La ‘Bolivia’ que exportamos

Lo mismo que denuncia Alan García sucedió en Bolivia el 2003. Fuerzas extrañas conspiraron contra el futuro de la industria gasífera.

ElNuevoDia Editorial El Nuevo Día

En Tarija, el dirigente Marcial Rengifo ha dicho que no se van a cansar de bloquear hasta conseguir que la Prefectura tarijeña aumente un bono de 2.000 a 6.000 bolivianos. Vaya trampa en la que se metieron las autoridades chapacas, que ahora tienen al frente a personas que literalmente quieren cobrar un jugoso sueldo por bloquear. Con esa plata en el bolsillo, para qué trabajar.



Ese es el país que tenemos, el que nos está doblegando, el que nos ha dejado la cultura del bloqueo como principal característica y esa es la tenacidad de los “movimientos sociales” bolivianos, la que parece haberse convertido en un producto de exportación.

No hay cómo dejar sospechar que sea el MAS el que está detrás de los nueve días del cerco a Tarija, como lo estuvo en Sucre y en Santa Cruz y como ocurrió también en Cochabamba, donde la senadora oficialista Leonilda Zurita era la encargada de repartirles víveres a los cocaleros que incendiaron la Prefectura y que estuvieron a punto de desencadenar una carnicería humana.

Ahora los peruanos tienen suficientes motivos para sospechar que detrás de las protestas que causaron más de 30 muertos en una región amazónica, no sólo está el espejo boliviano, sino también el aliento y algo de “know how” nacional. Como evidencia se ha mostrado una carta del presidente Morales, dirigida el 29 de mayo a los movimientos sociales peruanos, en la que dice que es “el momento para que todos sepan que nuestra lucha no termina, que de la resistencia pasamos a la rebelión y de la rebelión a la revolución. Este es el momento de la segunda y definitiva independencia”.

En el país vecino no terminan de salir del asombro por la forma cómo actuaron los campesinos que se oponen a las inversiones petroleras en una zona que consideran su territorio. Entre la treintena de muertos, la mayoría policías, hay diez de ellos que fueron degollados, mientras que los otros fueron asesinados a golpes y balazos. El presidente Alan García hizo mención a cierta influencia extranjera, sin mencionar nombres, aunque no fue necesario mucho esfuerzo expresivo para que varias autoridades bolivianas se sientan aludidas, especialmente la ministra Celima Torrico, a quien le brotó toda su vena sindicalista y acusó al jefe de estado peruano por la violencia que se desató el viernes y se mantuvo durante el fin de semana. Esa fue casi una constatación de que hay algunos en el MAS que están actuando como parte interesada en un conflicto ubicado a muchos kilómetros de La Paz.

Lo más grave que ha dicho Alan García es que supuestamente existen intereses extraños que tratan de boicotear el auge gasífero que vive el Perú y que ha superado al que estaba viviendo Bolivia antes del año 2003. Ese año, el país estaba por concretar un negocio que hubiera podido elevar significativamente las exportaciones de gas y consolidar reservas hidrocarburíferas fabulosas, con inversiones que hubieran convertido al país en el centro energético continental. Fuerzas internas comandadas por gente que ahora gobierna Bolivia, sumadas a otras fuerzas externas aniquilaron todo ese plan y hoy, en cambio, se hacen esfuerzos para evitar que la industria petrolera boliviana no caiga en la destrucción total. A lo mejor Alan García puede identificar esas fuerzas.