La delusión geopolítica boliviana

Winston Estremadoiro

WINSTON_thumb Así ambas tengan un mismo origen, me quedo con la acepción inglesa del latín “deludere”, más completa que “delusión” en español, como “concepto o imagen sin verdadera realidad”. La lengua de Shakespeare la define como “una falsa creencia sostenida con absoluta convicción a pesar de evidencia superior”. Al término del año 2012, estoy convencido de que el Presidente y su entorno palaciego viven una delusión casi patológica. Creen ser dueños absolutos de la verdad como si sus acciones obedecieran a sesudos análisis. La delusión sobre el peso específico de Bolivia en la diplomacia internacional es un rasgo notorio y la relación pendular de nuestro país con sus vecinos es un ejemplo.

Vean a Paraguay, siempre atento al equilibrio bélico con su enemigo de la Guerra del Chaco. Se preocupa de media docena de aviones de reemplazo de viejos T-33 donados, de una Bolivia que en 1888 ni reclamó la ocupación paraguaya de Puerto Pacheco, que hoy bien podría servir de puerto útil en el alto río Paraguay en vez de la anegadiza Punta Man Césped. ¿Qué hay de la exportación de hierro del Mutún? La Jindal indica que es a “una planta de acero en América del Sur”, y la estatal Empresa Siderúrgica del Mutún (ESM) revela que es a Aceros del Paraguay (ACEPAR). ¿Cómo que ESM recauda 6 millones de dólares por exportar polvo de hierro, para lo cual se requieren simples molinos, mientras que ACEPAR anuncia que pierde $us 140 millones por día si no le llega la materia prima boliviana? Bolivia sigue de picapedrero y el acero lo produce Paraguay.



Mientras el Canciller preside sahumerios pachamamistas, no resuelven el lío de vetar la exportación argentina de gas boliviano a Chile, que dio largas al Gasoducto del Norte, inversión gaucha. Mientras tanto, la misma transnacional petrolera temerosa de soltar la faltriquera por la inseguridad jurídica de la llamada nacionalización de hidrocarburos, descubrió ingentes bolsones de gas y petróleo en franjas subandinas cercanas a Chile. El interés argentino en el gasoducto del Norte es quizá ahora solo geopolítico: no dejar el bocado boliviano al rival brasileño.

Recuerdo a mi suegro. Trajo una botellita de agua del río Jordán, que a la semana se volvió verde aunque hubiera bautizado a Jesús. No sé de qué color se puso la de Evo Morales, después de tragarse la de chilenos clamando por mar para Bolivia en el estadio de Santiago, durante el veranillo indio de “besos, ternura, que derroche de amor, cuánta locura” de la agenda de los 13 puntos entre la Bachelet y nuestro Presidente. Debe haber sido lechosa –color de mamada, pero sin calostro– como la del maletín de Guillermo Gutiérrez, canciller de Banzer.

Es que la delusión altiplánica con el mar perdido soslaya que en el “por la razón o la fuerza” del escudo chileno, la razón argumental la tiene Bolivia; Chile la fuerza disuasiva. En vez de viajar a lloriquear en gestiones ilusas y costosas, bien podrían matar dos pájaros de un tiro: cortar el narcotráfico hacia Chile y la importación y contrabando a Bolivia de puertos chovinistas y sembradíos chilenos con agua del río Lauca. Si tal no fuera posible, quiere decir que el Estado Plurinacional no tiene control de su territorio, salvo para operaciones militares y argucias políticas en Pando y Beni. ¿Es posible disuadir el comercio a través de puertos chilenos y favorecer los peruanos? ¿Por qué se habla de trenes veloces de Brasil, por Bolivia y hacia puertos peruanos, pero ni un níquel de inversión para el puerto de Ilo?

El gobierno se traga la delusión de la hermandad boliviano-peruana, prima del pingpong entre Chile y Perú con pelota boliviana. El Mapocho se acercó al Choqueyapu cuando estaban tensas las relaciones con el Rímac; hoy el primero se acerca al tercero para formar una alianza comercial del Pacífico con Ecuador, Colombia y México, y éste además sigue nutriendo la delusión marítima del segundo. Zoncera no encajar la lección del “no al puerto de exportación de gas a México y California por Chile”, donde quizá los despelotes alteños fueron financiados por Perú, que hoy tiene su puerto gasífero y exporta gas natural líquido a todas partes. Los países no tienen amigos, solo intereses, ¡caráspitas!

Como la más extensa es la frontera brasileña con Bolivia, tanto mayor es la delusión andinocéntrica de ésta con el gigante sudamericano. Dicen que Brasil no publica los archivos de la Guerra del Acre, para no evidenciar que el Barón de Río Branco “endulzó” con talegazos a los mandamases bolivianos de 1903. Quizá pasó lo mismo con el Congreso que aprobó el Tratado de 1904 con Chile.

Brasil se ha enfriado con la que podía haber sido su ahijada privilegiada, luego de la pantomima de la ocupación militar de predios civiles de Petrobrás, en la llamada nacionalización de hidrocarburos. A título de conservación disfrazada de pachamamismo aymara, se despreció uncir nuestro carretón al Fórmula Uno brasileño en las hidroeléctricas del río Madera, desdeñando ingresos por venta de energía al voraz vecino. Lo que es peor, perdiendo la oportunidad de salir al Atlántico por esclusas de navegación hacia el río-mar, el Amazonas. Añade insulto a la injuria, que Brasil ahora ofrezca energía eléctrica a una Bolivia de repente deficitaria en ese rubro.

Hay un rasgo común de la postura geopolítica de los países vecinos hacia Bolivia. Todos parecen penosos, pero están de acuerdo en que continúe tan mal gobernada y corrupta como siempre.

El Día – Santa Cruz