La encrucijada del gas boliviano

A Bolivia se le esfuman los mercados del gas y el Gobierno no hace más que presionar a las petroleras para que aumenten la producción

ElNuevoDia Editorial El Día



No hay día en que la industria de los hidrocarburos de Bolivia no reciba un baldazo de agua fría. Justo cuando las empresas petroleras celebraban la noticia de que en el país se está volviendo a perforar en niveles crecientes para incrementar la producción, Brasil comunica que la demanda ha vuelto a caer a 20 millones de metros cúbicos diarios, mientras en uno de sus puertos, recibe el primer cargamento de LNG con unos 80 millones de metros cúbicos de gas.

El volumen de las exportaciones de gas de Bolivia hacia Brasil ha caído en un 30 por ciento este año respecto al 2008 y todo indica que el comportamiento de la demanda brasileña seguirá siendo la misma, lo que implica no sólo una significativa reducción de los ingresos, sino también la obligación de YPFB de importar volúmenes cada vez más grandes de gasolina, gas licuado y diesel, ya que si no se produce más gas, tampoco hay líquidos para el mercado interno.

Queda Argentina, país al que no se le puede vender más que siete millones de metros cúbicos de gas diarios como máximo. Hay planes y hasta papeles firmados para ampliar las ventas hasta 16 millones, pero eso depende de la construcción de un nuevo gasoducto que los argentinos se niegan a iniciar mientras Bolivia no les asegure que habrá gas y no se vean obligados, como ahora, a recurrir a los barcos metaneros o a buscar a Chávez para que les solucione sus problemas. Si las cosas marcharan bien a partir de hoy, cosa que no sucede desde hace mucho, en el 2011 estaríamos bombeando las primeras moléculas hacia el sur. De Chile hay que olvidarse por un buen tiempo pues, como se sabe, ya lo tienen todo resuelto con el LNG que les llega a la bahía de Quintero. Caro, pero puntual.

También está el Mutún, con un potencial de consumo de ocho millones de metros cúbicos, proyecto que aún no tiene fecha en el calendario y que cada vez sufre más retrasos. En el mejor de los casos, estaríamos hablando del 2014. La última alternativa es concentrarse en la producción de gas licuado de petróleo, combustible deficitario en Bolivia y con buenas posibilidades de exportación, pero esa opción podría ser una realidad dentro de unos dos años, si es que antes no se cruza en el camino otro “percance” como el de Santos Ramírez.

No hay que duda que a fuerza de presión, el Gobierno obtuvo el compromiso de las petroleras que operan en el país de incrementar sus inversiones para producir más y en parte se está dando. Prueba de ello es que ya están en Bolivia diez equipos de perforación, la mitad de los que estuvieron funcionando en la época de mayor expansión. El problema es que ninguna de las empresas se dedica a la beneficencia pública, no después de que su rentabilidad ha caído al mínimo por el acoso nacionalizador.

Las petroleras aseguran que están poniendo de su parte y esperan que el Gobierno haga lo suyo con el desarrollo de los mercados. En YPFB no lo entienden y prefieren seguir en su ley. Ahora quieren hacer auditorías en cada empresa para ver si cumplen con las inversiones convenidas. Y mientras se mantiene la discusión y este comentario es leído por usted, amigo lector, otro barco metanero está llegando a Brasil y otro va en camino a Chile.