De “concejiles” y “Honorables”


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Índice de los Editoriales de Periódicos

  1. El Día: Malos olores

  2. Bajo el Penoco, El Día: De lo que se salvó

  3. Los Tiempos: VOCACIÓN DE SERVICIO AL ENCUENTRO CIUDADANO

  4. El Deber: Manga ancha para la delincuencia

  5. Cambio: AnaMar y el sentido de humanidad

  6. La Prensa: La ausencia definitiva de Anamar

  7. El Diario: De “concejiles” y “Honorables”

  8. El Mundo: AnaMar

  9. Opinión: ?Ana Mar? una mujer y periodista ejemplar

  10. Clarín, Argentina: La importancia del CensoNacional


El Día: Malos olores

De un momento a otro, como si fuera una novedad que la ciudad se encuentra sucia y mal barrida, ha comenzado a sonar con fuerza la posible rescisión del contrato con la empresa Suma, que mantiene un millonario contrato con el Municipio desde marzo del 2004  que debe finalizar el 2014.



Aparentemente existe un consenso entre el Ejecutivo de la Alcaldía y el Concejo para romper con la empresa. Lo más llamativo de todo esto es que el MAS también estaría de acuerdo con la determinación, que desde ya, podría resultar “peor que la enfermedad”, tal como ocurrió en una ocasión anterior, cuando prácticamente sacaron a empellones al consorcio Jichi (del mismo dueño de Suma) para acomodar a una compañía vinculada al ex alcalde Johnny Fernández.

Si en algo estamos todos de acuerdo es que Santa Cruz es una ciudad maloliente y llena de desperdicios que revolotean en todas las esquinas, los mercados y los canales de drenaje. El aseo urbano es una asignatura pendiente, un tumor que se ha ido expandiendo y que no encuentra solución. La Alcaldía se desentiende de un problema fundamental y le deja todo el fardo a una empresa a la que recurrió de emergencia y a la que le aprobó un contrato sin el acuerdo pleno del Concejo Municipal.

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Ahora pretende finalizar un compromiso sin tener a mano una salida que impida que esta urbe se inunde de basura como sucedió cuando reemplazaron a Jichi por Clisa, compañía que resultó un desastre. Tuvieron que pasar muchos millones de dólares, dolores de cabeza y toneladas de residuos, sin mencionar la destrucción de costoso equipo y el triste papel de Emacruz, para caer en las mismas manos que hoy tratan de quitar del camino, eludiendo toda la responsabilidad que le compete a los concejales, al alcalde y a los funcionarios del municipio.

Nadie estaría en condiciones de poner las manos al fuego por Suma y tampoco hacer una defensa a ultranza de los servicios que presta. Seguramente tiene sus fallas, pero la Alcaldía no puede repetir nuevamente la vieja receta de cambiar de operador sin tener a disposición un plan que le evite complicaciones a los vecinos y sobre todo, que conduzca a buscar una solución definitiva a un problema muy serio. La basura huele muy mal, pero más fétidos son los olores que pueden emanar de un ardid preparado simplemente para eliminar a una empresa con el fin de allanarle el camino a otra que simplemente viene a hacer el gran negocio a costa de la ciudad, como sucedió con Clisa.

Se está hablando de resolución del contrato con Suma, para demostrar que ha incumplido y por lo tanto evitarle problemas judiciales al Municipio y los consiguientes juicios que pueden ocasionarle gastos millonarios. Antes que nada, sin embargo, las autoridades están en la obligación de mostrarle a los vecinos cuál es la alternativa que tienen preparada; ¿cómo se va a hacer para mejorar el servicio? ¿existen planes de modernización tales como la introducción del reciclaje y el aprovechamiento de la basura con fines energéticos? ¿Cómo se va a hacer para crear un sistema metropolitano de aseo? ¿Qué va a pasar con el botadero? Si no hay respuestas a estas interrogantes lo único que se puede presagiar es la llegada de más hediondera.

Las autoridades están obligadas a mostrarle a los vecinos la alternativa que tienen preparada; ¿cómo se va a mejorar el servicio?

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Bajo el Penoco, El Día: De lo que se salvó

Ha sido muy sentida la partida de la senadora y ex defensora del Pueblo, Ana María Romero de Campero. Muchos sectores de la población han expresado su admiración por la trayectoria de esta periodista, que al final de su carrera, incursionó en la política como candidata al senado por el departamento de La Paz, donde el MAS necesitaba con urgencia recuperar su imagen ante la clase media, que buscaba señales de diálogo  y concertación en el oficialismo. Poco tiempo después de asumir su cargo, Romero tuvo que dejar la presidencia del Senado por problemas de salud, pero apenas ese lapso le sirvió para saborear lo que le esperaba en la Asamblea Plurinacional, que meses más tarde fue bautizada como “sindicato” por el presidente Morales, quien en varias ocasiones le ha dado instrucciones precisas, como ocurrió con la aprobación de la Ley Contra el Racismo. Seguramente ha sido muy duro el calvario que ha tenido que soportar la senadora en su lecho de enferma. Pero habrá sido nada comparado a lo que le esperaba en ese club de levantamanos.

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Los Tiempos: VOCACIÓN DE SERVICIO AL ENCUENTRO CIUDADANO

El lunes en la noche, Ana María Romero de Campero murió. Pero, Ana María es una de las mujeres cuya impronta permanecerá

La muerte de Ana María Romero de Campero ha sido sentida en amplios sectores de la sociedad no sólo como la desaparición de un ser humano que supo conquistar el afecto de la gente, sino como la pérdida de la esperanza en que su capacidad de concertación pudiera ser puesta al servicio para superar esta etapa de permanente confrontación entre bolivianos.

Es que una de las características de la vida de Ana María Romero fue, precisamente, tratar de establecer puentes de comunicación entre circunstanciales adversarios. Y si bien esta cualidad se desarrolló a plenitud en el tiempo en el que fue Defensora del Pueblo, fue una constante a lo largo de su vida de servicio: en el periodismo, en el corto tiempo de ministra de Estado, en el que le tocó participar en la dirección de la resistencia al cruento golpe de Estado de Alberto Natusch Busch, y en la etapa final de su vida a través de la organización UNIR y su postulación al Senado de la República.

Esa misma capacidad de persuasión hizo que su paso por diferentes organizaciones no fuera desapercibido. Se debe a ella y al equipo que conformó en la Asociación de Periodistas de La Paz la institucionalización de los debates entre los candidatos presidenciales para que la ciudadanía los conozca tal como eran y no como la propaganda y la antipropaganda los mostraba, o desde la Asociación Nacional de la Prensa equilibrar visiones extremas para consolidar el trabajo del periodismo como un arte del servicio a la comunidad, o en el Círculo de Mujeres Periodistas a ampliar la participación de las mujeres en la profesión, exigiendo el debido respeto en tiempos en los que el machismo predominaba.

Junto a esa su capacidad de acercar a los diferentes o abrir espacios a nuevos actores, fue central su independencia de espíritu y criterio en los diversos escenarios en los que le tocó actuar, cualidad que si bien le deparó ser un actor fundamental en determinados episodios de la vida nacional, también provocó, entre quienes sólo esperan obsecuencia, rechazos que sólo consolidaron su figura.

Esas cualidades fueron, como se ha dicho, las que permitieron albergar la esperanza -más allá de si se estaba de acuerdo o no con su posición- en que Ana María Romero, desde el Senado, pudiera convertirse en el dique de contención de corrientes autoritarias, esperanza que, empero, la enfermedad impidió que concrete.

Fue en el periodismo en donde se puede afirmar que encontró y volcó su pasión ciudadana, haciendo plenamente suyo el principio universal de que sólo la verdad nos hará libres, por lo que buscarla es el deber fundamental del periodista. Sobre esa base desarrolló su labor periodística en los diversos trabajos que cumplió en su vida profesional: desde reportera hasta directora del matutino católico Presencia, pasando por corresponsal de prensa extranjera y columnista.

Además, Ana María Romero de Campero fue maestra de varias generaciones de periodistas, a quienes traspasaba sus saberes, impulsándolos luego a volar de acuerdo a sus aptitudes, inculcando sí el valor de la independencia de criterio y compromiso solidario con la sociedad.

El lunes en la noche Ana María Romero de Campero murió. Pero, Ana María es de las mujeres cuya impronta permanecerá.

Desde Los Tiempos expresamos nuestra solidaridad con su familia.

Paz en su tumba.

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El Deber: Manga ancha para la delincuencia

La delincuencia es, de manera absoluta e indiscutida, factor preponderante en la cotidianidad de nuestra urbe grigotana. Con sinnúmero de manifestaciones todos los días, a cualquier hora y en cada recoveco de la extendida ciudad, la delincuencia funge de reina y señora. No por nada el vecindario en pleno se santigua tres veces con fervor y esperanza antes de ganar la calle que, al igual que la plaza o el espacio recoleto, es área de operaciones del gangsterismo que se mueve individualmente u organizado y siempre demoledor.

Incontables son, cada día, los asaltos, atracos y violaciones que se dan y que trascienden surtiendo y colmando los espacios noticiosos, e incontables, asimismo los que se guardan las víctimas por temor a las represalias que, o las afectan directamente o alcanzan a familiares queridos. Es que en algo así como medio corriente de subsistencia está funcionando aquello de atentar contra los intereses del prójimo o contra el bien público o en desmedro incluso de entes estatales o particulares.

Y tan grave se ha vuelto el problema de la delincuencia que, en razón de reiteradas referencias, confirmadas sucesiva y puntualmente, se tiene la certeza apabullante de que una plaza fuerte del crimen que espanta viene a ser nada más y nada menos que el penal de Palmasola. A estar con lo que desde allí, de modo insistente trasciende, no sólo que en ese punto conjugan los reclusos su cautiverio, sino que además en ese ámbito se planifican asaltos y se marca a fuego a las víctimas, además de tener para cada una de ellas su táctica y su estrategia.

Dicho en otras palabras, y salvando excepciones que tal vez las haya, en Palmasola no hay internos purgando culpas, sino delincuentes avezados diseñando planes para hostilizar al prójimo de fuera y dirigiendo operativos audaces en desmedro de Sancho, Pedro y Martín. ¿Cómo se vé la cosa?

Si es tal como aquí se la pinta, hay que aceptar que la delincuencia en esta urbe nuestra goza de manga ancha. Con una fuerza pública insuficiente frente a la multitudinaria y diversa población, ¿gozan o no de libre albedrío los criminales? ¿Están en su salsa o es, al menos, un pasatiempo la conjura a veces mortífera para despojar al semejante de cuanto lleva encima o guarda en su caja pequeña de caudales?

De la fuerza pública ya se ha hecho de modo reiterado un análisis de sus roles y de cómo los asume. En líneas generales hay coincidencia en cuanto a que es insuficiente en efectivos, pues los que tiene en servicio no alcanzan ni medianamente a cubrir la gigantesca mancha urbana capitalina. Y aparte de insuficiente, no cuenta con medios mecánicos, equipos ni armas de reglamento para hacerse sentir y menos todavía respetar. Y por si tal situación no fuera suficiente para justificar su inoperancia, cuán mal pagado está ese policía en cuyas manos queda confiada la seguridad y la vida de su urbe. Sólo en razón de lo piadoso y grande que es Dios, nuestra Santa Cruz de la Sierra no alcanza ribetes de feria del crimen.

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Cambio: AnaMar y el sentido de humanidad

Te fuiste muy pronto, Anita. El alba recibe aún los primero rayos de un sol que no termina de nacer y que a momentos pareciera cubrirse por los nubarrones conspirativos de la indiferencia, la ingratitud, la soberbia. Esas cosas feas pasaron por la esquina de tu casa aun estando tú dando las más duras batallas por la vida, pero lo sabemos, no hicieron mella jamás en un temple de acero.

Ana María Romero de Campero, mujer combatiente, ministra de Estado, periodista, directora del matutino Presencia, primera Defensora del Pueblo, única Presidenta del Senado Plurinacional, ha partido para reunirse con los héroes de la democracia boliviana, es decir, con los pilares de la memoria histórica de este país dolido.

Anita estará presente en muchos sitios por donde dejó huella. Estará en la teoría y en la acción periodística de quienes trabajamos con ella, de quienes nos formamos bajo su influjo certero, audaz, revolucionario. Muchos de quienes creemos aún en la ética periodística de verdad, pero indudablemente en el compromiso de la prensa con el pueblo explotado y sufrido, la recordaremos siempre como la Directora de Presencia que fue.

Desde sus editoriales equilibrados y oportunos, ella supo llegar a la gente con apego estricto a la verdad y la auténtica independencia. No cedió nunca a presiones de ningún tipo incluso de la propia jerarquía de la Iglesia Católica a la que ella respetaba profundamente, pero a la que le exigía consecuencia con el mandato de Cristo. Ni qué decir de su posición frente a los grupos de poder político y económico y financiero, o frente a la siempre impune embajada de los Estados Unidos. Anita jamás dobló las rodillas y jamás cedió al chantaje y menos a la corrupción.

Recordamos, por ejemplo, cómo un año, en ocasión de las fiestas navideñas, al periódico Presencia llegaron sendos y ostentosos regalos de algún opulento empresario para ciertos periodistas y ella dispuso que se devolvieran en el acto. Rechazaba todo tipo de prebenda o ‘reconocimiento’ fuera de lugar por la labor que cumplían sus periodistas. Redactar noticias era su trabajo y esa labor estaba signada por principios de comportamiento básico. Recomendaba siempre a sus alumnos, aprendices autosuficientes e incrédulos: "una de cal y otra de arena". Apego a la verdad. Así de equilibradas fueron sus enseñanzas para hacer de la fragua duro granito colmado de ética.

Pero AnaMar fue más que periodista. Su condición de luchadora incansable por los derechos humanos, por la justicia social, la llevaron a ser protagonista de eventos sociales y políticos de trascendencia. En momentos en que el país jugó sus cartas decisivas, hubo en ella una gestora esencial.

Como Defensora del Pueblo supo encarar los conflictos con verdadera sabiduría, pero principalmente con respeto y firmeza. Era capaz de construir puentes insospechados para el diálogo, fiel a un convencimiento pacifista que se puso a prueba, por ejemplo, en el proceso entre laimes y qaqachacas precisamente desde las funciones de defensora incansable. Se acercó siempre a la gente, estuvo con ella y por eso sus lecturas de la realidad resultaban no sólo ciertas, sino orientadoras y marcaban la perspectiva.

Tras su brillante gestión como Defensora del Pueblo, Ana María Romero, quizás sin quererlo, pero con la entereza de siempre, tuvo un papel político clave en la crisis de octubre de 2003 que derivó en la fuga del entonces presidente Gonzalo Sánchez de Lozada. Aquella posición de compromiso con la vida, al lado de los pobres, le valió desde entonces el hielo de las élites aburguesadas afines, cuándo no, a proyectos políticos conservadores, de derecha. La huelga de hambre de AnaMar junto a un grupo de intelectuales y luchadores sociales —donde precisamente hoy se velan sus restos, el templo de los padres Carmelitas en La Paz— estuvo acompañada por un coro de voces populares que reclamaban "paz, ni un muerto más". Estuvo pues en la lucha callejera, en la marcha, en la resistencia popular. He ahí su trascendencia. Muchos nos sentimos parte de las múltiples cosechas de humanidad que ella recogió en sus facetas de madre, compañera, intelectual, maestra inigualable.

La recordaremos como una revolucionaria verdadera. Como creadora de un nuevo tiempo, puntal de la emancipación plena de las mujeres y hombres. Un ejemplo. Tuvo una mirada universal, ecuménica. Adoraba al Niño Jesús con el mismo amor que lo hacía por la Pachamama; pijchaba coca sin prejuicio alguno y amaba el Illimani. Paceña, stronguista y liberal se proclamaba orgullosa, segura de su libre albedrío, profundamente humana. Hermosa mujer.

Su apego por los excluidos de siempre, por los indígenas, los obreros, los maestros, los estudiantes, hizo de ella lo que ahora es, un patrimonio de todos, es decir, del pueblo boliviano. Ella, Ana María Romero de Campero será siempre para todas y todos los que la amamos nuestra Directora, nuestra Defensora y, claro, nuestra Senadora ejemplar.

Te fuiste muy pronto, Anita, pero está claro que hiciste lo que tenías que hacer. Diste tu vida por los demás, por este proceso de cambio que hoy intentamos construir y ahora tendremos que hacerlo con tu legado. Ten por seguro que todo lo que hiciste no ha sido en vano. Gracias por señalarnos el camino.

Luchadora incansable por los derechos humanos, por la justicia social, la llevaron a ser protagonista de eventos sociales y políticos de trascendencia. En momentos en que el país jugó sus cartas decisivas tuvo en ella una gestora esencial.

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La Prensa: La ausencia definitiva de Anamar

A partir de ella, no se puede alejar del Defensor del Pueblo la imagen de Ana María Romero y con ella la defensa de los Derechos Humanos en Bolivia.

En verdad su ausencia la comenzamos a sentir en enero último, cuando ya le fue imposible asumir a su cargo como Presidenta del Senado. Los efectos de una larga enfermedad la habían obligado a alejarse de un cargo en el que muchos ?tomando en cuenta su vocación democrática y su afán a favor del diálogo? deseábamos verla. No pudo ser así. La madrugada del martes 26 llegó con la triste noticia que en principio no quisimos creer, Ana María Romero de Campero había decidido el alto definitivo en su camino.

En verdad no suele ser fácil recordar a la periodista Ana María Romero, aquella que había iniciado sus trabajos en una época en la que no era muy habitual ver a una mujer lidiar con el trabajo arduo de la información. Ella fue una de las pioneras que estuvieron abriendo senderos que siempre se creyeron vetados para una mujer. Anamar, como solía firmar sus crónicas, debidamente pertrechada en agencias de informaciones, demostró que una mujer no sólo es capaz de encarar con envidiable capacidad una labor que se suponía privativa para el sexo masculino, también supo demostrar lo fundamental que es este oficio para construir el diálogo en el proceso del desarrollo de una sociedad.

Luego había sido invitada a ocupar un cargo oficial, como ministra de Informaciones del corto Gobierno de don Walter Guevara Arce. Fue en esa etapa en la que ya comenzó a hacer pública su profunda vocación y su apego por la defensa de la Democracia que en cierta manera ya había comenzado a demostrar como directora del diario Presencia, continuando el camino señalado por don Huáscar Cajías Kauffman. Pero los senderos de doña Anita iban a ir mucho más allá. Lo mismo que su vocación, cuyas raíces seguramente estaban en el periodismo, pero se extendían mucho más allá, en la construcción de una cultura de diálogo y democracia.

Fue cuando le tocó iniciar las actividades de la flamante Defensoría del Pueblo, en una etapa sin lugar a dudas fundacional para cualquier institución de reciente creación, haciendo de ésta, en contados meses, la institución de mayor prestigio y credibilidad que tuvo Bolivia, por lo menos durante la etapa democrática de nuestra historia. Claro, para alcanzar este nivel de credibilidad debía lograrse un estándar de efectividad sin precedentes. A partir de ella, quien hablara del Defensor del Pueblo no podía alejar de esa institución la imagen de Ana María Romero y con ella la defensa de los Derechos Humanos en Bolivia.

Un plebiscito en esos momentos hubiera determinado la permanencia de Anamar como Defensora del Pueblo, pero ella consideró que su ciclo estaba en otros ámbitos. Todos recuerdan su decisión de encabezar una huelga de hambre para terminar con la masacre de obreros en las calles de la ciudad de El Alto. No se tuvo que esperar mucho, estábamos en la antesala de una nueva etapa de nuestra democracia y son muchos los que esperaban verla como protagonista. Casi seis años después, miles de ciudadanos le reclamaban una participación más directa en el proceso democrático, pero su estado de salud se encargó de mostrarnos que el camino había llegado a su fin.

No importa, Ana María Romero de Campero seguirá siendo el paradigma del diálogo intercultural y la defensa incondicional de los derechos humanos.

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El Diario: De “concejiles” y “Honorables”

La Ley Contra el Racismo y la Discriminación ha empezado a servir de pretexto para coartar las libertades de prensa y expresión como ocurrió hace algunos días contra el matutino La Patria de Oruro, en circunstancias en las que el presidente de Concejo Municipal de esa ciudad, Germán Delgado, y la concejal de la misma, Evelín Fernández, anunciaron la aplicación de dicha disposición por haber sido llamados “concejiles” y no “Honorables concejales” por La Patria, según denuncias tanto de los medios cuanto de la Asociación Nacional de la Prensa. La amenaza se dirigió de modo concreto contra los propietarios de tan antiguo y prestigioso matutino, con todas las consecuencias a las que puede dar lugar la draconiana Ley, llevando a comprobar desde ahora sus funestos alcances por capricho de cualquier autoridad o funcionario, guiados por miras sectarias o en el afán de dar rienda suelta a “la oprobiosa práctica de la censura y autocensura” de los medios de prensa nacionales.

La acusación esgrimida quedó contradicha con la sencilla referencia a cualquier diccionario de uso corriente, coincidente en que los vocablos “concejal” y “concejil” son sinónimos de corriente y continuo uso, aclaración que se supone ha debido ruborizar a los indicados concejales. Tan es así que el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua señala respecto a la palabra concejil: “Perteneciente al concejo. / Carga, cargo concejil…”. Corresponde señalar aquí que lo de “carga” se debe a tratarse de una obligación vecinal gratuita que no se podía excusar, carga que no es la única en el servicio al Estado.

Como la reclamación incluye el denominativo de “honorable”, previo al adjetivo “concejal”, la oportunidad es propicia para anotar que tal acepción viene de “honor”, con el siguiente significado a cargo del mismo Diccionario oficial de la lengua: “Cualidad moral que nos lleva al cumplimiento de nuestros deberes respecto del prójimo y de nosotros mismos. / Gloria o buena reputación que sigue a la virtud, al mérito o a las acciones heroicas…”. Como se ve el pretender la anteposición de “honorable” al de concejal, diputado, senador, alcalde, etc., raya en lo excesivo.

Se hace oportuno también recordar que la costumbre -indebida por cierto- de llamar “honorables” a dichos personeros de corporaciones electivas de nuestro país, proviene de que los citados cargos fueron en sus inicios efectivamente honoríficos, por razón de honor, es decir, no remunerados. En especial, los de carácter concejil, emanados de la designación de los vecinos de una población. Por ello el famoso constitucionalista Ciro Félix Trigo, al referirse al contenido de la Constitución Vitalicia de 1826, elaborada por el propio Simón Bolívar, dice en su libro Derecho Constitucional Boliviano: “habrá un juez de paz, cargo concejil y por lo tanto de ineludible desempeño”

En otro capítulo de su obra, sobre el Régimen Municipal y en referencia al Artículo 20 de la Ley Orgánica de Municipalidades abrogada, dice: “El cargo de concejal debe desempeñarse ad honorem”. Además, entre las causas de excusas de dicho ejercicio, señala: “1) Haber sido nombrado inmediatamente después de haber servido el mismo cargo… concejil”. Sucesivas disposiciones han convertido estas funciones en rentadas, pagadas con sueldos y emolumentos. Inclusive diputados y senadores desempeñaron en principio ad honorem, aunque después percibían dietas fijas por sesión asistida. Este rango derivó desde 1956, año de la reinstalación del Poder Legislativo, en función rentada…, y bien rentada, hasta el presente.

Este breve análisis lleva a la conclusión de que concejales, senadores, diputados y consejeros departamentales, al percibir sueldos del Tesoro Nacional no pueden denominarse “honorables”. Y contra frecuentes errores ortográficos, concejo municipal se escribe con c, mientras que los distintos “consejos”, van con s; no indistintamente.

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El Mundo: AnaMar

Una cantidad de opiniones controversiales se desató al conocer la aceptación de Ana María Romero de Campero para postular a la primera senaturía de La Paz por el Movimiento Al Socialismo, cuando el presidente Morales se postulaba a la reelección. Inclusive muchas personas que conocían bastante sobre la trayectoria de esta periodista, escritora y política, dudaban de si lo había hecho bien o que estaba poniendo en riesgo su imagen, al intervenir en un proceso en el que su principal protagonista acepta hoy que había comenzado con una trampa. La noticia del fallecimiento de este personaje pone en claro esa situación y pone en evidencia la veracidad de sus declaraciones, cuando anunciaba que a tiempo de aceptar la nominación, había propuesto al Presidente le deje mantener la línea que la había llevado a esa y otras situaciones de importancia, en la vida política del país.

Muchos creímos que su ausencia de la Asamblea se debía en buena parte a algún entredicho que hubiera impedido que se puedan llevar adelante los propósitos originales, no podríamos hoy mismo dejar de pensar en que en algún momento hubiera podido correr la misma suerte de otro parlamentario, que fue retirado de las funciones por el solo hecho de aceptar la posibilidad de dialogar con los comunicadores, sobre una norma que hoy continúa siendo la causa para que más de medio millón de bolivianos hubiera estampado su firma en los libros por la defensa de la libertad de expresión, que haya algunos manifestantes caminando hacia la sede de gobierno y lo que es más, que el tema haya sido planteado en el seno de la Organización de los Estados Americanos, OEA, ante la negativa de recibir a los miembros de la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP, para analizar la posibilidad de eliminar dos artículos de la Ley Contra el Racismo y la Discriminación.

Hoy no dudamos de que Ana María hubiera estado también, de no impedirlo lo precario de su estado de salud, al lado de sus colegas periodistas, defendiendo una posición que más que un aspecto gremial, defiende el derecho de todos los ciudadanos a ser informados.

Desde muy joven, ella estuvo en las lides del periodismo, desde la redacción de Radio Fides, algunas agencias de noticias y del matutino católico Presencia del cual llegó a ser la directora.

Fue precisamente por su celo en la labor informativa que fue invitada a formar parte del gabinete del Presidente Walter Guevara, en el primer intento por retomar la democracia, luego de la dictadura del Gral. Banzer y que fue interrumpida por el golpe de otro militar, el Gral. Natusch, frente al cual formó parte de un gabinete en la clandestinidad que terminó negociando el ascenso al poder la Sra. Lydia Gueiler Tejada.

Convocada a asumir la Defensoría del Pueblo, apenas fue incorporada esta instancia dentro de la legislación boliviana, mostró su capacidad para enfrentar a todos los centros de poder, incluyendo el gobierno, para desempeñar esa tarea con la solvencia que hará que se siga recordando su labor como ejemplar, en todas las oportunidades que se presenten.

Desde la fundación UNIR que es su obra, luchó incansablemente por el respeto a los derechos de las mayorías y la integración de los bolivianos, sin autoproclamarse comunista, marxista o leninista, continuó luchando por la igualdad de derechos de todos los bolivianos.

La vida de esta excelente luchadora se recordará con seguridad por varias generaciones que continuarán admirando su capacidad, su entereza y su valor para afrontar situaciones adversas.

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Opinión: ?Ana Mar? una mujer y periodista ejemplar

Quizá uno de los grandes méritos de Ana María Romero de Campero, entre otro muchos, ha sido su calidad humana en todos sus actos de su vida, como periodista, que le ha llevado gran parte de su existencia, cuanto en su breve paso por la política y claro, en el ejercicio de Defensora del Pueblo, la primera mujer en asumir esas funciones, cargo que alcanzó honra, precisamente, por tener una titular de la categoría de Ana María Romero de Campero.

Como periodista y en el ejercicio de esta profesión, trabajó como corresponsal de Nueva Época, fue también corresponsal de agencias internacionales, cronista de El Diario, reportera de Radio Fides y de la Agencia de Noticias Fides y directora del diario Presencia y fue distinguida con el Premio Nacional de Periodista 1998. ?Ana Mar? como se la conoció en el ámbito periodístico, fue una periodista de pies a cabeza, amaba su profesión y por eso mismo su testimonio de conducta en el ejercicio fue límpido y ejemplar.

Sin embargo, esta destacada mujer, que falleció  la noche del lunes en su domicilio de la ciudad de La Paz a los 68 años aquejada por una prolongada enfermedad, no se quedó sólo en el campo del periodismo sino que ingresó al campo político. Fue Ministra de Informaciones del ex presidente Wálter Guevara y posteriormente Defensora del Pueblo, desde donde impulsó los derechos humanos y otorgó gran importancia al diálogo intercultural.

El paso de Ana María Romero de Campero por la función política fue trascedente por su honestidad y su sensibilidad humana. Fue la  periodista que al separarse del periodismo y ocupar cargos en la función pública los prestigió y retornó luego a la vida ciudadana con el predicamento con el que ingresó a la vida política. No hay nada más cierto y sincero afirmar, que en su caso, las instituciones se prestigiaron por su trabajo y su personalidad, y adquirieron así importancia.

No se puede olvidar que esta mujer tampoco renunció en momentos cruciales de la vida nacional a ejercitar en la teoría y en los hechos sus principios y lo que consideraba justo. En aquellos días de octubre de 2003, tan luctuosos para Bolivia, Ana María Romero de Campero inició una huelga de hambre que aglutinó a sectores de la clase media de La Paz y contribuyó a una salida en el conflicto social, lo que luego, desencadenó la renuncia y la huida del país del ex presidente Sánchez de Lozada.

Probablemente el periodismo, como lo conceptuaba ella, como una de las funciones más nobles que se ejercita en beneficio de la gente y de la justicia social, influyó para que adoptara determinaciones de gran significación social, como el papel que desempeñó en la mediación de conflictos que ponían en vilo al país, porque estuvo en movilizaciones campesinas y cocaleras, aportando vías de solución a los problemas y fórmulas de pacificación.

Ana María Romero a invitación del presidente Evo Morales aceptó la primera senaturía por La Paz y luego fue elegida presidenta de la Cámara de Senadores de la Asamblea Legislativa Plurinacional, cargo que ya no pudo desempeñar por su delicado estado de salud. Cuán importante habría sido su presencia y su trabajo en este escenario, su palabra prudente y su ecuanimidad, frente a posiciones que no siempre demuestran reflexión y cuidado en el análisis de temas trascendentales para el país.

El diario Opinión recuerda la amistad y la inteligencia de Ana María Romero de Campero. En muchas ocasiones visitaba nuestra dirección para compartir criterios sobre la vida nacional, para hablar sobre periodismo y periodistas, sobre la libertad de prensa y expresión, firme defensora de estos postulados. Nos duele profundamente la partida de esta gran mujer.

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Clarín, Argentina: La importancia del CensoNacional

Hoy se realiza el Censo Nacional de Población, destinado a relevar numerosos aspectos de la sociedad, cuya disponibilidad y veracidad son de crucial importancia para las evaluaciones y decisiones del Estado, del sector privado, las organizaciones sociales, los investigadores de todos los campos y los ciudadanos en general.Por eso es fundamental que los ciudadanos brinden, como lo han hecho en oportunidades anteriores, toda su colaboración para facilitar la tarea de los censistas.

No se oculta que las condiciones del relevamiento no son las adecuadas por razones de diverso orden. Una de ellas es que muchas personas tienen temor de franquear la puerta a los censistas por motivos de seguridad. Para responder a esta situación, el Gobierno ha dispuesto un operativo especial de seguridad, en un reconocimiento implícito de un problema que habitualmente niega.

Por otra parte, la manipulación de las estadísticas por parte del INDEC, el organismo encargado del Censo, así como los reparos que diversos especialistas han expresado sobre aspectos técnicos del mismo, puede fomentar el escepticismo sobre la utilidad de proporcionar información. Aún así, es fundamental que los ciudadanos reciban y respondan a los censistas.

Posteriormente, el Congreso y las organizaciones políticas, sociales y profesionales deberán monitorear que el procesamiento de los datos se realice con los estándares de calidad y transparencia indispensables para la veracidad y utilidad del Censo.

El Censo es indispensable para proporcionar información clave para todos los sectores de la sociedad. La participación de los ciudadanos contestando a los censistas es decisiva.

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