Mentir o gobernar

Recuerdos del presente – Humberto Vacaflor Ganam

O sea que este año que acaba de comenzar, los mestizos del país recibiremos un segundo golpe de discriminación, con la decisión del gobierno de excluir del censo a la mayoritaria nación “blend”.

La primera idea de aplicar esta discriminación fue de un cura catalán en el anterior censo, cuando actuó impulsado por confusos cargos de conciencia por la colonia, confusos porque, como se sabe, los catalanes jugaron un rol muy secundario en el descubrimiento y conquista: lo esencial lo hicieron los capitanes castellanos.



La segunda idea para perfeccionar el “apartheid” contra los mestizos bolivianos es de otros mestizos, aquellos que se arrimaron al presidente Morales, también guiados por confusos cargos de conciencia. Estos agentes de la discriminación no han entendido que el presidente les dijo, directa y brutalmente, como él habla, que no se considera un indígena, sino un cocalero. Y, como se sabe, y se ha visto en la confrontación por el TIPNIS, un cocalero es todo lo contrario, es lo opuesto, de un indígena. Y es ahora su enemigo.

Un gobierno que ha acuñado el término “transcultural” para definir a los colonizadores, esos adelantados de los cocaleros, no tendría que condenar a la discriminación a los mestizos.

Pero todo esto, el censo, las simulaciones, las mentiras, resultan el único terreno donde el gobierno parece convencido de que puede tener éxitos. Está con su estilo. Cambiar el nombre el país, ponerle una banderita chillona, cambiar otras designaciones pero quedarse en eso, en las declaraciones, en la parafernalia, es simular que se está gobernando: no es gobernar.

Quizá no lo sabe, pero lo que hace por debajo de la mesa, eso, es gobernar. Las concesiones a las petroleras, no atreverse a cobrar impuestos a las empresas mineras, aceptar a la DEA, aunque traiga acento portugués, pero aceptarla, eso es gobernar.

Decir que estamos en guerra contra el capitalismo y que vamos a implantar el socialismo pero al mismo tiempo borrar a los indígenas de sus territorios para que entren los supercapitalistas cocaleros, eso es gobernar, aunque mintiendo.

Es previsible que este estilo ladino de hacer las cosas se mantenga este nuevo año, aunque habría que esperar que cambie.

En este primero de enero, lo que quiero dejar sentado sobre la herencia de 2011 es lo que sigue.

La Paz, el cuenco donde se cocina la política boliviana, produjo en 2011 por lo menos dos anuncios de impaciencia: en marzo, cuando una silbatina perfectamente sincronizada, y ensordecedora, obligó al presidente Evo Morales a desaparecer del estadio de fútbol de Miraflores, y en octubre, cuando la tumba de tiranos recibió como a héroes a los marchistas del TIPNIS.

El primer producto del cuenco equivale a una tarjeta roja como futbolista y una condena inapelable como político. El segundo gesto fue un multitudinario voto porque se respeten los parques nacionales pero sobre todo se los proteja de los cocaleros.

Es decir que la democracia participativa emitió dos resoluciones que un gobierno que dice preferirla a la democracia representativa tendría que asumirlas y someterse a ellas.