De Orinoca a Titicaca, una fuga desesperada


Álvaro Riveros Tejada

riveros tejada Entre cámaras y camaretazos la semana transcurrida ha sido una de las más amargas para el señor presidente del Estado Plurinacional, pues la carestía de azúcar se torna cada vez más insoportable y los actos de corrupción que se suceden a lo interno de su gobierno son más cínicos y escandalosos, tal el caso de la ex Autoridad de Empresas Oscar Cámara que nos dio a los bolivianos, neoliberales o socialistas, karas o taras, una lección magistral de cinismo y habilidad en el delicado arte de extorsionar y robar.

Por su parte, la ex ministra de desarrollo productivo; el portavoz y concejal del MAS; y otros dirigentes salidos del vientre mismo de la Pachamama se han revelado como eximios despenseros, apercollando centenares de quintales de azúcar, arroz, harina, etc., ante la mirada atónita de un vecindario que, para acceder a una libra de cualquiera de estos víveres, se ve obligado a formar colas kilométricas desde muy tempranas horas de la madrugada, donde además son sellados como reos, en campos de concentración.



Al igual que esos aparatos de televisión de dudosa procedencia y ordinaria factura, este gobierno viene perdiendo la imagen en forma acelerada, gradual y progresiva y, junto con ella, se desvanece también la de los amautas, achachilas, incas, curacas, mallkus y otros especímenes que ingresaron al proceso de cambio, con la vorágine tormentosa del etnocentrismo, en una suerte de limpieza racial donde todo lo avanzado por la república desde su creación, hace 185 años, debía ser destruido y sustituido por nada.

Las primeras víctimas de este avasallamiento fueron las corbatas, prendas de vestir que muy pronto fueron a parar en el cuello de los burócratas de turno, luego esta maquinaria avanzó durante cinco años en la captura del poder total y ambas faces, dentro de una mecánica de judicialización y odio, van dejando tras de si cárceles hacinadas y centenares de hogares desquiciados por la deportación de sus seres queridos. Entretanto, la gestión económica fue sacrificada en aras de otras prioridades inanes y es allí donde surge el fantasma de la barriga vacía, la única militante terrorista que hace que el pueblo sienta y escuche con mayor nitidez su realidad.

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La protesta de los orureños, causando que el presidente y su séquito abandonen los actos oficiales en medio de dinamitazos y airadas voces de condena, nos ha traído a la memoria el desenlace de los acontecimientos en el Cairo, donde concluyó el despotismo del Faraón y se inició su exilio indefinido. Algo similar ha debido ocurrir en la tierra de Sebastián Pagador, para haber salido de Orinoca a Titicaca, en medio de una fuga desesperada.