El cambio de proceso

Álvaro Riveros Tejada

riveros_thumb Este 9 de julio pasado se ha caracterizado por el nacimiento a la vida independiente de Sudán del Sur, un nuevo país situado en el noreste del continente africano, reconocido por la Organización de las Naciones Unidas y con una similitud pasmosa con Bolivia.

Este nuevo engendro de la liga de naciones se origina en la escisión de la antigua república del Sudán, la más grande de África, con una superficie aproximada a los dos millones y medio de Km2, cuyos problemas se originaron a partir de la imposición de una constitución trucha y rechazada por la mayoría de los sudaneses, que contribuyó al faccionalismo, al estancamiento económico y a una disidencia étnica, especialmente entre los musulmanes del norte, contra los no musulmanes o cristianos del sur.



Previamente a la independencia de esta nueva nación, el sur de Sudán producía el 85% del petróleo de todo el país, así como otros recursos minerales. Paradójicamente, la escasez de combustible, la sequía y la hambruna despertaron el fantasma de una nueva guerra civil y más de cuatro millones de habitantes del sur huyeron hacia distintos destinos, sobre todo a países vecinos. En Darfur se llevo a cabo un exterminio de la población negra que estremeció al mundo. Toda esta tragedia concluyó con el voto de un referéndum mediante el cual se dio fin a los problemas étnicos y territoriales y se dividió a Sudan en dos entidades nacionales, por una de las cuales hoy aplaude el mundo su advenimiento.

Han transcurrido dos mil días desde la toma del poder por el MAS y aún son imperceptibles los cambios realizados y prometidos en dicha oportunidad, salvo aquellos que por su originalidad no escapan a nuestra memoria como: el cambio del nombre de Bolivia, la imposición de una nueva bandera, una ininteligible constitución política del estado, el cambio de más de seis presidentes en YPFB, la siembra de coca por cítricos, la vestimenta de S.E., un nuevo avión presidencial de paseo, la inclusión de nuestros militares en tareas de panaderos, procesadores de ropa usada, pagadores de bonos etc. y así por delante, una enorme cantidad de innovaciones que más nos convocan al llanto que al orgullo.

Si bien es cierto que no hemos llegado todavía al extremo de la limpieza étnica, como ocurrió en Darfur, mediante los constantes avasallamientos de tierras ajenas, el escalofriante crecimiento de la frontera cocalera en áreas de bellos parques nacionales, la permisividad de actividades a los carteles de la droga y del crimen, nos están poniendo al borde de perder nuestra existencia como nación. Lo real es que en todo este lapso de tiempo, en Bolivia ha cambiado todo y no ha cambiado absolutamente nada, de lo que se deduce que no existe un proceso de cambio y más bien se requiere urgentemente la imposición de un cambio de proceso.