La revolución que desapareció sin dejar huella

image

image JOAQUIM IBARZ | 20/07/2009 – 02.35 horas – LA VANGUARDIA

Hace treinta años, los nueve comandantes que dirigían el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) subieron a la tribuna para celebrar la derrota de la dictadura de los Somoza



Rosario Murillo y Daniel Ortega, la autocracia matrimonial

image

AP Rosario Murillo y Daniel Ortega, la autocracia matrimonial

Hace treinta años, los nueve comandantes que dirigían el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) subieron a la tribuna para celebrar la derrota de la dictadura de los Somoza; disciplinadamente se colocaron en el orden histórico. Primero, Tomás Borge; luego, Víctor Tirado, Humberto Ortega, Henry Ruiz, Daniel Ortega, Bayardo Arce, Carlos Núñez, Jaime Wheelock y Luis Carrión. Ayer, en la celebración del 30 aniversario de aquella revolución sólo estuvieron presentes tres de los nueve comandantes, Bayardo Arce, Daniel Ortega y Tomás Borge, precisamente los más cuestionados por escándalos de corrupción, nepotismo y abuso de poder.

El FSLN nació en 1961 bajo inspiración de la revolución cubana, que logró tras una prolongada lucha armada movilizar a gran parte del pueblo nicaragüense para derrocar un 19 de julio de 1979 al régimen dinástico de Anastasio Somoza, que impuso por casi medio siglo una despótica dictadura militar.

Ante la intolerancia de Daniel Ortega y Tomás Borge, a los que el propio Humberto Ortega, ex ministro de Defensa, calificó de "ortodoxos, radicales y esquemáticos", el ex vicepresidente Sergio Ramírez se separó del sandinismo oficial para formar el Movimiento Renovador Sandinista, MRS, con la mayoría de cuadros de la Revolución. Desengañado, el padre Ernesto Cardenal, referente moral del FSLN, rompió con el movimiento que ilusionó a medio mundo.

De los nueve comandantes históricos, uno falleció joven, Carlos Núñez. Los de más renombre, como los hermanos Ortega, Borge, Arce, Wheelock, pronto se convirtieron en los nuevos oligarcas. Humberto Ortega es hoy un empresario próspero, que disfruta con discreción en Costa Rica de su riqueza. Tirado, Ruiz y Carrión son críticos con el sandinismo.

En 2007, Daniel Ortega volvió al poder gracias a una alianza anti natura con el ex presidente derechista Arnoldo Alemán, condenado en 2003 a 20 años de cárcel por lavado de dinero, fraude, peculado y malversación de fondos públicos.

Víctor Tirado denuncia a "La Vanguardia" que Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo han acumulado una fortuna obscena. Ortega y su esposa Rosario Murillo sustituyen de facto a la dirigencia histórica del FSLN (Ortega fue acusado de violación por Zoila América, hija de Rosario Murillo). El FSLN que dejó de ser un movimiento político formal para girar ahora alrededor de un caudillo y una familia. Según el ex comandante Tirado, "del programa del FSLN no queda nada; el programa de Daniel es el Estado botín, con nepotismo, demagogia, doble moral, amenazas, miedo. Los que se llaman sandinistas nos avergüenzan".

"En Nicaragua en vez de democracia hay una neodictadura en alianza con la derecha. El socialismo del siglo XXI que promueve Hugo Chávez, que Ortega dice seguir, es una farsa, no tiene nada que ver con la izquierda", señala Tirado.

De la revolución sandinista que cautivó al mundo no queda nada. Es una caricatura de lo que soñaban los jóvenes que combatieron a Somoza.

Sergio Ramírez señala que los ideales de la revolución desaparecieron "bajo un alud de desesperanza, frustraciones, confusión ideológica, retórica vacía, y de olvido". En su segunda visita a Nicaragua en 1996, el papa Juan Pablo II habló de la noche oscura al referirse a la época sandinista. Muchos nicaragüenses dirían ahora que el país sufre una noche más oscura. Ramírez, que fue figura destacada del FSLN, afirma que "nunca antes la riqueza ha estado peor repartida, ni han sido tantos los pobres que arañan en los basureros de Acahualinca sobrevolados por los zopilotes, o que recorren en bandadas las vecindades de los semáforos en las calles de Managua vendiendo de todo, y que cuando cae la noche regresan a las barriadas de casas improvisadas con ripios y desechos de empaque, y que se multiplican a diario".

Ramírez destaca que hoy no sobrevive la alfabetización, ni el ensueño de la educación popular que llevaría a todos los estudiantes de la escuela primaria hasta el cuarto grado. Los índices de analfabetismo han retrocedido hasta niveles de ayer, y un millón de niños, la mitad de la población de edad escolar, no tienen escuelas adonde ir. Los barrios de Managua de lejos parecen un enorme campamento de damnificados. De cerca, muestran pobreza, suciedad, marginación. Los viajeros que llegan a la capital de Nicaragua se preguntan si alguna vez hubo una revolución.