Y me siguen sobrando motivos…

SUSANASusana Seleme Antelo

Porque el total poder nos estafa, porque la lucha contra el racismo y toda forma de discriminación, fue solo el pretexto para meter los aviesos artículos 16 y 23, 23 contra la libre circulación de ideas, la diversidad ideológica y el disenso en política. “E pur, si muove”: las firmas que los rechazan ya superan las 600 mil.

Y me siguen sobrando los motivos – esos motivos por donde se filtra la desolación– para afirmar que la democracia nos ha sido estafada por hombres y mujeres que se decían de izquierda, de amplio y probado linaje progresista, pero resultaron sectarios, intolerantes, soberbios, represores y discriminadores de fiero pelaje. Tan fiero como para que una actual ministra le hubiera dicho a su ex amigo Roberto Rosas –pediatra paceño, demócrata, izquierdista compañero de viejas luchas por la recuperación democrática– que este país ya no era suyo y que si la nueva realidad no le gustaba, lo mejor era que se fuera, porque este tiempo " ya no es el de ustedes". ¡Vaya, no se queda chico el impulso sectario de la señora!



Leí la noticia en [email protected], que también contiene la contundente respuesta del doctor Rosas a la discriminadora ministra :”tú no eres quién para echarme de mi país”. Ni más ni menos, y muy bien dicho. Lo mismo querrían gritar quienes hoy sufren el exilio por persecución política, víctimas de la sin razón autoritaria del poder total, para quien los críticos resultamos “izquierdistas de derecha”, como dice mi amigo vasco. Si discrepamos con las políticas del gobierno, no hay razón que valga para la crítica política, pues es sinónimo de derecha, de oposición, inaceptable, porque este tiempo ‘ya no es nuestro’, según el gobierno que se dice ‘del cambio’.

En mi condición y convicción democrática de izquierda, me siguen sobrando motivos para sentirme estafada, pues ahora no se nos juzga por la ideología, ni por lo que siempre fuimos, seguimos y seguiremos siendo, sino por la adhesión, la lealtad y la adulación –llunkerío se dice en quechua—a los narcisistas del MAS.

En realidad, algo ha cambiado, sí, pero no para avanzar y ser mejores ciudadanos y bolivianas, sino para retroceder y quedarnos en el atrasismo, es decir, que “en lugar de querer un avance hacia el progreso, impulsa hacia el atraso. No se mira lejos: sólo se quiere la descomposición y la caída del capitalismo. Es cierto que el atrasismo ama a los pobres y marginados, pero no los ayuda a superar la miseria”, como dice Marcos Aguinis. Y claro que me sobran los motivos para que me invada, ya no la sospecha, sino la certidumbre, de que en Bolivia vamos para atrás: hoy los desnutridos suman 2.900.000 personas en todo el país, y la muerte materna es de 310 mujeres por 100 mil nacimientos: solo nos supera Haití, como siempre, según ENDESA. El “vivir bien” es otra estafa, como el doble discurso presidencial: por un lado se rasga las vestiduras por la Pachamama y, por otro, lleva a Bolivia al ‘suicidio verde’ por la invasión de colonizadores a los bosques y reservas naturales.

Me sobran los motivos, y muchos, para afirmar que el MAS nos ha estafado desde la Constitución Política, del Estado, ella misma discriminadora: las y los bolivianos no somos iguales ante la ley, pues se nos clasifica por origen étnico y por color de piel, ni siquiera por pertenencia o adhesión de clase, como reza el marxismo, del que se sienten tributarios. No es obligatorio saber más o menos sobre esa teoría, pero si los masistas se dicen de izquierda, al menos los dirigentes tendrían que saber que de las condiciones materiales de existencia, es decir, de la base económica, depende la superestructura ideológica, Marx dixit, para no confundir base económica con neoliberalismo, como confunde una diputada del MAS, presidente de una comisión.

A este paso, me seguirán sobrando motivos para rebelarme contra el acoso al empresario y coleccionista de autos de antaño, Humberto Roca; contra el amedrentamiento a Tatiana Marinkovic y su familia, contra las persecuciones y detenciones por el ‘montaje terrorista-separatista, si al único testigo que podía decir la verdad, lo callaron a balas.

Me sobran muchos motivos para gritar ¡en este país nos quedamos … qué se vayan los estafadores!