El Archivo Nacional de Bolivia y Marcela Inch

Alcides Parejas Moreno

AL Desde el momento en que el hombre inventó la escritura se puede hablar de la existencia de archivos. Asimismo se puede afirmar que desde la más remota antigüedad los archivos públicos se han constituido en la memoria del Estado. Precisamente por este motivo, porque constituyen la memoria del Estado, fue que durante la revolución francesa se proclamó el principio fundamental y revolucionario de que los archivos, que son propiedad de la nación, deberían ser puestos a disposición de todos los ciudadanos.

Hace 128 años se creó el Archivo Nacional de Bolivia. La ley que lo crea, de 18 de octubre de 1883, establece que la nueva institución recibe, custodia, preserva y hace asequible la documentación inactiva del Estado. Durante una buena parte de estos 150 años de existencia, el Archivo Nacional de Bolivia ha sobrevivido gracias a la acción ejemplar de algunos de sus directores. Tengo la plena seguridad que destaca de manera especial en la memoria de todos los historiadores y archivistas, de Bolivia y el mundo, incluso en la de los más jóvenes, la figura de don Gunnar Mendoza. Durante prácticamente toda su vida don Gunnar fue Director de ANB. A él se debe la organización definitiva de sus fondos, la elaboración de muchos instrumentos de consulta archivística y el prestigio que alcanzó el archivo más allá de nuestras fronteras. Todo esto lo hizo don Gunnar con amor, máxima idoneidad académica y transparencia. Desde la década de los 80 del pasado siglo, el ANB pasó a depender al Banco Central de Bolivia y a partir de 1996 de la Fundación Cultural del mismo Banco.



Gracias a toda esta acción –en la que ha intervenido mucha gente en forma directa e indirecta—el Archivo Nacional de Bolivia, con sede en la ciudad de Sucre, no sólo cuenta con una excelente infraestructura, sino que se ha convertido en la institución cultural más importante del país y en uno de los archivos de mayor prestigio a nivel internacional.

Por méritos propios hace varios años fue nombrada directora del Archivo Nacional de Bolivia la historiadora y archivista Lic. Marcela Inch Calvimonte. Durante estos años la Lic. Inch Calvimonte ha dirigido la institución con gran eficiencia y probada honestidad. Además, le ha dado aún más lustre, que ha sido reconocido por la UNESCO y el PIEB.

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Hace unos días hemos sido sorprendidos con la noticia de que la Fundación del Banco Central de Bolivia ha pedido a la Lic. Inch la renuncia a sus funciones. He tratado de averiguar los motivos y me he enterado que la razón es porque los movimientos sociales de Chuquisaca así lo han pedido. Insólito y aberrante, ¿verdad? Alguien, que parece conocer mucho de estas cosas, comentó que no se podía hacer nada porque “la cosa viene de muy alto”. ¿Acaso, de parte de Dios?, pregunto ingenuamente. Hoy la prensa da a conocer que la Lic. Inch ha recibido carta de despido, “debido a la candidatura de su hijo Horacio Poppe, a la alcaldía de Sucre”. “Me han solicitado la renuncia –dice la Lic. Inch–, pero no puedo, porque no tengo un solo motivo para hacerlo”

Como historiador, pero sobre todo como ciudadano, protesto por este hecho de absoluta irracionalidad. Aunque ya todo está consumado e incluso ya se ha posesionado a la nueva directora, sigo el ejemplo de los cruceños de 1868 que lanzaron un manifiesto de protesta ante el tratado que estaba firmando Bolivia con Brasil para dejar constancia de repudio. Asimismo, para rendir homenaje al excelente desempeño de la Lic. Marcela Inch Calvimonte y mi agradecimiento como ciudadano de a pie.

Ante estos hechos la pregunta surge espontáneamente, ¿es que acaso del gobierno del MAS está buscando la destrucción de la institución de mayor prestigio del país por el solo hecho de que los movimientos sociales así lo piden? Esto es algo que nos atañe a todos, pues una buena parte de la memoria de Bolivia está guardada en el Archivo Nacional de Bolivia.

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