Siete campanazos del Magreb y Medio Oriente

Winston Estremadoiro

WINSTON_thumb La inmolación de un concejal potosino trajo a colación la cuestión ¿cuán lejos está Bolivia de réplicas del terremoto en el Magreb –países árabes del norte africano- y el Oriente Medio? Quizá el efecto –la inmolación- es el mismo en los suicidios de Potosí y Túnez. La causa es la misma –la desesperación-. Qué desencadena la segunda es la cuestión del ser o no ser de la primera, parafraseando a Hamlet.

La de Túnez desató la ira de un pueblo cansado de parodias democráticas del mandamás militar, nacido de un golpe, que se prorrogó un cuarto de siglo mediante elecciones sospechosas en 1989 y 1994. Enfermo del mal autocrático del prorroguismo, en 2002 modificó la Constitución para permitir ser reelecto.



Primer campanazo: el trasfondo de la inmolación fue el abuso, pero lo que sacó a las calles a la gente fue la subida de precios de alimentos básicos.

La primera réplica fue en Yemen, uno de los países árabes más pobres. Su petróleo se acabará pronto, aunque sus reservas de gas natural son copiosas. Es democracia de dientes para afuera: si bien ha sido mandamás desde 1978, la reelección de su presidente en 2006 fue vista como “parcialmente libre”.

Segundo campanazo: la corrupción endémica, el desempleo alto, la acelerada urbanización y la población joven son elementos explosivos.

Otro desplazamiento telúrico derivado sacudió a Egipto, el país árabe más populoso. Su presidente sucedió al Nobel de la Paz Sadat, asesinado por extremistas islámicos dizque por avenirse a la paz con Israel. Después de 18 días de multitudinarias protestas, se logró tumbar al dictador de 30 años y fortuna de 70.000 millones de dólares, en país de 80 millones de egipcios, donde 32 millones driblean el hambre con un par de dólares al día, o menos.

Tercer campanazo: la desigualdad engendra conflicto. La pobreza extrema no puede coexistir con la riqueza extrema.

Otra réplica del terremoto ocurrió en Bahrein, país insular del Golfo Pérsico. Una taza de leche moderna por su riqueza petrolera, el comercio con Arabia Saudita y los servicios bancarios. Tiene una sólida clase media, lo que tal vez incide en que es más liberal que sus vecinos –y más tolerante en lo religioso. Exigen cambios en una monarquía suní en país de mayoría chií, dos variedades del Islam. La revuelta es de desenlace incierto, por los excesos represivos de la policía y el fuego nutrido de militares.

Cuarto campanazo: a mayor educación de la gente, más descontento con los autócratas.

Rebotó el reverbero a Argelia, nación petrolera ensoberbecida por 155.000 millones de dólares de reservas. Jóvenes desempleados en su mayoría, se lanzaron a las calles protestando por la subida de precios de alimentos básicos. El fondo de la revuelta yace en limitaciones a la libertad, y la desesperanza de millones sin futuro, hoy que la puerta migratoria europea se ha cerrado. Es una sociedad oprimida por un régimen autoritario socialista que no atiende clamores del pueblo y lo importa todo.

Quinto campanazo: poco valen las reservas de divisas ante la inequidad y la exclusión social.

En Marruecos, el rey prometió reformas políticas después de cinco muertos, centenares de heridos y arrestados en marchas y concentraciones de protesta en nueve ciudades y más de media centena de regiones. Aunque el país cuenta con partidos políticos de variado tinte, y un Parlamento elegido por voto libre, el poder está demasiado concentrado en el monarca.

Sexto campanazo: a mayor conciencia del pueblo, mayor ansia de libertades políticas.

Libia está al borde de la guerra civil, dicen analistas de la revuelta en el país del “Líder y Guía de la Revolución”: el dictador de 42 años, dizque socialista. Aviones y helicópteros bombardean las ciudades revoltosas, y milicianos disparan sobre cualquier persona que deambule por ahí, quizá en búsqueda de alimento. Gaddafi o quizá sus herederos de la dinastía en ciernes, parecen decididos a sembrar de muertos con tal de mantenerse en el poder. Mientras los líderes mundiales condenan la matanza y envían sus barcos para repatriar connacionales, tiemblan las bolsas de valores y el petróleo quizá llegue a 200 dólares el barril por el temor de que se corten suministros del gran productor norafricano.

Séptimo campanazo: Los pueblos no gustan de gobernantes prorroguistas y angurrientos, sean socialistas, monárquicos o democráticos; militares o civiles.

Tildar de árabes a los persas es torpeza que provoca tanto enojo como llamar inglés a un escocés. El sismo de los países árabes tuvo su réplica inclusive en la asfixiante teocracia del Irán de Ahmadinejad, hoy aliado de Evo Morales. Remarca que los países autocráticos, desiguales o corruptos deberían poner las barbas en remojo.

Los campanazos derivados del Magreb y el Oriente Medio le caen al pelo a los regímenes de Chávez y Ortega. También a Evo Morales, que se la pasa hablando burreras y armando pleitos nimios, quizá para marear la perdiz en el plano interno. Su Vicepresidente sueña con ilusas metas revolucionarias, mientras el pueblo refunfuña por el alza de precios de alimentos básicos y el transporte público.

Vaticino que la era de las comunicaciones globales, innovada ahora con satélites al Internet de banda ancha en artilugios cada vez más pequeños, tendrá consecuencias inesperadas. Como forzar a los gobernantes a precautelar el bien público. No oficiar de corruptos o de alucinados de cambios con recetas calcadas de ideologías obsoletas.

El Día – Santa Cruz