar victoria. Pero habría que tener cuidado, porque hay otro tipo de crisis que está dañando la economía boliviana. Sin relación alguna con la crisis financiera internacional ni con la caída del precio del petróleo y de los minerales que se da desde la segunda mitad del año pasado, en Bolivia hay signos preocupantes.

En estos días finales de mayo, Bolivia está importando gasolina, diesel oil y gas licuado de petróleo (GLP), además de que los precios del gas natural de exportación han caído en 37% y los ingresos por exportación de minerales cayeron en 42%.

En el sector petrolero la realidad preocupa: Argentina ha desahuciado el contrato para aumentar sus importaciones de gas en 20 millones de metros cúbicos (el contrato de ahora sólo habla de 7,7 millones) y Brasil ha archivado su intención de duplicar sus importaciones, que ahora son de 30 millones.

El clima de inversiones es negativo, como lo reflejan las calificadoras internacionales de riesgo y como lo pintan con dramatismo los hechos de todos los días. Las petroleras sólo muestran intenciones de producir exactamente lo necesario para exportar. Las nuevas inversiones han sido desalentadas por la inestabilidad política y por los anuncios de los pueblos originarios del oriente que no tolerarán operaciones que no acepten sus condiciones, que son desconocidas.

En el campo minero, la situación es reflejada en estos días por una marcha de mineros que partió de Caracollo hacia La Paz con la exigencia de que el Gobierno resuelva el conflicto.

En los demás sectores de la economía nacional, el panorama es más triste. Lo cierto es que la crisis boliviana no tiene, ni tendrá, relación con la crisis internacional.