Cumbre Iberoamericana con “WikiLeaks”

Marcelo Ostria Trigo

Marcelo Ostria Trigo El escándalo de la filtración (“WikiLeaks”) de documentos del Departamento de Estado y de las embajadas de los Estados Unidos, que ha desatado un torrente de comentarios, interpretaciones, malos entendidos, censuras y justificaciones, no sólo daña a la diplomacia norteamericana, pues habrá en el futuro desconfianza sobre su discreción, sino que también afecta seriamente las relaciones entre otros países, especialmente entre los latinoamericanos.

En la cumbre iberoamericana reunida en Mar del Plata, Argentina, sin la asistencia de Raúl Castro (Cuba), Hugo Chávez (Venezuela), Daniel Ortega (Nicaragua) y Evo Morales (Bolivia), ya hubo fisuras por el “cablegate”. Los representantes de los países de la ALBA, esta vez bajo el liderazgo del ecuatoriano Rafael Correa, insistieron en condenar al gobierno de Estados Unidos por las filtraciones, mientras no podían disimular su frustración porque, entre otros, Argentina, Brasil, Chile y México no la aceptaron. Según Martín Dinat enviado especial de La Nación de Buenos Aires (04.12.2010) “no era éste (la condena a Estados Unidos) ni remotamente el objetivo del gobierno de Cristina Kirchner, que apeló a todos los malabares de la diplomacia posibles para que el affaire WikiLeaks no ingresara en la cumbre”.



Mientras tanto, van conociéndose nuevos informes de las embajadas de Estados Unidos e instrucciones del Departamento de Estado. Pese a que se trata, en su mayoría de la confirmación de lo que ya se sabía, la preocupación crece en los implicados, y se multiplican los esfuerzos para explicar conductas o para desmentir aseveraciones.

En lo que hay que insistir es que, pese a las filtraciones, y a que no se tiene claro a quién quería dañar Julian Assange, el australiano ahora prófugo de la justicia sueca por otro delito, todos salen lastimados, pese a que “este material (el de “WikiLeaks”) consiste, en su mayor parte, en informes políticos de nivel medio y alto enviados desde todo el mundo, además de las instrucciones de Washington”. “Es importante recordar que no figuran secretos de máxima categoría…”. Se trata de “unos diplomáticos que hacen el trabajo que les corresponde: averiguar qué está ocurriendo en los lugares en los que están destinados y trabajar para promover los intereses de su país y las políticas de su Gobierno”. (Timothy Garton Ash. “Un festín de secretos”. El País. Madrid, 30.11.2010). Es más: La Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 18 de abril de 1961, reconoce el derecho de las misiones diplomáticas de “enterarse por todos los medios lícitos de las condiciones y de la evolución de los acontecimientos en el Estado receptor e informar sobre ello al gobierno del Estado acreditante” (Art. 3, inciso d). Esto supone informar sobre política, economía, finanzas, comercio, etc.

Pese a esto, las filtraciones han provocado la irresponsable acusación de que se trataría de casos de espionaje. No es el caso, por ejemplo, de la revelación de la gestión del entonces secretario de estado adjunto estadounidense para América Latina, Thomas Shannon, que pidió a la presidente argentina que influya en el presidente Evo Morales –y también en Rafael Correa del Ecuador– para que evite tensionar más las relaciones entre los dos países. Cristina de Kirchner aceptó hacerlo. Nada de esto es objetable. Por el contrario, es loable procurar que se eviten estridencias, se mejoren las relaciones y se restablezca la confianza mutua entre las naciones. Sin embargo, hay empeños en devaluar esta buena intención.

Otras filtraciones de los comentarios de los diplomáticos de Estados Unidos, han incomodado al oficialismo boliviano. Se refieren a asuntos sensibles, como la injerencia venezolana y cubana, especialmente en las Fuerzas Armadas, los ataques a la prensa, las denuncias de fraude en el padrón electoral, los intentos de dominar a los departamentos de la “Media Luna”, los sucedido verdaderamente en Pando, etc.; todos ya conocidos pero que ahora se ratifican.

El aumento de la inquina, parece que ya ha sido conseguido, y no se advierte ánimos de conciliación, pese a que este es un pleito que nadie puede ganar. Despotricando, como lo hace Hugo Chávez, que llega al disparate de pedir la renuncia de la secretaria de Estado, o a la propuesta de un parlamentario desorientado, que propone “enjuiciar a Estados Unidos ante la ONU”, sólo se conseguirá mayores divisiones y más problemas, perjudicando a todos.

Muchos ya lo mencionan: las filtraciones, que inicialmente causaron euforia en los populistas, se han convertido también en un problema de muy difícil manejo para ellos que, como siempre, “ven la paja en los ojos ajenos pero no las vigas en los propios”; esas vigas que son notorias en los autoritarios sin necesidad de “WikiLeaks”.