Quién tendría el valor de criticar la figura del fotoperiodista, profesional cuyo compromiso con la realidad le lleva a desplazarse allí donde estalla el conflicto aun a costa de su propia vida? Difícil. "El fotoperiodismo es la niña protegida de los medios, blindado por los buenos sentimientos", señala Carles Guerra, director de La Virreina Centre de la Imatge y comisario, junto a Thomas Keenan, de Antifotoperiodisme, exposición de título provocador que "trata de agitar un debate, más que hacer pasar un mal trago a los fotoperiodistas y en ningún caso lo da por aniquilado". Como ocurrió con la antipsiquiatría en los setenta, aquí las críticas al fotoperiodismo tradicional surgen desde dentro, por parte de profesionales "que en algún momento se han caído del caballo" y proponen una visión renovada, alternativa.
En total, Antifotoperiodisme exhibe el trabajo de 27 autores (artistas, fotógrafos, cineastas, compiladores de imágenes…) y, más que mostrar certezas, abre múltiples preguntas, desde la importancia de las imágenes en la construcción de la sociedad civil (sin ellas no se habla de los conflictos), al uso que se hace de las mismas o la emergencia de un mundo plagado de móviles en el que, como sucedió en la cárcel de Abu Graib, en Iraq, los soldados que torturaban a los presos eran a la vez los autores de las imágenes y los que luego se encargaban de distribuirlas.
¿Qué es el antifotoperiodismo? El primero en acuñar este término fue Allan Sekula (foto), que en 1999 propugnaba la necesidad de olvidarse de la "presión por hacerse a toda costa con la única imagen definitoria de la violencia más dramática". Valga como ejemplo su Prayer for the americans no se sabe si por necesidad o por puro placer-,acompañadas de un texto que hace referencia a la colisión de un submarino nuclear norteamericano con un barco de pesca japonés.
Los pioneros. Para los comisarios, un trabajo pionero del antifotoperiodismo fue el que realizó un peso pesado de la agencia Magnum, Paul Fusco, cuando en 1968 le encargaron un reportaje sobre el funeral de Robert Kennedy. Fusco aprovechó el traslado en tren del féretro de Nueva York a Washington para retratar a los miles de personas que se acercaban a las vías para despedirse del presidente. Fusco realizó una fascinante serie de más 2.000 diapositivas, de las que 120 pueden visionarse ahora en La Virreina. Y otro clásico, aunque más reciente, del fotoperiodismo: el trabajo de Kadir van Lohuizen, publicado por el Magazine de La Vanguardia,en el que el fotoperiodista sigue el recorrido de los diamantes, desde su explotación en las minas africanas hasta el momento en que cuelgan del cuello de una novia occidental.
La pobreza como negocio. África, y en concreto la República Democrática de Congo, es el escenario de una película del holandés Renzo Martens, Enjoy poverty, en la que el cineasta recorre el país intentando convencer a sus habitantes de que la pobreza es uno de sus grandes recursos naturales. Convence a fotógrafos locales para que saquen imágenes de mujeres violadas o niños moribundos. "En lugar de 0,75 céntimos por el retrato de una boda, podéis sacar entre 100 y 150 dólares", les dice. Sólo que, a la hora de venderlas a una ONG, esta las desprecia por su baja calidad". Las fotos, al igual que el filme (hoy a las 18.30, seguido de un debate), forman parte de la exposición. También de la construcción de un producto mediático, en este caso el estilismo de una foto de un refugiado kosovar, habla el artista Phil Collins en el vídeo Cómo crear un refugiado (1999).
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
La Vanguardia – Barcelona