Dificultades con Perú

Tal parece que se busca separar artificialmente a ambos pueblos. Y se distancian al extremo de que el Consulado del Perú en El Alto ha tenido que pedir protección para sus connacionales, quienes recibieron amenazas de expulsión del país por parte de la dirigencia alteña.

laRazon Editorial La Razón

Parece que ni el presidente Evo Morales ni su Gobierno están dispuestos a oír ninguna reflexión sobre el deplorable manejo que se está haciendo de las relaciones diplomáticas con Perú, que daría la impresión —esperemos que falsa— de un consciente propósito de deteriorarlas al máximo. Los argumentos que esgrime el Ejecutivo para justificarse no han llegado a convencer, salvo, tal vez, en los seguidores del régimen, a quienes poco importan las relaciones internacionales ni nuestros históricos vínculos con Perú.



Los medios periodísticos, cada vez que el Gobierno boliviano ha cuestionado a su homólogo del país vecino, han difundido noticias de impacto en la región. Pero, además, ex cancilleres y expertos en relaciones internacionales se han manifestado llamando a la prudencia y al recato. Sin embargo, lo más importante es el pueblo boliviano, que, siempre afecto al Perú, no entiende los motivos para un alejamiento como el actual.

Cualquier motivo es válido para arremeter contra nuestros vecinos. Las diferencias en el plano personal de los mandatarios boliviano y peruano están a flor de piel y han sido, seguramente, las razones que más inconvenientes han acarreado. Si se va a encarar esta situación con la franqueza necesaria, para nadie es secreto que el presidente Alan García no goza de la simpatía del Movimiento al Socialismo (MAS) y su elección en Perú decepcionó en los altos círculos oficiales de La Paz.

En esas anómalas circunstancias, si no existe un diálogo fluido entre los mandatarios, todo asunto bilateral se convierte en problema. El tema comercial en el ámbito de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), los tratados de libre comercio con Estados Unidos y Europa, los reclamos sobre asilados bolivianos y, últimamente, hasta la política exterior peruana con Chile sobre el diferendo de aguas marítimas, que se ventila en la Corte Internacional de Justicia de La Haya, han tenido una reacción crítica en Bolivia.

Manifestar —como ha hecho el presidente Morales— que Perú ha interpuesto su alegato en La Haya para “perjudicar a Bolivia”, es algo que no se puede afirmar de manera tan categórica. Para eso está nuestra Cancillería, nuestra embajada en Lima y también la habilidad y la destreza diplomática. Pero, además, vaticinar que Perú “sabe que la demanda la va a perder”, es, no sólo un gesto inamistoso, sino que refleja un deseo inocultable: que gane Chile.

¿Cómo se puede explicar esto en Bolivia? ¿Cómo puede entender la opinión pública que se haya llegado a este extremo? Porque habrá que comprender que ya no cabe afirmar que la diferencia es con el presidente García, sino que va más allá, que la animadversión es contra el país. Tal parece que se busca separar artificialmente a ambos pueblos. Y se distancian al extremo de que el Consulado del Perú en El Alto ha tenido que pedir protección para sus connacionales, quienes recibieron amenazas de expulsión del territorio nacional por parte de la dirigencia vecinal alteña, afín al MAS. Esto tiene que detenerse de inmediato. Nuestras relaciones con Perú no pueden deteriorarse más. Por lo menos, para que baje la tensión, el presidente Alan García ha tenido el acierto de disponer que ninguna autoridad peruana conteste a lo que exprese el mandatario boliviano.