Créditos «negros», hipoteca para el futuro


Desde el 2006 la deuda de Bolivia con Venezuela ha crecido de 6 millones hasta llegar a los 319 millones de dólares, es decir casi treinta veces más.

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Morales en la entrega de cheques a un grupos de alcaldes de La Paz, febrero 2009 (izq); Una cancha de césped sintética en Villa Dolores de El Alto. (Fotos Abi)



Hay algo que llama poderosamente la atención en los muy optimistas informes oficiales sobre el curso de la economía nacional. Mientras se menciona como uno de los mayores logros la eliminación del déficit fiscal, la deuda externa luego de la condonación obtenida el año 2006, ha vuelto a crecer en 400 millones de dólares, de acuerdo a un informe de la Fundación Milenio.

Ciertamente se trata de una incongruencia. La actual Administración se ha favorecido por un boom en el precio de las materias primas lo que le ha permitido obtener ingresos adicionales que no disponían los pasados gobiernos sin embargo la deuda externa crece cuando los economistas dicen que debería ocurrir lo contrario, a menos que el dinero se haya destinado a grandes obras, lo cual no se ve; algo muy raro está pasando.

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La clave nos la da el mismo informe que indica que desde el año 2006 la deuda bilateral de Bolivia con Venezuela ha crecido de seis millones de dólares hasta llegar a los 319 millones de dólares, es decir casi treinta veces más.

De entrada hay algo que queda en claro. Venezuela, o mejor dicho Hugo Chávez, no nos ha regalado nada. Se trata de un dinero que deberá ser devuelto con creces por todos los bolivianos y que ha sido prestado por motivos políticos para ser utilizado en forma irresponsable por Evo Morales con fines exclusivamente de propaganda.

Esto nos hace recuerdo a un préstamo que otorgó la dictadura militar argentina a Luis García Meza a principios de los años 80. Ese dinero sirvió para darle oxígeno a un régimen que se encontraba aislado internacionalmente pero que luego tuvo que ser devuelto, centavo a centavo, por los posteriores gobiernos democráticos.

La comparación no es arbitraria. Se debe tomar en cuenta en primer término que los «créditos» chavistas no son aprobados en el Congreso y que su uso es absolutamente discrecional, fuera de cualquier control. Cuando en alguna oportunidad se pidió un informe, las autoridades gubernamentales se limitaron a “explicar” que su uso es fiscalizado por la embajada venezolana, lo cual, de ser cierto ya significa otra irregularidad ya que, insistimos, no se trata de donaciones sino de préstamos.

Estos recursos fueron manejados directamente por el Ministerio de la Presidencia en el marco del programa “Bolivia cambia, Evo cumple”, a través del cual el presidente se dedicó a entregar canchas con césped sintético y polifuncionales deportivos en lugares donde los habitantes siguen viviendo en la extrema pobreza en casas con piso de tierra y techos de paja.

También en una primera fase como repartir afiches, Evo entregó cheques a los alcaldes y dirigentes de organizaciones como los cooperativistas mineros, afines a la línea masista, pero luego le informaron que el dinero terminaba en los bolsillos de algunos y el plan se suspendió temporalmente, sin que se sepa hasta hoy si algún municipio o gremio sindical respondió por el mal uso de estos dineros.

Por otro lado se sabe que parte del crédito chavista está siendo destinado a pagar a los médicos y maestros cubanos y venezolanos que trabajan en los programas “Yo si puedo” de alfabetización y “Moto Méndez” supuestamente dirigido a identificar a las personas con problemas físicos y mentales.

Sin embargo, al tratarse de recursos sobre los cuales Evo no da explicaciones a nadie, existen fundamentadas sospechas de que gran parte también va a labores clandestinas de seguimiento a opositores, de pago a informantes y dirigentes de grupos de choque de las mal llamadas «organizaciones sociales»; son «ingresos reservados», decenas de millones de dólares de libre disponibilidad.

Tampoco está demás recordar lo que muchos comentan, que ese uso discrecional explica la rapidez con la que varios jerarcas gubernamentales y dirigentes de organizaciones oficialistas han salido de la pobreza e ingresado a la categoría de nuevos ricos.

En suma, la “solidaridad” venezolana tiene su costo que se traduce en mayor endeudamiento para Bolivia y, lo que es peor, en mayor dependencia respecto del insufrible “Mussolini tropical”.