S.E el Grande

Karen ArauzPoco importa la discusión de historiadores por la que -con sólidos argumentos cronológicos- no aceptan que fuese Luis XIV, el Rey Sol, Luis El Grande de Francia, quien acuñara la patética frase “el Estado soy yo”.Patética, porque ha venido a formar parte unitaria de las manifestaciones de absolutistas de diversa laya y de todas las latitudes.No ha sido necesario que ninguno la pronunciara textualmente. Basta con susurrarlo en sus íntimos pensamientos o en soledad frente a un espejo cuyo reflejo le hace esbozar enigmática sonrisa pues sólo él sabe qué la provoca. Sin embargo, traduce en sus actos, el convencimiento de que él es dueño, amo y señor del territorio, vidas y haciendas y que el futuro del Estado es indivisible de su grandeza y su voluntad. Aparentemente, el gobierno les queda chico y van por más. De ahí que el acaparamiento de todos los otros poderes, sumado a la ofensiva constante aunque solapada, de la libertad de expresión e información, los lleva esporádicamente -aunque cada vez más frecuentemente- a dejar entrever lo que ocultan en sus privadas elucubraciones.Bajo la batuta de Hugo Chávez, en los últimos años ha surgido un ramillete de presidentes cuyo desmesurado ego juega un papel primordial en la administración de los gobiernos. Claro ejemplo el indulto decretado por el ecuatoriano Correa en días pasados al matutino El Universo de Guayaquil, sus ejecutivos y el periodista causante de la supuesta terrible afrenta. Fue una pieza digna de representarse bajo las candilejas de un escenario diferente a un palacio presidencial. El gesto cesarista, magnánimo, arrogante y en extremo histriónico, le quitó tal credibilidad que ni siquiera beneficio de duda dejó.De los Castro poco ya se puede añadir. Ésos sí que lograron hacer de su país un feudo. Y bajo su influjo, por sesenta años, varios han sido los que han pretendido reeditar ese paraíso de dominio absoluto. Es insólito que supuestos demócratas defiendan, aún hoy, al régimen de Castro que es un reducto totalitario, coartador de libertades mínimas y consistente violador de los derechos humanos.El Presidente Evo Morales ante la prensa mundial en Viena, llevó su fervor por los Castro al extremo de desayunarnos sobre todo a los bolivianos, con que se considera un socialista marxista leninista, por lo que se ofreció a ser expulsado de la OEA en solidaridad por la exclusión de Cuba de la próxima Cumbre de las Américas. Vaya confesión. Y vaya sentido de la propiedad. Si él desea ser expulsado de la OEA -a título personal- está en todo su derecho. Pero existe un nimio detalle. Diez millones de seres de este país cuya representación ostenta, deberían -por qué no- exigir un referendo que se podría denominar por la identidad, para que la ciudadanía pueda manifestar su visión ideológica y sus prioridades como ciudadanos libres que hasta donde se sabe, aún somos.Así como ya no se distingue la diferencia entre Estado y Gobierno, se pierde con demasiada ligereza la perspectiva conveniente de los límites entre los anhelos personales y la identidad de todo un país.Hasta donde recuerdo, SE no hizo en sus campañas electorales, ni una aproximación a un manifiesto marxista. Hasta ahora el único que se etiquetaba con erudita variedad de definiciones ideológicas, ha sido el vicepresidente hasta que en su última intervención mediática, se declaró tiernamente mortal Montesco.Es explicable en todo caso, porqué vivimos a diario con la sensación de ausencia total de Estado. Vastos territorios están siendo manejados como simples reductos de forajidos. El ejemplo más reciente, es lo sucedido en Chuquisaca hace unos días cuando un sargento de la Policía y un fiscal, negociaron la entrega de dos cadáveres ajusticiados comunitariamente, a cambio de un compromiso que no se procesará a ninguno de los participantes del macabro y primitivo asesinato. Pero justicieros y ajusticiados, no son más que víctimas de la ausencia de Estado.El electo Gobernador del Beni, hoy en suspenso por arte de birlibirloque, el pasado domingo ha sido robado en su domicilio cuando acompañado de su familia, asistía a un partido de fútbol. La reacción de los suplantadores ha sido escalofriantemente clara: “él tiene la culpa por no tomar previsiones”… Señor Suárez me permito traducir: está usted librado a su suerte. En su caso, me temo que ni siquiera obtendrá la vacía promesa de una exhaustiva investigación.Suárez como varios -cada día son más- es piedra filosa en el zapato. Y este gobierno no actúa como cualquiera para quitársela. Pero sí la aplasta con fuerza hasta traspasar su propia suela y perforarse el propio pie. No hay Estado en su cabal acepción. Y no hay gobierno que brinde protección, ni seguridad, ni garantías ciudadanas. Hoy más que nunca, ronda el sentimiento de que el Estado no somos todos. Se ha convertido en patrimonio individual.