Sin retorno y sin alternativa

Editorial – Semanario Uno

evo-traidor Dos hechos políticos trascendentales ocurridos entre septiembre y octubre en Bolivia han sido suficientes para completar el giro dado en la correlación de fuerzas que, desde enero de 2006, le era absolutamente favorable al MAS. Hay que hacer énfasis en el término “completado”, porque este cambio en la correlación no es resultado sólo del impacto logrado por la VIII Marcha Indígena en defensa del Tipnis y por el resultado de las elecciones judiciales, adverso al oficialismo. Es producto de una suma de errores y excesos cometidos por el Gobierno, y que ha provocado una explosiva acumulación y contención de malestar, frustración y descontento ciudadano.

Desde el oficialismo no se escuchan voces autocríticas admitiendo este giro. Por el contrario, los principales dirigentes del MAS insisten en negar errores y en sobredimensionar sus aciertos, ignorando que han perdido credibilidad. Una pérdida que afecta no sólo a su relación con sus gobernados, los bolivianos, sino también a las relaciones favorables que mantenía con la comunidad internacional. Ni el Gobierno, ni el Presidente Morales, gozan ya de ese halo casi divino que cautivó a millones dentro y fuera de Bolivia. Es la hora del desencanto, el momento en que caen caretas y disfraces y se impone la realidad, sin más.



Desde la oposición, en contra partida, sobran voces críticas señalando los errores y excesos del Gobierno. Son tantas y están tan dispersas, que no logran impactar y estremecer la caparazón que envuelve al MAS. No sólo esto. La dispersión en el bando opositor también impide la articulación de un frente sólido, coherente y capaz de constituirse en una necesaria alternativa política de poder y de gestión gubernamental. El movimiento indígena gestado en el oriente, y que logró articular alianzas con los ayllus y markas de occidente, no se basta por sí solo para enfrentar al MAS, aunque es el único que ha demostrado en seis años de “evismo” capacidad de movilización, claridad en sus demandas y empatía con casi todos los sectores de la sociedad civil.

En resumen: Bolivia está ahora en el limbo, haciendo malabares para no caer al vacío de la mano de los errores del MAS y del Gobierno, y para no ahogarse en la indefinición de un proyecto alternativo de poder y en la indefensión a la que están expuestas hoy las mayorías nacionales. Esta es una encrucijada compleja y de difícil resolución, debido a dos datos contundentes de la realidad: el viraje del MAS hacia la derecha o, como prefieren llamar otros, su radicalización hacia una izquierda estalinista, que ya no tiene retorno; y, de otro lado, la falta de alternativas de poder, hasta hoy lejos de ser subsanada.

Frente a un panorama como el descrito, ¿cuál es la suerte que puede correr Bolivia? ¿Hay riesgos de rupturas violentas en el debilitado estado de derecho, en el golpeado sistema democrático, en la alicaída institucionalidad boliviana? ¿Existe el peligro de desandar caminos y repetir crisis como la de 2003? ¿O todavía resta un dejo de esperanza, una no tan remota posibilidad de revertir la tendencia que encamina al país hacia el desastre? ¿Bolivia seguirá librándose de caer al precipicio o está a punto de perder el equilibrio?

Mucho dependerá de la voluntad que tenga el Gobierno para revertir esa tendencia. En las manos de sus mandantes está en gran medida la suerte de Bolivia. De eso no hay dudas. Pero el desenlace de esta historia también depende de otros factores, de otras fuerzas vivas que emergen de pronto de entre selvas y ríos, o desde las entrañas de las grandes y pequeñas urbes. ¿Estarán estas fuerzas marginadas hoy en capacidad como para provocar un golpe de timón en la conducción de Bolivia, con o sin el consentimiento de los poderes de turno?