Róger Cortes
La revolución francesa de 1789 le ganó a la inglesa la corona, en tanto que se la reconoce como la primera e incluso como modelo de las revoluciones burguesas, no obstante que la inglesa se desarrolló un siglo antes. Una de las causas de esto es que en Francia fue la burguesía que encabezó el hecho revolucionario —aliada con la pequeña burguesía de la que proceden figuras como Robespierre—, mientras que en Inglaterra la vanguardia estuvo constituida por una parte de la nobleza, profundamente comprometida con el desarrollo capitalista. Su conexión con el nuevo sistema, que amenazaba el viejo orden y a toda la nobleza, radicaba en que esa fracción terrateniente alquilaba sus tierras para la ganadería de ovinos, cuya lana era insaciablemente demandada por los talleres de manufactura textil que prefiguraban la futura industria.
La relación que tiene esa lejana historia, en tiempo y lugar, con la complicada trama que envuelve hoy al TIPNIS es la renta de la tierra. La monumental e irreductible ansia por apropiarse de la mayor cantidad de tierra para alquilarla, principalmente, o negociarla, de otras maneras, quebró en Gran Bretaña la lealtad y los arraigadísimos lazos de sangre, cultura, intereses comunes, visión de mundo y todo lo demás que compartía la nobleza, colocando a uno de sus componentes en el polo revolucionario que planteaba la demolición de la cuna y el origen mismo de todos los señores de la época.
La escasez global de alimentos ha llevado a ubicar al TIPNIS, entre otras zonas, como espacio para responder a la intensa demanda de tierra por parte de argentinos, brasileños, menonitas y agentes de muchos otros orígenes, desatando una ola de codicia irrefrenable en la franja social, enriquecida con este tráfico y que ostenta una representación poderosa en la conducción del Gobierno.
Por encima de otros apetitos y complementario con compromisos políticos y cálculos electorales, el ímpetu por capturar la renta de la tierra es la principal explicación del origen de todas las traiciones, sin detenerse ante la sangre que ha empezado a derramarse y sin recordar que la lucha por tierra y territorio ha sido el gran motor del proceso de cambio en nuestro país.
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La Prensa – La Paz