Oportunidades. En la nivelación de primer año hay 30 cadetes originarios. Los nativos se destacan por su físico. Ellas sobresalen como estudiantes. Actualizan currícula acorde a la CPE.
Instrucción militar.
LA RAZÓN
Claudia Soruco * La Paz
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
La joven que hace un mes llegó al Colegio Militar (Colmil) luciendo una pollera rosada, blusa blanca, sombrero café y trenzas negras hoy viste uniforme camuflado, botas y lleva el cabello corto. Son las 16.15 del 30 de marzo y Griselda Callizaya Mamani (20) entrena con un fusil.
Oriunda del cantón de Chúa, provincia Omasuyos de La Paz, Griselda integra el grupo de 30 indígenas (ocho mujeres) que pasan un curso de nivelación para ingresar al primer año del Colegio Militar, gracias al Programa de Igualdad de Oportunidades (PIO). Ellos anhelan convertirse en subtenientes, tras cursar los cinco años de estudio.
Este 2010 egresará la primera promoción de indígenas, integrada por siete varones de diversas comunidades que ingresaron el 2006 junto a otros ocho que abandonaron.
El afroboliviano Gualberto Barra, de 23 años, es uno de los que se graduará. El carisma, la fuerza y el deseo de aprender lo convirtieron en uno de los estudiantes más queridos y respetados en el Colegio Militar, coinciden dos cadetes de quinto año que acompañaron a La Razón en una visita que duró más de 16 horas en la entidad castrense, desde las 04.45 hasta las 21.00.
Todos, sin distinción, deben realizar la misma instrucción, con la salvedad de que los indígenas recién llegados tienen que pasar seis meses de nivelación en matemáticas, física y química.
Son las 16.30 y mientras los cadetes y los indígenas que se nivelan realizan prácticas gritando entre uno y otro ejercicio, Barra y sus camaradas se aprestan a bajar desde la torre multipropósito, una estructura de madera de 25 metros.
Gualberto es de Chicaloma y se convertirá en el segundo afroboliviano de esa población en graduarse. “Me siento afortunado por eso y por estar en la primera promoción de indígenas que se gradúan”.
El 13 de agosto del 2006, a pedido del presidente Evo Morales, se aceptaron los primeros 15 indígenas, abandonaron ocho. En total son 34 cadetes; en quinto año hay siete; en cuarto, 12 (10 varones y dos mujeres) y en tercero, 15 (13 hombres y dos mujeres). Otro de los que está a punto de graduarse es Rodolfo Choque, oriundo de Luribay (La Paz).
El comienzo no fue fácil para Barra, quien es delgado y mide 1,75 metros. Recuerda que cuando fue aceptado por el PIO para ser parte de los postulantes a ser cadetes, sus padres lloraron emocionados.
“No podían disimular el orgullo porque su hijo estaba comenzando a lograr uno de sus sueños”.
Ese mismo sueño es el que tiene Griselda, quien se siente feliz. “Lo que primero quiero es salir como subteniente y luego, algún día, ser general. Yo creo que se puede”.
Se les da una beca
* El Programa de Igualdad de Oportunidades (PIO) da becas a los indígenas que ingresan al Colegio Militar, dice el comandante de la institución, coronel José Rojas. Para beneficiarse, deben cumplir algunos requisitos, entre éstos el haber vivido y estudiado en una comunidad y hablar un idioma nativo. Los candidatos son propuestos por sus comunidades. Para primer año no hay mensualidades, aunque los cadetes deben costear su uniforme militar.
Los cadetes nativos se destacan por su físico
El anhelo de los estudiantes del Colegio Militar es ser los futuros generales bolivianos
• Ejercicios. El cadete Gualberto Barra trepa la torre multipropósitos.
Como si fuera un trapecista profesional, el cadete indígena de quinto año Gualberto Barra trepa por una estructura de más de 25 metros de alto, denominada la torre de multipropósito, y desciende por una cuerda sin más ayuda que un guante que protege una de sus manos.
Él, como otros estudiantes originarios del Colegio Militar, se caracterizan por su buena condición y resistencia física y su disciplina, coinciden camaradas y oficiales.
Barra, oriundo de Chicaloma, integra el grupo de siete cadetes indígenas que se graduarán este año como subtenientes del Colegio Militar y que aspiran en el futuro a ser los generales de Bolivia.
Al respecto, Rodolfo Choque, indígena oriundo de Luribay (La Paz) y también de quinto año, reconoce el esfuerzo que ha hecho para cumplir la meta. “Es un gran paso el que hemos dado y el máximo anhelo que tenemos es de ser los futuros generales de Bolivia”.
El comandante de la institución, coronel José Félix Rojas, dice que en lo académico los cadetes originarios no tuvieron problemas, “porque hubo una nivelación en cada uno de los jóvenes y ahora en los postulantes (los que pasan el curso preparatorio de seis meses). En el tema físico se adaptaron perfectamente y realizan bien sus instrucciones”.
El segundo comandante del Colegio, coronel Carlos Ruck, acota: “Hemos visto que hay indígenas que se destacan en muchos aspectos y que se esfuerzan mucho; por ejemplo, hay mujeres indígenas que tienen mucha capacidad y buena resistencia para el atletismo”.
Barra cuenta que tuvo buena condición física desde que estudiaba en el colegio 5 de Mayo, en su población natal. Aunque “al principio me costó (en el Colegio Militar), luego me acostumbré”.
Uno de sus camaradas destaca sus condiciones . “Trepa hasta los mástiles de las banderas. Parece un monito, incluso lo hace descalzo”.
Ruck destaca también la disciplina y la adaptación a la vida militar. Los otros estudiantes del Colegio —en total, cerca de 900 inscritos— también mantienen una óptima condición física y acatan disciplinadamente las reglas.
Todos deben cumplir, obedecer y no hay distinciones por la procedencia o el sexo. Muestra de esto es el entrenamiento que el martes 30 de marzo, desde las 14.30, realizaban las cadetes indígenas Griselda Callizaya y María Isabel Apaza, del curso de nivelación para ingresar al primer año.
Después de correr 100 metros planos, se lanzaban al suelo y, sin descansar, simulaban que se escondían del enemigo. Luego se levantaban y corrían a otro sector.
“No hay preferencia porque seamos mujeres, hacemos lo mismo y nos gusta. Creo que lo hacemos bien”, dice Griselda.
El martes 30 de marzo, a las 05,15, los cadetes de primer año se ejercitaban en el patio. Todos vestían buzos plomos. Ellas, pese a no superar 1,58 metros de estatura, mostraban el mismo ímpetu que sus compañeros.
En el grupo estaba Fernando Marupa (22), oriundo de Tumupasa (provincia Abel Iturralde, norte paceño). Destaca por su condición física. Asegura que se la debe a que mientras cursaba su enseñanza media trabajaba transportando madera.
Levantarse temprano
* “En mi pueblo me acostumbré a levantarme temprano, así que no tengo problemas en despertar todos los días a las 5.00”, cuenta Iván Silvestre, nacido en la comunidad de Saitoco de la provincia Ladislao Cabrera en Oruro. Por la madrugada, y luego de sus estudios, Iván, uno de los postulantes PIO ayudaba a su familia en el trabajo de la tierra. “Cultivábamos papa, quinua y debíamos trabajar en la tierra desde muy temprano todos los días inclusive fines de semana”. De igual forma otros indígenas que realizan el curso de nivelación aseguran que mientras vivían en sus comunidades trabajaban la tierra desde muy temprano. “Me levantaba a las 5.30 y ayudaba a mi familia, lavaba, cocinaba”, dice Griselda Callizaya, de Chúa.
En el Colegio Militar la instrucción es rígida
* “¡A levantarse, cadetes! ¡Rápido, rápido! ¿Por qué tardan tanto? ¡Vístanse de una vez!”. Ésas son las primeras palabras que los postulantes y cadetes del Colegio Militar escuchan todas las mañanas, a las 5.00, de parte de sus superiores, cuando el clarín les anuncia la hora de despertar.
No importa el cansancio o el frío, los muchachos deben estar aseados, vestidos y dejar las camas tendidas en 15 minutos tras escuchar el clarín. Luego de esto deben dirigirse a formar al Patio de Honor. Detrás presionándolos para que se apuren están sus oficiales, que deben levantarse unos 20 minutos antes que los cadetes.
“Es una instrucción, un régimen de vida muy estricto, pero a medida que el cadete lo va viviendo se va acostumbrando. Así es la instrucción militar”, comenta el segundo comandante del Colegio Miliar, Carlos Ruck.
Luego de formar en el patio, los estudiantes realizan ejercicios como flexiones de brazos y trotes. Quienes se atrasan en llegar, pierden puntos en sus calificaciones y si reinciden son arrestados.
Media hora de ejercicios y a las duchas, para luego formar para dar parte a los superiores, entonar el himno e izar las banderas (la tricolor y la wiphala). Después, a desayunar, en un par de minutos. Cuando estuvo La Razón, los jóvenes comieron un revuelto de huevo, marraqueta y café.
Las clases y la instrucción comienzan a las 08.00.
Ellas sobresalen como estudiantes
Las cadetes hacen gala de disciplina y orden. Hay 149 en el Colegio Militar
Voz de mando. La brigadier de quinto año Paola Portugal muestra su casillero personal.
“¡Cabo de guardia! ¿Dónde está el baño?” La pregunta de la cadete de quinto año del Colegio Militar, Paola Portugal, suena a orden. El soldado responde rápidamente: “Está por allá”. Y ella replica “¡Vaya a ver si está ocupado!”. Debe obedecer, son las reglas.
Con un carácter enérgico, la brigadier instruye a diario a sus camaradas de cursos inferiores a cumplir sus órdenes. Mide menos de 1,60 metros, tiene tez blanca, usa lentes y es una de las estudiantes más destacadas de su nivel.
“La mujer tiene más valentía que el hombre. Hay camaradas que realizan más actividades físicas que los hombres”, dice el segundo comandante del Colegio Militar del Ejército, coronel Carlos Ruck.
Paola y 148 mujeres más integran la población estudiantil femenina del Colegio, que llega a cerca de 900 cadetes, explica el comandante de la institución, coronel José Félix Rojas.
De las 149 mujeres, 31 están en quinto año; 25, en cuarto; 27, en tercero; y 66, en primero. También hay ocho del Programa de Igualdad de Oportunidades (PIO) que pasan cursos de nivelación para ser parte del Colegio Militar, ubicado en Irpavi.
Dos oficiales que acompañaron a los coroneles Rojas y Ruck en la visita de La Razón aseguraron que las mujeres cadetes son muy disciplinadas y, a pesar del intenso régimen físico a las que son sometidas, no se detienen en su aspiración por graduarse como subtenientes.
El coronel Ruck afirma que si bien antes en el Colegio había cierta diferenciación entre los estudiantes varones y las mujeres, hoy éstas realizan la misma instrucción, cumplen idénticos deberes y tienen las mismas responsabilidades que sus camaradas varones.
“No hay desigualdad de que las mujeres hagan diferentes ejercicios. Son cadetes y serán militares al igual que los hombres”, manifiesta.
Física y académicamente las mujeres se destacan. Un ejemplo es la cadete de quinto año Yuri Revollo, quien tiene las mejores notas de su curso y podría graduarse este año como la estudiante más destacada.
En los actos oficiales del Colegio, Revollo y otros tres varones llevan los estandartes.
De igual forma, los mejores estudiantes del primer año son dos cadetes mujeres.
“Ya nos hemos acostumbrado a ver que las mujeres se desempeñen incluso mejor que los hombres. Ahora en el Ejército hemos aprendido a compartir los mismos roles con las mujeres”, agrega el segundo comandante del Colegio Militar.
El orden y la limpieza en sus deberes son otras características de las estudiantes.
“Es verdad que siempre las mujeres son más detallistas a la hora de ordenar sus cosas y ven hasta el último detalle. Nosotros no lo hacemos igual”, dice otro de los cadetes de la entidad militar.
Las cadetes duermen en otro pabellón
La Paz * Luego de un ajetreado día, a las 21.30 llega la hora de descansar y los cadetes de todos los cursos se disponen a ir a sus pabellones. Mujeres y hombres están separados.
Detrás del Patio de Honor hay una estructura de dos pisos. Al lado derecho descansan los varones y al izquierdo, las mujeres.
Las indígenas del Programa de Igualdad de Oportunidades (PIO) duermen en un pabellón ubicado a unos cien metros de las caballerizas del Colegio Militar.
El sitio donde descansan y los baños son las únicas diferencias entre los cadetes de ambos sexos. Luego, todos a cumplir sus tareas que comienzan a las 05.00 cuando suena el “clarín de despierto”.
Deben ordenar y vestirse en determinado tiempo y sus camas deben estar tendidas. La Razón, que visitó el Colegio Militar el 30 de marzo, constató que ni bien sonó el clarín hombres y mujeres se movían presurosos, sin hablar.
Luego de tender camas, entran a los baños y se visten con el uniforme acorde a la instrucción que deben realizar.
Todos los casilleros que utilizan los estudiantes del Colegio Militar deben estar muy bien ordenados, ya que en cualquier momento, y de manera sorpresiva, los oficiales encargados podrían realizar inspecciones para verificar el estado de ellos.
Los pabellones y algunos casilleros de las mujeres tienen un aroma peculiar gracias a que ellas colocan ambientadores para aromatizarlos.
El orden de las estudiantes es reconocido por los varones. Uno que conversó con La Razón comentó que hay camaradas que arreglan más rápidamente sus camas y ordenan de mejor manera sus casilleros.
Las mujeres ingresaron en 1979
* El 23 de marzo de 1979, en una conmemoración más del Día del Mar, ingresó el primer grupo de mujeres al Colegio Militar del Ejército. Eran 24, pero 11 se graduaron cinco años después. Ése fue el momento en que se rompió la creencia de considerar la carrera militar sólo para los hombres. Hoy, esas militares poseen rangos de coroneles y aspiran en convertirse, en unos años más, en las primeras mujeres generales del Ejército de Bolivia.
Actualizan currícula acorde a la CPE
Desde este año los cadetes aprenden a construir puentes, caminos y escuelas
• Dar parte. Cadetes y oficiales del Colegio Militar forman en el Patio de Honor de la institución, el 30 de marzo a las 06.00, para presentar el parte a sus superiores.
La currícula académica en el Colegio Militar tuvo cambios en enero de este año, cuando se incorporaron nuevas materias de ingeniería enfocadas a la participación de los soldados en el desarrollo del país. De esta manera, se cumple con lo dispuesto por la Constitución Política del Estado (CPE).
Ahora los cadetes, desde el primero hasta el quinto año, adquirirán conocimientos en construcción de caminos, puentes, escuelas y hospitales.
“Estamos incrementando y reformulando nuestros planes de estudios para todos los cursos. Llegamos a la conclusión de que ésta es la manera en que nosotros podemos aportar al desarrollo”, dice el comandante del Colegio, coronel José Félix Rojas.
El artículo 244 de la CPE establece que “las Fuerzas Armadas tienen la misión de asegurar el imperio de la Constitución, garantizar la estabilidad del Gobierno legalmente constituido y participar en el desarrollo integral del país”. La doctrina militar que impulsa el Ejecutivo va en esta sintonía; además, desde enero se iza la wiphala junto a la tricolor nacional.
Otra de las materias que se reforzaron fue la de derechos humanos, que se imparte desde el 2000 en todos los cursos del Colegio Militar.
“La finalidad es que ya no haya abusos físicos y sicológicos de antes. Hoy hay que reconocer que son hechos que han quedado anclados en el siglo pasado”, agregó el Comandante.
Rojas aseguró que los oficiales o cadetes que impongan abusos físicos y sicológicos serán “severamente sancionados”, luego de que se compruebe si efectivamente hubo el maltrato.
Los de primer año, denominados “mostrencos” ocupan el último nivel de jerarquía y por eso reciben órdenes de todos. Cinco estudiantes consultados y cuatro indígenas que se nivelan, afirmaron a La Razón, que aunque hay algunos excesos de órdenes por parte de oficiales o alumnos de mayor rango, no se han dado casos de violencia o discriminación.
Uno de los alumnos contó, por ejemplo, que en ocasiones si algún cadete de mayor rango quiere comer solo en la mesa, puede ordenar que los otros se retiren.
Rojas reconoce que hace más de una década hubo abusos y “excesos muy fuertes que se hicieron costumbre”. Una de las anécdotas que recuerda es la del “submundo”. A partir de las 23.00, cuando los cadetes dormían, venían los oficiales a despertarlos abruptamente y obligarlos a realizar actividades físicas fuertes, cocinar alguna comida que se antojaron o incluso meterse a la piscina completamente desnudos.
“Algunos oficiales, por ejemplo, pedían alguna comida que era casi imposible de conseguir dentro del Colegio, así que lo que quedaba era buscar por otro lado”, recordó Rojas.
Ahora, para precautelar la seguridad de los cadetes, se instalaron buzones dentro del Colegio para dejar denuncias sobre maltratos. “Ya no debe haber los mismos abusos de antes y los cadetes lo saben”.
Rojas resalta que además la entidad ha abierto sus puertas a todos los sectores. “Aquí todos se han podido incluir y cada uno respeta al otro. No es como antes cuando sólo tres cosas primaban: el apellido, la altura y el color de la piel y si no era así lo discriminaban. Hoy todo ha cambiado”.
La entidad castrense celebra sus 119 años
* Este 18 de abril, el Colegio Militar del Ejército cumple 119 años desde su apertura. Como cada año, los miembros de la institución realizarán actos conmemorativos en su Patio de Honor frente a autoridades civiles y militares.
Los actos oficiales, que comenzarán a las 10.00, contarán con la presencia del presidente Evo Morales. Luego de los honores al Primer Mandatario y de la iza de las banderas (la tricolor y la wiphala), se entregarán distinciones a los militares destacados.
La bandera indígena se iza en el Colegio Militar desde enero de este año.
La jornada también contará con el desfile de los cadetes y las demostraciones físicas y tácticas de los estudiantes.
Las celebraciones finalizarán en el Colegio Militar con un almuerzo de camaradería en el que el presidente Morales y otras autoridades del Ejecutivo están invitados.
De diversas localidades
* Si bien antes la mayoría de los cadetes del Colegio Militar era del oriente, hoy eso ha cambiado. Hay más jóvenes de El Alto, La Paz y Cochabamba.