Guerra ideológica en el MAS

alvaro-garcia-linera La interna del oficialismo se recalienta, a medida que la debacle de su proyecto político se profundiza y comienza a percibirse la proximidad del momento terminal. Ya no se trata de simples pugnas por espacios de poder, como sucediera en años anteriores, sino que ahora el debate pone en cuestión a las mismas bases ideológicas del régimen, con un inocultable afán de búsqueda de responsables por el fracaso. En ese contexto, se desarrolla una intensa polémica que tiene como eje a la figura del vicepresidente Álvaro García Linera, a quien sus propios ex compañeros de Comuna acusan de ser el culpable por la “desviación del proceso de cambio”. Recordaremos brevemente que ese grupo fue el núcleo intelectual desde el cual se construyeron buena parte de las premisas falaces del indigenismo radical, procurando ocultar la estructura mestiza de Bolivia y reemplazar una perimida lucha de clases por el conflicto étnico e interregional. Junto a García Linera, participaron en el grupo el ex ministro de educación Félix Patzi y el ex constituyente Raúl Prada, actualmente convertidos en críticos feroces del “alvarismo”, al que definen como una “tendencia nacionalista y pragmática” que busca “restaurar el Estado-nación y apuntar al capitalismo de Estado” (Prada). Según la vieja guardia de Comuna, el proyecto industrial-desarrollista de García Linera estaría chocando con las aspiraciones autonómicas y ecologistas de los pueblos indígenas, imprimiéndole un giro autoritario y antipopular al gobierno. No es nuestra intención tomar partido alguno en esta lucha de sectas neomarxistas, recordando a Frederic Bastiat cuando decía que “Los planes difieren, los planificadores son todos iguales”. Lo importante del caso es tomar nota del debate como un poderoso síntoma de la etapa de descomposición en la que entró el régimen, al punto que se ha activado una búsqueda de “chivos expiatorios” a quienes cargar el fracaso, como última carta para tratar de salvar al proyecto entregando algunas cabezas. Quizás ese sea el verdadero trasfondo de los movimientos “revocatorios” contra el vicepresidente, quien ciertamente se ha ganado a pulso los anticuerpos dentro y fuera del MAS, con su intolerancia, maquiavelismo y agresividad. Sin embargo, no habrá que perder de vista que el fracaso no es de una sola persona, sino de toda una corriente de pensamiento y acción que buscó el eclipse de las libertades en Bolivia, y que hoy tambalea bajo el peso de sus propios errores fundamentales.

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