¿Hay canciller y cancillería?

image Por Sergio P. Luís – Profesional independiente

El señor David Choquehuanca es atildado y de hablar suave. Estos dos atributos, sin embargo, no le alcanzan para su buen desempeño en la conducción de la Cancillería. Es más: Choquehuanca no cuenta, como sus antecesores, con un ministerio que, pese a sus carencias, tenía funcionarios experimentados que ahora escasean, aunque en los últimos veinticinco años se fue superando la idea de que el servicio exterior es parte del botín de los gobiernos. Ahora, el oficialismo ha revivido esa idea.



Choquehuanca, autor y víctima del desmantelamiento institucional, piensa que los problemas desaparecen con sólo negarlos, o minimizarlos. “No pasa nada…”, “todo está normal…”, “es natural que haya diferencias y que se retiren embajadores…”, “todo se va a solucionar y en eso trabajamos”.

Mientras tanto, funcionarios ajenos al sector lanzan furiosas acusaciones, insultos y bravuconadas contra países, gobiernos, dignatarios y tendencias políticas. Estos voceros internacionales del oficialismo señalan, por su cuenta, líneas de política exterior, creando incongruencias y contradicciones. Es verdad que el presidente es el conductor de las relaciones internacionales del país pero, por eso mismo, él tendría que cuidar –no lo hace– una adecuada coordinación con la institución supuestamente especializada. Al no hacerlo, esos funcionarios de segundo orden creen que deben repetir las “metidas de pata” del jefe.

Un patético ejemplo: un viceministro –Sacha Llorenti– afirmó que el gobierno del Perú ha agredido al país en cinco oportunidades. Las enumera, desnudando su ignorancia. La primera “agresión”: “Las negociaciones del Tratado de Libre Comercio que efectuó el Ejecutivo peruano con Estados Unidos y la Unión Europea, al margen de la Comunidad Andina de Naciones, de la que Bolivia forma parte”. No sabe lo qué significa agresión, ni su diferencia con las discrepancias en la aplicación de un tratado multilateral, lo que generalmente se sujeta a arbitraje.

Menciona también como agresión a Bolivia la demanda del Perú contra Chile ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya por el límite marítimo entre ambos países. Esto no es agresión. Llorenti muestra que está perdido. Pero la limitación de espacio conspira contra la posibilidad de aclararle lo que tiene tan oscuro.

Otra: Afirma que el asilo concedido por el Perú a políticos bolivianos es una agresión a Bolivia. El espontáneo declarante no sabe que, según los tratados sobre asilo, corresponde al Estado asilante definir la condición de los que buscan refugio en sus embajadas (asilo diplomático) o en su territorio (asilo territorial).

Para llegar a las cinco supuestas agresiones, Llorenti recuerda la “llegada al país de una comisión parlamentaria peruana que investigaba las Casas del Alba, que según la versión de esos legisladores funcionaban como oficinas políticas de Venezuela”, y termina refiriéndose a la “provocación” del vicepresidente del Congreso peruano que, en un encuentro de presidentes de Senado de América Latina, anunció que planteará que se vete el ingreso en territorio peruano de los dirigentes masistas de Bolivia: Ávalos y Zurita.

Estas demasías serían, en parte, una reacción del oficialismo, porque la Organización de Naciones Unidas corrigió al presidente Morales: los cruentos sucesos de Bagua en la Amazonía peruana no constituyeron un genocidio, sino un enfrentamiento.

Mientras tanto, para Choquehuanca, nada pasa, nada es grave, todo es normal y usual…

Ya no hay canciller ni cancillería… sólo quedan los espontáneos…