El oportunismo de izquierda

DANTE N. PINO ARCHONDO

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Con el puño cerrado en alto, gritos de guerra, declaraciones encendidas, expulsiones diplomáticas, nacionalizaciones de nuevo siglo y desafíos para extirpar el capitalismo, un grupo de oportunistas que se dicen ser de izquierda gobiernan Bolivia.



Toda esta manera de mostrarse, de proyectarse en la pantalla, de usar los medios sirve solo para confundir, para ocultar su esencia, su ser. Tienen a las masas impresionadas y a los burgueses confundidos, con toda una parafernalia de imágenes, ora con casco petrolero nacionalizando, ora con poncho y coca en la boca arengando campesinos, ora sentados en lujosas sillas palaciegas comunicando la expulsión de la DEA y del propio embajador norteamericano, ora viajando en aviones de lujo prestados junto con helicópteros que les permitan desplazarse en horas por todo el territorio nacional, ora dando la mano a reyes, primeros ministros, presidentes, se sienten poderosos y saben hechizar a esas masas ignorantes que les miran con asombro.

Mineros agotados por el trabajo, cocaleros satisfechos por la inexistencia de controles, gremiales temerosos de no poder ejercer el contrabando, campesinos que ingresan al Palacio para hacer ofrendas a sus dioses, capas medias empleadas en el aparato burocrático del Estado, adulonas y temerosas, dirigentes sindicales corruptos, todos creen que esas imágines y forma de vida que les muestra Evo Morales es izquierda, es el cambio, es el pueblo en el poder.

Ser de izquierda es poder conseguir un empleo público, recibir bonos, usar los bienes del Estado como propios, colocar a la familia en puestos para los cuales no están capacitados, asistir a marchas y concentraciones. Esta es la manera que tienen los oportunistas de enseñarle al pueblo lo que es ser de izquierda.

Pero no es solo la forma, “esa manera de mostrarse”, es la mentalidad que están creando lo que realmente preocupa. Esa manera de pensar y considerar todo esfuerzo personal como individualista, de tratar a la empresa y al empresario como enemigos, de contraponer a lo individual lo comunitario como un valor superior y a la actividad empresarial como algo que se debe soportar como mal menor, frente al Estado que debería ser el padre que todo lo da y todo reparte.

El oportunismo izquierdista está destruyendo valores e ideales de: trabajo, esfuerzo propio, creación de riqueza, dignidad y educación liberadora, por una concepción en la que el Estado debe dar todo y exigir solo la obediencia y sumisión al caudillo.

Y viven en una constante contradicción entre su discurso y sus acciones. Nacionalizan pagando previamente el valor de los activos y pasivos incluidos, crean empresas que denominan estratégicas a costa del erario nacional, donde somos los ciudadanos los que sostenemos esas empresas y no al revés, abjuran del capitalismo como sistema, y fomentan el microcrédito que es la base de ese mismo sistema, reniegan de la ayuda norteamericana que califican de imperial y envían misiones que claman por plazos adicionales para programas de ayuda. Este vaivén en el que viven diariamente quieren proyectarlo como la nueva forma de hacer política y de efectuar cambios profundos.

Perder mercados, divisas, empleo y contraer la capacidad productiva, son para ellos victorias contra el capitalismo, dignas de imitar. Y se sienten orgullosos de lo que provocan. Hablan de dignidad y siembran la pobreza para seguir medrando de ella. Los oportunistas quieren un país de pobres, porque sin ellos no tienen razón de ser, apelan a la pobreza como la gran justificación de ser gobierno y la fomentan como un signo de orgullo.

Lo triste es que todo esto tiene como contraparte a una dirigencia política confundida, humillada y estigmatizada que viene caminando sin rumbo. Como los oportunistas se consideran “lo nuevo” los otros quieren ahora mostrarse iguales y acuden a la “juventud” como si esta, por si sola, fuera “lo nuevo”. Como los oportunistas hablan de cambio, los otros se desviven por ser parte del cambio, como los oportunistas declaman antiimperialismo, los otros susurran frases nacionalistas sin convicción y como los oportunistas desafían con elecciones, los otros se alistan al desafío haciéndoles el juego con padrones electorales, con denuncias de fraude, que contienen solo poses.

Por esto los oportunistas se sienten más seguros cada día y los otros llegan a La Paz a declarar ante sus fiscales, para demostrar que son buenos ciudadanos. Los oportunistas les provocan a que demuestren que no son separatistas ni terroristas y los otros comienzan a negar que sean eso, con lo cual más bien parecen confesar su pecado.

¿No es hora de parar un rato y bajarse del mundo oportunista para mirar el horizonte y darnos cuenta de que todo esto no puede llamarse democracia, ni Estado de Derecho, ni progreso y menos dignidad con soberanía? ¿Y que además esto no se soluciona con jueguitos electorales sino con un manotazo bien dado en el rostro de estos oportunistas de sueldo mensual?